martes, 22 de septiembre de 2015

Pedro Téllez-Girón, príncipe de Anglona (20 bis)



(Fotografía de Martínez de la Rosa 
en su vejez)


Recordará el lector que en la última de las entregas de esta serie le prometí traerle el texto de Le Brun dedicado a la madre de Anglona, duquesa de Osuna y condesa-duquesa de Benavente. Con su publicación quiero compensar las posibles anomalías o desequilibrios en la opinión que puedan existir en esta serie de artículos, pues creo que debe guiarnos la objetividad más completa. Como veremos a lo largo de sus líneas, en este texto María Josefa aparece como una persona sin escrúpulos, capaz de mantener alegremente relaciones extramaritales o de comprar cuantos políticos venales pasasen por su salón. Como se verá, es una visión de ella muy distinta a la que venimos exponiendo pero necesaria para ir completando distintos puntos de vista. Quizá, soló con una perpectiva equidistante de todas las que vamos descubriendo podremos hacernos una idea cabal de cómo fueron, realmente, las cosas y las personas, que fueron humanas, eso seguro, y por tanto imperfectas.
            En cuanto al autor, Carlos Le Brun, es muy poco lo que sabe de él, apenas sólo la información que él mismo facilita en la portada de su libro, que copio a continuación:


RETRATOS POLÍTICOS
DE LA
REVOLUCIÓN DE ESPAÑA,
Ó
DE LOS PRINCIPALES PERSONAGES QUE HAN JUGADO EN ELLA, MU-
CHOS DE LOS QUALES ESTAN SACADOS EN CARICATURAS POR EL
RIDICULO EN QUE ELLOS MISMOS
SE HABÍAN PUESTO, QUANDO EL RETRATISTA LOS IBA SACANDO ; CON UNAS OBSER-
VACIONES POLITICAS AL FIN SOBRE LA MISMA ; Y LA RESOLUCION DE LA QÜES-
TION DE PORQUE SE MALOGRO ESTA, Y NO LA DE LOS ESTADOS-UNIDOS.

PUBLICADOS EN CASTELLANO

POR

DN CARLOS LE BRUN

Ciudadano de los Estados-Unidos é Interprete del gobierno de la Republica
de Pensilvania;
Autor “del Beneficio de un Filósofo,” —“de una Gramática Inglesa
y Española,” y
Traductor “de los Ensayos de Pope sobre el Hombre,”—“del Anti-Anglo-
mano,”—“de la Libertad de los Mares,”—y otros Libros de Literatúra [sic].

-- O --  

IMPRESO EN FILADELFIA,
DONDE SE ENCONTRARÁ DE VENTA EN CASA DEL EDITOR.
-- O –
Año de1826”



            Según se deduce de la lectura de los “Retratos”, el libro contiene cerca de doscientos, y de la poca bibliografía que he localizado sobre él, principalmente la obra de Francisco Cuevas Cervera, Le Brun tuvo que vivir de cerca la mayoría de los acontecimientos que narra, pues sus observaciones parecen de primera mano. Ojalá el futuro depare hallazgos en archivos españoles o estadounidenses que ayuden a completar su biografía, pues debe ser de mucho interés.
            Le dejo ya con el texto, no sin avisarle de las peculiaridades de la ortografía de la época, que he respetado escrupulosamente.

