La duquesa de Osuna, detalle. Goya, 1785
Mucho más difícil va a resultar determinar con exactitud y verdadera
certeza la fecha de posesión del primer Ayuntamiento de Osuna del Trienio Liberal. La
última de las Actas Capitulares
conservadas pertenecientes al Sexenio Absolutista está fechada el 24 de diciembre
de 1819, ocho días antes del Pronunciamiento de Riego en Las Cabezas y de López
Baños en Osuna, como ya vimos (Memorias
de don Antonio Alcalá Galiano, capítulo 32 de la 1º parte ). Dado que uno
de los primeros actos de Riego en Las Cabezas fue proclamar la Constitución , es muy
posible que López Baños hiciera lo mismo en Osuna, donde, antes de marchar
hacia Cádiz, habría dejado una guarnición que asegurase la continuidad de la
corporación recién nombrada. De todas formas, no hemos podido constatarlo al
haber desaparecido los documentos oficiales (véase el artículo n. 12). Así
se explicaría ese vacío en las Actas Capitulares ursaonenses entre el 24 de
diciembre de 1819 y el 12 de junio de 1823 (Archivo Municipal de Osuna, Actas
Capitulares, signs. 107 y 108; fols. 214 rto. y vto, y 1
vto. respectivamente), y tendríamos una clara señal del inicio del Trienio
Liberal en Osuna de forma simultánea a Las Cabezas de San Juan. Si se
confirmara esta hipótesis mediante futuros, pero improbables, hallazgos
documentales, podría afirmarse que Osuna fue una de las primeras localidades de
todo el país donde se volvió a proclamar la Constitución de 1812,
una de las primeras de toda la
Historia , la tercera, para ser más exactos: Estados Unidos (1787),
Francia (1791), España (1812), Noruega y Holanda (1814), etc. (Los problemas constitucionales de España,
Práxedes Zancada, Madrid, 1930; págs. 7 y 8). En ese caso, muy probable, podría
afirmarse que cuando Fernando VII cedió al restablecimiento de la Constitución y firmó
el célebre Manifiesto del Rey a la nación
española (10 de marzo de 1820) —donde se incluye aquello de “Marchemos
francamente, y Yo el primero, por la senda constitucional”—, la localidad
ursaonense llevaba ya tres meses caminando por dicha senda.
Pero volvamos a Anglona, muy activo, como ya dijimos, en estos tres años.
Vamos a hacerlo tomando prestadas las palabras que Carlos Le Brun le dedica en
las páginas 209 y 210 de su obra Retratos
políticos de la Revolución
de España (Filadelfia, 1826). Le Brun parece muy poco objetivo, demasiado
apasionado y muy dado al uso del sarcasmo. En las dos páginas que le dedica
carga continuamente contra la condesa-duquesa de Benavente, viuda del noveno
duque de Osuna y madre de Anglona, a quien llama “alma y vida del servilismo”,
debiendo entenderse por “serviles” a los partidarios de un Fernando VII que
reinara de manera absoluta. Comete errores al suponer a Anglona falto del
cariño de su madre y, en sus observaciones sobre la mujer en general, deja ver
un machismo que hace a uno dudar de lo avanzado de la mentalidad de los
liberales de la época. A pesar de estos defectos, su libro es de lectura
imprescindible para el conocimiento de los protagonistas de la política de la época.
Les dejo con el texto en cuestión, que me fue enviado por el insigne investigador
ursaonense Francisco Luis Díaz Torrejón en abril de 2001. Hoy día está al
alcance de todos gracias a la inmensa, casi infinita, biblioteca que es esta red de redes. Borges, por cierto, disfrutaría con ella.
“El príncipe de Anglona, hijo de la
famosa duquesa, cuya caricatura queda yá hecha y era el alma y vida del
servilismo. Fué liberal, y es quanto podíamos decir á favor de sus principios.
Debía tener que vencer mucho para serlo el hijo de tal madre. Ni aun estaba en
el circulo de lo posible que el servilismo mas graduado engendrase la libertad.
Hay tambien en la política, como hemos visto, fenómenos, como en la física. Un Grande liberal en uno: una Grande, es otro aún mayor, porque las mugeres
grandes debían ser allá en su engreimiento y vanidad, mas grandes que los
hombres; la mayor finura de sus fibras, las debe hacer más fuertes las
impresiones, que la de los hombres, que están formados, parece, mas á marcha
martillo; —un obispo lo sería más todavía; por eso es una rara avis—; y un Rey liberal, escandalizaría al universo,
y tocarían á rebato todos los planetas, si se diese; porque esto sería
identificar el sí y el nó, la libertad y la esclavitud. Anglona no está tan
lexos de esta posibilidad, como un monarca; pero allá se vá si se junta lo Grande, lo Osuna, y lo General, que todo
junto y pasado por la tertulia y miras de su madre, debía ser bastante para
servilizar al mundo, demonio y carne, si fuese posible. Por eso, en las cortes,
quando lo incluyeron en las ternas, para el consejo de Estado, no dudaron ni un
instante de su merito, como liberal, y su madre con un servilismo marroquí, era
para eso su principal recomendación; pues presentaba desde luego las
dificultades, que su hijo, en razon de tal, habría tenido que vencer para el
liberalismo. Fué siempre fiel á la profesión de liberal, que había hecho; ni
los peligros que empezó á correr la libertad, le intimidaron, ni le hicieron
volver atrás. Anglona se labró siempre el odio de Fernando por la conseqüencia que
guardó siempre á sus principios, y á su adhesión á la Constitución. Acaso su
madre lo trata, como hijo espureo y degenerado por esta razón, entendiendo que
su razón en esta parte debe seguir el curso de su naturaleza, y estarle sugeta
su alma, como su cuerpo. ¡Pobre razon de Anglona si se debiese suponer
engendrada por la de su madre! ¡Y pobre la de todos los españoles, si fuese
cierto que se transmitiesen así las almas, como los cuerpos!”.
Eso es todo por hoy. En el siguiente número, que va a denominarse 20bis,
prometo incluir las palabras que Le Brun dedica a la duquesa de Osuna, que,
desde luego, no tienen desperdicio.
(Continuará).
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