Fachada del que fuera palacio del Infantado en rue Saint-Florentin (París).
Retomamos el hilo narrativo de la vida de nuestro príncipe de Anglona, al
cual hemos tenido un poco olvidado durante la redacción de estos últimos números de la serie. Como
recordarán, en la octava entrega nos referíamos a las comidas que la
condesa-duquesa de Benavente y su primogénito, duque de Osuna desde 1807,
habían ofrecido a Fernando VII en la Alameda de Osuna durante el “Sexenio
Absolutista” (1814-1820). No he podido comprobarlo, pero casi seguro que Anglona
no estuvo presente en ellas o, si estuvo, le hizo algún desplante al monarca.
Según Carlos Le Brun, autor de Retratos
políticos de la Revolución
de España (Filadelfia, 1826), el rey Fernando nunca le tuvo aprecio debido
a la fidelidad que este Téllez-Girón mantuvo siempre a sus ideas liberales, de
un liberalismo moderado, pero liberales al fin y al cabo. No debemos olvidar la
influencia directa que, desde sus primeros años de vida, ejercieron sobre Anglona
importantes personajes de ideas avanzadas, con algunos de los cuales, como Francisco de Goya y, sobre todo, Diego Clemencín,
tuvo un contacto continuado y no sólo ocasional —como fueron los casos de Tayllerand y Sieyes, asiduos a la tertulia que se celebraba en el
palacio que el duque del Infantado poseía en la rue Saint-Florentin, residencia de los Osuna en París
durante varios meses de 1799—, ni tampoco la familia
a la que pertenecía, una de las más poderosas del país, propietaria de miles y
miles (y miles) de hectáreas de tierra, cuantificadas por Atienza en 87.287 sólo en el
Estado de Osuna en 1721, y de numerosos y ricos palacios, decorados muchos de
ellos con los objetos más lujosos. Su liberalismo, pues, debía ser más teórico
que práctico. Además, nadie debe identificar el liberalismo de las clases
cultas de la época con ideologías políticas comprometidas con el débil aún no
formuladas, aquellas que defienden la igualdad social y vivirán su momento de
mayor protagonismo en el siglo XX.
Volviendo a las notas biográficas concretas, ¿cuáles son los hechos más
importantes de la vida de Anglona durante el “Sexenio Absolutista”?
Protagonismo político no tiene, lo tendrá durante el llamado “Trienio Liberal”
(1820-1823); exceptuado el episodio del “Imperio de los Cien días” —durante el
que presta servicio de mayo a septiembre de 1815 como segundo General en Jefe
del ejército llamado de la izquierda, entrando con él en Francia—, tampoco
participa en acciones militares ni está probada su colaboración en alguno de
los pronunciamientos militares de aquellos años, encaminados a conseguir la
aceptación de la
Constitución de Cádiz por el monarca y, en general, la vuelta
a la situación anterior al 4 de mayo de 1814. En cualquier caso, colaborara o
no en la preparación de estos levantamientos, ocupará puestos de importancia
tras el único que tuvo éxito, el conocido como “Pronunciamiento de Riego” (1 de
enero de 1820). Un ursaonés digno de memoria y aún menos recordado y conocido que
Rodríguez Marín, que ya es decir, escribe lo siguiente sobre este día:
La España de Fernando VII (Madrid, 1999; págs. 507
y 509); este último autor, además, asegura que Baños se pronunció en Osuna, lo
que debió suponer el cambio del alcalde del momento por otro de su elección
fiel a los principios de la
Constitución de Cádiz. Este extremo va a ser difícil de
comprobar porque, seguramente durante la “Década Ominosa” (1823-1833), un
personaje importante, quizá el mismo Rey, ordenó que se destruyeran los libros
de Actas Capitulares pertenecientes
al “Trienio Liberal” en todos los municipios del país, en un intento de borrar
el recuerdo de los avances en cuestiones de libertades individuales que el país
vivió durante esos años. En el AMO (Archivo Municipal de Osuna), desde luego,
no están, y, según se lee en el Diario de
Sevilla fechado del 10 de marzo de 2011, tampoco se conservan nada menos que
los del Ayuntamiento de Las Cabezas de San Juan -donde excepcionalmente parece que no habían sido destruidos en el XIX-, a pesar de los esfuerzos
realizados en nuestros días por los técnicos del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, que
poco pudieron hacer cuando les entregaron un libro de actas tan pésimamente
conservado. Los interesados en el conocimiento de este lamentabilísima muestra de
desidia de los gerentes de la cosa pública, que provocó la pérdida de un
documento de la máxima relevancia —el libro de actas en cuestión albergaba las
comprendidas entre 1816 y 1828—, puede informarse detalladamente del estado en el que llegó la obra a los técnicos restauradores, fruto del abandono que había sufrido durante casi doscientos años. Por su lado, y afortunadamente,
los archivos ursaonenses, y gracias a los esfuerzos realizados en las últimas
décadas del siglo XX —en los que han tenido mucho que ver el director del AMO,
Francisco Ledesma, y algunas asociaciones culturales, como la denominada Amigos
de los Museos de Osuna—, poseen un alto grado de conservación, y eso a pesar de
la ignorancia y la insensibilidad en la que la media de la población ha vivido
durante siglos.
“El día 1º de Enero del año 1820 fue memorable en Osuna, por dos cosas: Una la gran nevada que cayó, primera que había yo conocido y se había experimentado en el pueblo [sic]; otra, el pronunciamiento que hicieron Riego, Quiroga, Arco-Agüero y López Baños en las Cabezas de San Juan, por no embarcarse con su división, para América […]”. (Antonio María García Blanco, Resumen de un siglo, pág. 52; existe una edición facsímil de 2006).Como ya veremos más adelante, la historiografía posterior ha demostrado que López Baños se encontraba en ese momento precisamente en Osuna, donde había concentradas numerosas fuerzas de artillería y era uno de los tres lugares donde debía iniciarse el alzamiento. Así lo cuentan Antonio Alcalá Galiano en sus Memorias (1786-1865) (pág. 237 de le edición digital disponible en cervantesvirtual.com) y Miguel Artola en
En realidad, y volviendo a Anglona -que siempre se nos despista por el camino-, todos los hechos que hemos podido determinar de su vida durante aquellos años pertenecen a la esfera familiar. A mediados de
abril de 1817 nace su tercer hijo, Tirso María. Como ya dijimos, en Cádiz y en
1812 había nacido el primogénito, Pedro
de Alcántara Téllez-Girón y Fernández de Santillán, XIII duque de Osuna a la
muerte de su primo Mariano. Entre Pedro y Tirso, y en fecha que aún no hemos
podido determinar, había nacido Manuel, quien, según palabras del testamento de
Anglona citadas por Gutiérrez Núñez, se hallaba “privado de razón”.
(Continuará).
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