“DUQUESA DE OSUNA
            ¿Cómo había de faltar una muger en nuestras caricaturas[1] políticas? No puede faltar en ninguna parte. La Duquesita de noventa años[2] es tan servil, como grande, y es grande de primera clase. Item mas, compañera, complice, y camarada de Maria Luisa, de feliz recordacion para la España. Entra en nuestra biografia, por que la ha metido Martinez de la Rosa, ministro de Estado constitucional ; y por que ha tomado cartas por la causa del liberalismo, que es la suya. Es el infantado de su sexô[3] en la grandeza, y los únicos calzones del servilismo mugeril y ducal. Ha tenido en las dos epocas una decision contra la libertad que la ha distinguido de todas las grandes. Bien que[4], con libertad ó sin libertad, ella ha tenido siempre fluxo[5] de intervenir en el gobierno. Criada sensual y políticamente en la escuela de la Reyna Maria Luisa, ha tenido siempre buenos mozos que proteger y amantes que acomodar[6]. O es su edad matusalenica, ó su cantera maligna, lo cierto es, que tiene música para la intriga ; y en la primera epoca[7] tocó teclas de diputados y de ministros, quando las discusiones de la constitución, y las de Señoríos, que parecía imposible dexaran de sonar, como ella las tocó, y no sonaron sin embargo ; y es, que había entonces un poquitillo de mas entusiasmo, é iban unidas la causa de la libertad constitucional, y la de la independencia política de la nacion, que sostenía el amor propio de los Españoles, y la rutina misma, que obra hoy por el absolutismo. No había entonces Martinez de la Rosa ni otro ningún diputado, que fuese todavia á la escuela, como él, y pudiese esperar que lo hiciesen emperador, o ganar la banda[8]. Toreno, unico liberal rigurosamente aristocratico, y que tenía tambien tocador y peluquero, y servía la causa del liberalismo, para aumentar su aristocracia, por que era entonces la libertad la única nobleza de la España libre, no había descubierto la táctica de los empréstitos, y creía que una vinculación de cien reales, como la suya en Asturias, era el non plus ultra de la opulencia. Por otra parte no se había hecho el liberalismo materia del adorno de los representantes ; ni se conocía entonces otro que el de los principios, que, aunque peligroso, no argüía mala fé. Tal qual liberal de negocio se encontraba, que esperaba vivir del liberalismo; pero nunca, como en la segunda época, congresos enteros, y dos ó tres juegos de ministerios, que lo cambiasen por numerario, y tuviesen la impudencia de mezclarlo con la aristocracia mas rancia públicamente en las sesiones, —y así fue, que la Duquesa de Osuna no hizo, por más que hizo, prosélitos como en la segunda,— y sólo tal qual subalterno de cortes, ó amigo de calle de algún ministro pudo quedar por ella en el encargo de ofrecer dinero y proteccion al que la sirviese, vendiendo la causa de la libertad, y manteniendo en el hecho el despotismo hasta la venida de Fernando, que le volviese sus derechos de destrozar á su gusto, sin permitirle siquiera el triste recurso de llorar á los que sufriesen.
            Formó en Cádiz[9] su Excelencia un banco en su casa de servilismo, á donde viniesen á cambiar los liberales sus principios y opinión de libertad. Su tertulia no tenía otro objeto ; y los corredores de este negociado infame buscaban por todas partes parroquianos de todas profesiones para cuando llegase el momento del auto de fé de la libertad. Hubiera sido necesario ver la impudencia con que se manejaba esta reunión, para poderlo soñar siquiera. Está esta propensión al absolutismo en la naturaleza de la Grandeza, y es un error querer con decretos solamente darle el giro a la libertad. Los plebeyos mismos, que la notan en los grandes, se tocan de este impulso, porque al cabo son todos llevados por el mismo movimiento en la sociedad ; y se vió a Martínez de la Rosa, el diputado, y el ministro después, y tan lleno de la opinión, entonces muy lizongera [sic], de liberal, tener á mucha honra baxarse en publico á coger las migajas de aristocracia que le iba dexando caer, al descuido, la Duquesa, y comer después aquel dia y dormir aquella noche con la satisfaccion mayor del mundo, porque había yá por el camino de la libertad arribado á la altura á que nunca esperó llegar de hombrearse con Grandes y con Duquesas, y hasta con la que era y pasaba por la nata momica[10] de la Grandeza, que era el finibus terre [sic] de sus deseos. ¿Cómo se reiría á sus solas la tal Duquesa con esta miserable pobreza de espíritu de Martinitos? y ¡qué de cosas no dirían allá entre sí estos seres superiores de la especie, que ven á los demás á una distancia telescopica, y los desdeñan, como a las hormigas, y escarabajos! Si, señores, ésta Osuna ha tenido siempre en su casa la bandera del mal partido: allí fueron un tiempo á alistarse los cortejos de María Luisa ; allí después los godoistas, y los afrancesados ; se pagaba allí luego el enganche del servilismo ; acuden á ella las reclutas de las liberales ; y hay para eso en su tertulia oradores pagados del absolutismo al descubierto ; y los hay, como Martinez de la Rosa, del absolutismo disimulado, que ponderando las dificultades y riesgos de la libertad, desaniman poco a poco, y vienen á caer en la necesidad de separarse de ella. En la caricatura siguiente, que será la de Martinez de la Rosa, se esclarecerá mas la de la de Osuna, que en política, hacen una misma, solo que la de ésta está sin pomadas, ni aguas de olor, sino monda y lironda, como es por sus principios y conducta política. Yá se dá una idea por lo dicho, de que la Duquesa no debe ser tan tonta como él."

