sábado, 25 de abril de 2015

Pedro Téllez-Girón, príncipe de Anglona (5)




La entrega anterior de este esbozo de biografía finalizaba avanzada la primavera de 1814, cuando Anglona, noble de ideología liberal, se retira voluntariamente a su casa de Madrid. Después de seis años de guerra su intención debía ser descansar, y hacerlo en compañía de su esposa y de su hijo de apenas dos años, Pedro de Alcántara Téllez-Girón y Fernández de Santillán, duque de Osuna en 1882 tras la muerte de Mariano “el manirroto”. En el momento de la redacción de este artículo, no puedo asegurar que en 1814 la residencia madrileña de Anglona fuera la que don Ramón de Mesonero Romanos (1803-1882), inspector de Obras Públicas del Ayuntamiento de Madrid, periodista y excelente escritor, describe escuetamente en su obra El Antiguo Madrid: paseos histórico-anecdóticos por las casas y calles de esta Villa (1861). En ella habla de la “Casa de Jabalquinto [sic]”, que en la fecha de publicación de la obra ocupaba la manzana que existía entre las calles llamadas “Sin puertas y de Segovia”, en las proximidades del Palacio Real. El inmueble, construido en el siglo XVII en un estilo Renacimiento muy severo, se salvó del derribo en 1987 y hoy día alberga en sus bajos y sótanos un conocido restaurante. La calle paralela a Segovia hacia el Sur, seguramente la misma que en el siglo XIX se llamaba “Sin puertas”, se denomina en la actualidad “Príncipe de Anglona”. Esta propiedad pertenecía al titular del marquesado de Javalquinto, que, como ya sabemos, Anglona no heredaría de manera oficial hasta 1834.
            En la obra de Miraflores de la que hablé en el artículo anterior, concretamente en la página 35, puede leerse que Anglona estuvo en Madrid hasta abril de 1815. Sin embargo, y de acuerdo con un documento que he localizado en la Biblioteca de la Universidad de Sevilla —existen dos ejemplares: uno en la Biblioteca General (sign. A Fol. 296/008) y otro, proveniente del legado de Joaquín Hazañas y la Rúa, en la Biblioteca de Humanidades (sign. H CA. 033/044)—, el 31 de octubre de 1814 se hallaba en Arcos de la Frontera, donde pronuncia un discurso ante Fernando VII. Según se lee en su Historial Militar, custodiado en Archivo General Militar de Segovia e incluido en la sección denominada “Célebres”, el día 13 del mismo mes había sido ascendido a Teniente General, ascenso que resultaba obvio por sus méritos de guerra y que obedeció a una justa decisión en la que no debió intervenir el Rey, aunque, lógicamente, tuvo que leer y firmar el Real Despacho que contenía el nombramiento.
            En relación al discurso pronunciado en Arcos de la Frontera, población gaditana que Anglona debía conocer bien por haber contribuido a la liberación de toda la zona, puede afirmarse que representa un modelo de diplomacia. El motivo de la redacción del texto es dar la bienvenida al nuevo rey y, ya de paso, comunicarle lo fiel que la población se mantuvo a la causa fernandina y el coste en vidas y propiedades materiales que produjo la ocupación de las tropas napoleónicas, pues los vecinos de Arcos presenciaron “el sacrificio de víctimas, talas, quemas, y exîgiendo mas de doce millones de reales, con otras vexaciones de un tamaño nada vulgar”. Y más adelante, casi al final del discurso,
“Viendo los enemigos que por estos medios no podían atraerse la voluntad general […] redoblaron sus castigos y contribuciones, sacándole con ellas y sus suministros el importe de doce millones de reales en los treinta meses que le tuvo ocupado con tropas permanentes, y tan numerosas, que no podía menos de presumirse eran con objeto de desolarlo”. 
      Para aproximarnos a las motivaciones que llevaron a Anglona a pronunciar un discurso tan reivindicativo en defensa de los habitantes de Arcos —población con la que, en principio, no parecía tener relación alguna—, debemos tener siempre presente que los duques Osuna tenían importantes propiedades en el término de esta bella población gaditana, pues, por matrimonio, su padre, fallecido en 1807, había pasado a ser “titular consorte” del ducado de Arcos, cuya titularidad recaía en 1814 en el hermano mayor de Anglona, Francisco de Borja Téllez-Girón y Alonso Pimentel, X duque de Osuna. Por esta razón, y aunque Fernando VII no había resultado el rey tan propicio que todos los liberales deseaban –y todavía no habían visto nada, lo peor estaba por llegar–, Anglona comienza el discurso con las fórmulas laudatorias que la ocasión requería (recuerden que la ortografía de la época era distinta):
La Diputacion que representa á la Ciudad de Arcos de la Frontera para felicitar á V.M. en el regreso al Trono de sus mayores, cuyas atribuciones tan dignamente exerce, postrada á V. [Vuestros] R. [Reales] P. [Pies] á nombre de dicha Ciudad, se ciñe á expresar sus sentimientos de amor y respeto […] entre los Españoles que sin cesar han suspirado por su Rey”. 
          Como ven, Anglona hubiera sido un excelente embajador en cualquier corte de la época.
(Continuará)


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