(Fotografía de Martínez de la Rosa
en su vejez)
Recordará
el lector que en la última de las entregas de esta serie le prometí traerle el
texto de Le Brun dedicado a la madre de Anglona, duquesa de Osuna y
condesa-duquesa de Benavente. Con su publicación quiero compensar las posibles anomalías o
desequilibrios en la opinión que puedan existir en esta serie de artículos, pues creo que debe
guiarnos la objetividad más completa. Como veremos a lo largo de sus líneas, en
este texto María Josefa aparece como una persona sin escrúpulos, capaz de
mantener alegremente relaciones extramaritales o de comprar cuantos políticos venales pasasen por su salón. Como se verá, es una visión de
ella muy distinta a la que venimos exponiendo pero necesaria para ir completando
distintos puntos de vista. Quizá, soló con una perpectiva equidistante de todas las que vamos descubriendo podremos hacernos una idea cabal de cómo fueron, realmente, las cosas y las personas, que fueron humanas, eso seguro, y por tanto imperfectas.
En cuanto al autor, Carlos Le Brun,
es muy poco lo que sabe de él, apenas sólo la información que él mismo facilita en la portada de su libro, que copio a continuación:
“RETRATOS POLÍTICOS
DE LA
REVOLUCIÓN DE ESPAÑA,
Ó
DE LOS PRINCIPALES PERSONAGES QUE HAN JUGADO EN ELLA, MU-
CHOS DE LOS QUALES ESTAN SACADOS EN CARICATURAS POR EL
RIDICULO EN QUE ELLOS MISMOS
SE HABÍAN PUESTO, QUANDO EL RETRATISTA LOS IBA SACANDO ; CON UNAS OBSER-
VACIONES POLITICAS AL FIN SOBRE LA MISMA ; Y LA RESOLUCION DE LA QÜES-
TION DE PORQUE SE MALOGRO ESTA, Y NO LA DE LOS ESTADOS-UNIDOS.
PUBLICADOS EN CASTELLANO
POR
DN CARLOS LE BRUN
Ciudadano de los Estados-Unidos é Interprete del gobierno de la Republica
de Pensilvania;
Autor “del Beneficio de un Filósofo,” —“de una Gramática Inglesa
y Española,” y
Traductor “de los Ensayos de Pope sobre el Hombre,”—“del Anti-Anglo-
mano,”—“de la Libertad de los Mares,”—y otros Libros de Literatúra [sic].
-- O --
IMPRESO EN FILADELFIA,
DONDE SE ENCONTRARÁ DE VENTA EN CASA DEL EDITOR.
-- O –
Año de1826”
Según se deduce de la lectura de los
“Retratos”, el libro contiene cerca de doscientos, y de la poca bibliografía
que he localizado sobre él, principalmente la obra de Francisco Cuevas Cervera, Le Brun tuvo que vivir de cerca la mayoría de los acontecimientos que
narra, pues sus observaciones parecen de primera mano. Ojalá el futuro depare
hallazgos en archivos españoles o estadounidenses que ayuden a completar su
biografía, pues debe ser de mucho interés.
Le dejo ya con el texto, no sin avisarle de las peculiaridades de la ortografía de la época, que he respetado escrupulosamente.