Retratos políticos de la Revolución de España, de Carlos Le Brun.
(Filadelfia, 1826). Págs. 136 a 138.



(Ejemplar manuscrito de la
Constitución de 1812)


(Continuará).




[1] El significado de “caricatura” es el usual, según se deduce de la lectura del título completo de la obra.

[2] El año de publicación del libro, 1826, la Duquesa tenía setenta y seis años. Fallecerá ocho años después. En consonancia con el espíritu satírico de la obra, Le Brun le añade unos añitos, para ofenderla más si cabe. Unas líneas más abajo se refiere a su edad como “matusalenica”. Está claro que con la publicación de este libro el autor no deseaba hacer amigos

[3] Como decíamos al principio, la ortografía del texto es la propia de la época, llena de galicismos y resabios de las décadas anteriores, sobre todo de la segunda mitad del siglo XVIII.

[4] He aquí otro ejemplo de lo comentado en la nota anterior. En este caso se trata del uso de una conjunción concesiva calcada del francés. Equivale a la conjunción española “aunque”.

[5] Aquí parece tratarse del uso en sentido figurado de una expresión muy común en el lenguaje médico y que, en ese caso, teniendo en cuenta la patente misoginia del autor, parece venir a subestimar a María Josefa por ser mujer.

[6] Como los lectores saben, en aquella época, y proveniente de Francia, que dictaba las modas, existía en las clases acomodadas urbanas, sobre todo en las cortes europeas, la figura del chevalier servant, un hombre, generalmente joven, apuesto y bien educado, que acompañaba a una señora casada en fiestas y saraos a los que el marido no podía asistir. Ellas solían elegirlos porque veían en ellos un futuro prometedor en la sociedad y, dejando que las acompañaran, ayudaban a su promoción. Su existencia estaba muy reñida con la consideración tradicional en España del comportamiento de la mujer en el matrimonio, donde el esposo era el único que podía tomarse libertades parecidas. En el caso del matrimonio de los duques, es muy posible que estos acompañantes fueran vistos con toda naturalidad. En cualquier caso, el comentario de Le Brun tiene una clara intención difamatoria.
   
[7] A lo largo del texto se habla varias veces de dos épocas, dos periodos del reinado de Fernando VII en los que predominaron posiciones liberales y se vivió con mayor libertad. Como ya supone el lector, el primero se refiere al de las Cortes de Cádiz y el segundo al Trienio Liberal. Ambos acabaron con una fuerte reacción conservadora, aunque el primero, según la mayoría de las referencias, fue más ilusionante y de mayor “pureza revolucionaria”. Le Brun deja ver en estas páginas la amargura del que ve la ocasión perdida.

[8] No sabemos con exactitud a qué banda puede referirse, aunque la alusión a una distinción real parece evidente.  

[9] Tras la Batalla de Ocaña (noviembre de 1809), María Josefa y parte de su familia se refugió en Cádiz, donde permaneció hasta el otoño de 1813.

[10] El adjetivo ‘mómico’ parece un neologismo creado por Le Brun. Su definición sería algo así como “Relativo o perteneciente a las momias”. 

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