El IX duque de Osuna, Goya, c. 1789.
Colección Frick. Nueva York.
Pero no todo fue afortunado para Anglona durante el Trienio Liberal. El
20 de mayo de 1820, apenas tres semanas después de su nombramiento como
Consejero de Estado, fallece su hermano mayor, X duque de Osuna. Sus bienes no
se partirán hasta 1835, una vez fallecida la condesa-duquesa de Benavente,
madre de ambos. Gracias a esta partición, Anglona recibirá la quinta parte del
superávit del balance contable de la Casa
Ducal , más de 242.000 reales. (Tomado de “Vicisitudes del
patrimonio rústico del 12º duque de Osuna”, artículo de María Parias Sainz de
Rozas publicado en el nº 201 de Archivo
Hispalense).
Si tenemos en cuenta que el duque murió con sólo 34 años, que lo hizo en
Pozuelo de Alarcón (donde no he localizado finca alguna que formara parte del
patrimonio ducal), que entre los dos hermanos la relación era mala (véase al
respecto la entrega nº 15 de esta serie) y, además, no tenemos más apoyo
documental ni consideramos otros argumentos, puede pensarse que el duque murió
de manera accidental y sin hacer testamento y, acto seguido, intentar
determinar la identidad del responsable de la partición. Una buena hipótesis es
la madre de Anglona y el duque, la condesa-duquesa de Benavente, verdadera
cabeza de familia, muy encariñada con Anglona y fallecida en octubre del año
anterior. Sin embargo, en la sección Documentos
del archivo de Rodríguez Marín del Archivo
Municipal de Osuna hemos localizado la testamentaría del duque (signatura
440-2; se trata sólo de la ficha, pues los documentos propiamente dichos están
en el Archivo Histórico Nacional), por lo que pudo ocurrir que el testamento no
se cumpliese hasta que el heredero del título tuviera 25 años —había nacido en
1810— y realmente el duque le hubiera dejado a su hermano una herencia
sustanciosa pues, por muy mal resuelto que tuviera su “síndrome de príncipe
destronado”, Francisco de Borja tuvo una infancia y en ella un hermano pequeño con
el que pasó muchas horas de juegos y risas, momentos felices que no se olvidan
nunca. Vamos ahora a hechos más constatables.
Tanto en el libro Antonio María
García Blanco y el hebraísmo español durante el siglo XIX de Pascual
Recuero (Granada, 1986) como en Resumen
de un siglo de García Blanco (Osuna, 1887), se lee que uno de los diputados
electos por la provincia de Sevilla para las cortes de 1820 fue Antonio García
y García, padre del conocido hebraísta y también natural de Osuna. Persona de
ideas liberales y de carácter emprendedor, durante el tiempo que estuvo de
síndico en la corporación municipal ursaonense consiguió recuperar para el
pueblo tierras que consideraba usurpaciones de la
Casa Ducal y de otras importantes familias,
arriesgada empresa que le acarreó la enemistad de personas muy poderosas y, a
la vuelta del rey en 1814, le obligó a pasar dos años de encierro en su casa.
Su fama de liberal, pues, estaba bien justificada y su elección como diputado
durante el Trienio era esperable. García viajó a Madrid y participó de manera
activa en las sesiones parlamentarias, al menos, en las correspondientes a la
primera legislatura, iniciada en julio de 1820. Muestra de ello, y quizá
consecuencia del peligro que corría su sueldo como catedrático de la Universidad de Osuna —el
centro docente estaba a punto de desaparecer—, fue la redacción de un texto
titulado Memoria sobre los medios de
perfeccionar el estudio de la medicina y sobre el establecimiento de una
academia en la villa de Osuna con este objeto que presentó á las Córtes [sic] el dia [sic] primero de octubre de 1820 su diputado Antonio Garcia y Garcia [sic],
(Madrid, 1821). Existe una crítica elogiosa e interesantísima de esta
obra en el volumen 10 de EL Censor:
periódico político y literario (Madrid, 1821), págs. 351 a 356. En ella se hace
alusión a la historia de esta academia y a alguno de sus logros, como la reunión de más de cinco mil historiales clínicos con fines investigativos.
Esta publicación del diputado ursaonés también es una de las rarezas
bibliográficas que merece una reedición por ser de interés para la historia de
Osuna. Hasta el comienzo del proceso de redacción de este artículo sólo tenía
noticia de la edición mencionada, de la cual existe un ejemplar en la Real Academia Nacional de
Medicina. Pero, en una nueva visita que acabo de realizar al “Catálogo
Colectivo del Patrimonio Bibliográfico Español”, publicación virtual que puede
consultarse en la página del Ministerio de Cultura, he “descubierto” otra de
1836 titulada Memoria sobre el modo de
perfeccionar el estudio de la medicina ó [sic] sea relacion [sic] de una academia establecida con este objeto en
la Villa de
Osuna, que ha presentado á [sic] la Comisión nombrada por S.[u] M.[ajestad] para la reforma de esta facultad / el dr. Antonio García y García.
En realidad, y como indica el título, debe tratarse de algo más que una simple
reedición.
Hasta aquí el contenido del artículo que en su día, marzo o abril de 2006,
se publicó en un periódico en papel. Ahora, en agosto de 2015, quiero dedicar
unas palabras a una noticia aparecida hace muy poco en la edición
digital de un diario de Madrid. Se trata del supuesto proyecto que tiene la máxima
responsable de la corporación municipal matritense de recuperar para El
Capricho, la residencia campestre creada por los padres de Anglona en una
antigua finca del conde de Barajas, algunos de los bienes muebles que los
edificios contuvieron en su día, desde su edificación a finales del siglo XVIII
y principios del XIX, hasta, aproximadamente, la última década del siglo,
cuando tuvo lugar la venta en pública almoneda de los bienes del duque de Osuna,
entre ellos su colección de objetos artísticos, cuadros incluidos. Como es
sabido, la extraordinaria colección ducal de pinturas, en la que destacaba la nutrida
presencia de obras goyescas, se diseminó por el ancho mundo. De esta manera,
los cuadros que colgaban de los muros del palacete de El Capricho, y que ayudaban
a conformar el escenario donde transcurrieron los años de juventud de los
padres de Anglona, cuando sus hijos todavía eran pequeños y ellos eran las
personas más influyentes de la Corte, años en los que podían permitirse dar
fiestas amenizadas por su orquesta privada, dirigida por Luigi Boccherini,
y recibían peticiones de Palacio para que se les asesorara sobre cuestiones de
etiqueta, volverían al lugar para el que fueron pintados, permitiendo a los hipotéticos
visitantes hacerse una idea cabal de la sencilla elegancia de la que supo
rodearse la familia de los Duques en la época en la que su cabeza de familia
era María Josefa Alonso Pimentel, la condesa-duquesa de Benavente y duquesa de
Osuna, una persona realmente extraordinaria, de incontables lecturas e ideas muy
avanzadas para la época, protectora de la cultura y mecenas de grandes
artistas. Ojalá veamos realizado este proyecto, que apoyamos incondicionalmente.
Su realización sería un acto de justicia y diversificaría la oferta museística
madrileña, demasiado concentrada en el Paseo del Prado y alrededores. Veremos
si los responsables del Museo del Prado, donde fueron a parar muchos de los
cuadros, se avienen a dejarlos salir, pues hay demasiados intereses económicos
en juego. En cualquier caso, para nosotros, que hemos dedicado muchos años y dioptrías
al conocimiento de las generaciones de los Osuna durante la Edad Contemporánea, el proyecto no puede ser mejor. Adelante con él.
(Continuará).
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