“DUQUESA DE OSUNA
¿Cómo
había de faltar una muger en nuestras caricaturas[1] políticas? No puede faltar en ninguna parte. La Duquesita de noventa
años[2] es tan servil, como grande, y es grande de primera clase. Item mas, compañera,
complice, y camarada de Maria Luisa, de feliz recordacion para la España. Entra
en nuestra biografia, por que la ha metido Martinez de la Rosa, ministro de
Estado constitucional ; y por que ha tomado cartas por la causa del
liberalismo, que es la suya. Es el infantado de su sexô[3] en
la grandeza, y los únicos calzones del servilismo mugeril y ducal. Ha tenido en
las dos epocas una decision contra la libertad que la ha distinguido de todas
las grandes. Bien que[4], con libertad ó sin libertad, ella ha
tenido siempre fluxo[5] de intervenir en el gobierno. Criada
sensual y políticamente en la escuela de la Reyna Maria Luisa, ha tenido siempre
buenos mozos que proteger y amantes que acomodar[6]. O es su edad matusalenica, ó su cantera
maligna, lo cierto es, que tiene música para la intriga ; y en la primera epoca[7]
tocó teclas de diputados y de ministros,
quando las discusiones de la constitución, y las de Señoríos, que parecía
imposible dexaran de sonar, como ella las tocó, y no sonaron sin embargo ; y es,
que había entonces un poquitillo de mas entusiasmo, é iban unidas la causa de
la libertad constitucional, y la de la independencia política de la nacion, que
sostenía el amor propio de los Españoles, y la rutina misma, que obra hoy por
el absolutismo. No había entonces Martinez de la Rosa ni otro ningún diputado,
que fuese todavia á la escuela, como él, y pudiese esperar que lo hiciesen
emperador, o ganar la banda[8]. Toreno, unico liberal rigurosamente
aristocratico, y que tenía tambien tocador y peluquero, y servía la causa del
liberalismo, para aumentar su aristocracia, por que era entonces la libertad la
única nobleza de la España libre, no había descubierto la táctica de los
empréstitos, y creía que una vinculación de cien reales, como la suya en
Asturias, era el non plus ultra de la
opulencia. Por otra parte no se había hecho el liberalismo materia del adorno
de los representantes ; ni se conocía entonces otro que el de los principios,
que, aunque peligroso, no argüía mala fé. Tal qual liberal de negocio se
encontraba, que esperaba vivir del liberalismo; pero nunca, como en la segunda época,
congresos enteros, y dos ó tres juegos de ministerios, que lo cambiasen por
numerario, y tuviesen la impudencia de mezclarlo con la aristocracia mas
rancia públicamente en las sesiones, —y así fue, que la Duquesa de Osuna no
hizo, por más que hizo, prosélitos como en la segunda,— y sólo tal qual
subalterno de cortes, ó amigo de calle de algún ministro pudo quedar por ella
en el encargo de ofrecer dinero y proteccion al que la sirviese, vendiendo la
causa de la libertad, y manteniendo en el hecho el despotismo hasta la venida
de Fernando, que le volviese sus derechos de destrozar á su gusto, sin
permitirle siquiera el triste recurso de llorar á los que sufriesen.
Formó
en Cádiz[9] su
Excelencia un banco en su casa de servilismo, á donde viniesen á cambiar los
liberales sus principios y opinión de libertad. Su tertulia no tenía otro
objeto ; y los corredores de este negociado infame buscaban por todas partes
parroquianos de todas profesiones para cuando llegase el momento del auto
de fé de la libertad. Hubiera sido
necesario ver la impudencia con que se manejaba esta reunión, para poderlo
soñar siquiera. Está esta propensión al absolutismo en la naturaleza de la
Grandeza, y es un error querer con decretos solamente darle el giro a la
libertad. Los plebeyos mismos, que la notan en los grandes, se tocan de este
impulso, porque al cabo son todos llevados por el mismo movimiento en la
sociedad ; y se vió a Martínez de la Rosa, el diputado, y el ministro después,
y tan lleno de la opinión, entonces muy lizongera [sic], de liberal, tener á mucha honra baxarse en publico á coger las
migajas de aristocracia que le iba dexando caer, al descuido, la Duquesa, y
comer después aquel dia y dormir aquella noche con la satisfaccion mayor del
mundo, porque había yá por el camino de la libertad arribado á la altura á que
nunca esperó llegar de hombrearse con Grandes y con Duquesas, y hasta con la
que era y pasaba por la nata momica[10] de la Grandeza, que era el finibus
terre [sic] de sus deseos. ¿Cómo se
reiría á sus solas la tal Duquesa con esta miserable pobreza de espíritu de
Martinitos? y ¡qué de cosas no dirían allá entre sí estos seres superiores de
la especie, que ven á los demás á una distancia telescopica, y los desdeñan,
como a las hormigas, y escarabajos! Si, señores, ésta Osuna ha tenido siempre
en su casa la bandera del mal partido: allí fueron un tiempo á alistarse los
cortejos de María Luisa ; allí después los godoistas, y los afrancesados ; se
pagaba allí luego el enganche del servilismo ; acuden á ella las reclutas de
las liberales ; y hay para eso en su tertulia oradores pagados del absolutismo
al descubierto ; y los hay, como Martinez de la Rosa, del absolutismo
disimulado, que ponderando las dificultades y riesgos de la libertad, desaniman
poco a poco, y vienen á caer en la necesidad de separarse de ella. En la
caricatura siguiente, que será la de Martinez de la Rosa, se esclarecerá mas la
de la de Osuna, que en política, hacen una misma, solo que la de ésta está sin
pomadas, ni aguas de olor, sino monda y lironda, como es por sus principios y
conducta política. Yá se dá una idea por lo dicho, de que la Duquesa no debe
ser tan tonta como él."
Retratos políticos de la Revolución
de España, de Carlos
Le Brun.
(Filadelfia, 1826). Págs. 136 a 138.
(Ejemplar manuscrito de la
Constitución de 1812)
(Continuará).
[1]
El significado de “caricatura” es el usual, según se deduce de la lectura del
título completo de la obra.
[2]
El año de publicación del libro, 1826, la Duquesa tenía setenta y seis años.
Fallecerá ocho años después. En consonancia con el espíritu satírico de la
obra, Le Brun le añade unos añitos, para ofenderla más si cabe. Unas líneas más
abajo se refiere a su edad como “matusalenica”. Está claro que con la
publicación de este libro el autor no deseaba hacer amigos
[3]
Como decíamos al principio, la ortografía del texto es la propia de la época,
llena de galicismos y resabios de las décadas anteriores, sobre todo de la
segunda mitad del siglo XVIII.
[4]
He aquí otro ejemplo de lo comentado en la nota anterior. En este caso se trata
del uso de una conjunción concesiva calcada del francés. Equivale a la
conjunción española “aunque”.
[5]
Aquí parece tratarse del uso en sentido figurado de una expresión muy común en
el lenguaje médico y que, en ese caso, teniendo en cuenta la patente misoginia
del autor, parece venir a subestimar a María Josefa por ser mujer.
[6]
Como los lectores saben, en aquella época, y proveniente de Francia, que
dictaba las modas, existía en las clases acomodadas urbanas, sobre todo en las
cortes europeas, la figura del chevalier
servant, un hombre, generalmente joven, apuesto y bien educado, que
acompañaba a una señora casada en fiestas y saraos a los que el marido no podía
asistir. Ellas solían elegirlos porque veían en ellos un futuro prometedor en
la sociedad y, dejando que las acompañaran, ayudaban a su promoción. Su
existencia estaba muy reñida con la consideración tradicional en España del comportamiento
de la mujer en el matrimonio, donde el esposo era el único que podía tomarse libertades
parecidas. En el caso del matrimonio de los duques, es muy posible que estos
acompañantes fueran vistos con toda naturalidad. En cualquier caso, el
comentario de Le Brun tiene una clara intención difamatoria.
[7]
A lo largo del texto se habla varias veces de dos épocas, dos periodos del reinado
de Fernando VII en los que predominaron posiciones liberales y se vivió con
mayor libertad. Como ya supone el lector, el primero se refiere al de las Cortes
de Cádiz y el segundo al Trienio Liberal. Ambos acabaron con una fuerte reacción
conservadora, aunque el primero, según la mayoría de las referencias, fue más
ilusionante y de mayor “pureza revolucionaria”. Le Brun deja ver en estas
páginas la amargura del que ve la ocasión perdida.
[8] No
sabemos con exactitud a qué banda puede referirse, aunque la alusión a una distinción
real parece evidente.
[9]
Tras la Batalla de Ocaña (noviembre de 1809), María Josefa y parte de su
familia se refugió en Cádiz, donde permaneció hasta el otoño de 1813.
[10]
El adjetivo ‘mómico’ parece un neologismo creado por Le Brun. Su definición
sería algo así como “Relativo o perteneciente a las momias”.
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