Mapa francés de 1760
(Procedencia: corazonleon.blogspot.com.es)
A
estas alturas de su vida, en 1814, Anglona tiene veintiocho años y acaba de
obtener el grado de Teniente General, ascenso que se ha ganado a pulso en los
seis años que ha durado la guerra contra las tropas napoleónicas. A diferencia
de su hermano Francisco de Borja, duque de Osuna desde 1807, durante estos años Anglona pasó penalidades y vio peligrar su vida en multitud de ocasiones pero,
al menos, todo lo pasado fue reconocido de manera oficial: las tropas de las
que formaba parte, y que acabó mandando en sustitución de duque del Parque, se
hicieron merecedoras de una condecoración especial, la llamada “Cruz de
Distinción del Tercer Ejército”, creada por Fernando VII el 31 de marzo de
1815. Esta condecoración, que, por su forma y motivación, se asimila a las
muchas que se crearon para premiar a los militares que lucharon contra las
tropas napoleónicas, posee la particularidad de contener una orla en la cual
pueden leerse las palabras “VENCEDOR DEL ESTRECHO AL PIRINEO”, frase muy
acertada. De hecho, y según datos extraídos de diversas fuentes —el expediente
personal de Anglona que se guarda en la “Sección Célebres” del Archivo General
Militar de Segovia, la biografía ya mencionada escrita por el marqués de
Miraflores y otras obras que no voy a detallar ahora pero podrán consultarse en
la bibliografía final—, en el periodo comprendido entre mayo de 1808 y abril de
1814 Anglona había participado en acciones de guerra, al menos, en los
siguientes lugares —aparecen por orden cronológico y localizadas en las
provincias actuales, división administrativa creada con posterioridad a los
hechos narrados, en 1833—: Utrera (Sevilla), Andújar (Jaén), Bailén (Jaén),
Madrid (tras la huida de los franceses), Tudelilla (La Rioja), Calahorra (La Rioja ), Uclés (Cuenca), Mora
(Toledo), Ciudad Real, Talavera (Toledo), Tamames (Salamanca), San Fernando
(Cádiz), Cádiz, Chiclana (Cádiz), Álora (Málaga), Campillos (Málaga), Bornos
(Cádiz), Málaga, Osuna (Sevilla; segunda y definitiva entrada de las fuerzas
antinapoleónicas), Tarifa (Cádiz), Granada, Antequera (Málaga), La Campana
(Sevilla), Jaén, Carcagente (el actual Carcaixent, Valencia), Valencia,
Tarragona, Tortosa (Tarragona), Pamplona, Irún (Guipúzcoa) y Bayona (ya en
suelo francés). Como ya sabemos, en esta ciudad —donde se había redactado el
“Estatuto de Bayona” (julio de 1808), que nombraba a José Napoleón “Rey de las
Españas y de las Indias”—, se firma en el mes de abril de 1814 el armisticio
que da fin a las hostilidades entre los dos bandos; según mis datos, Anglona se
encuentra en la ciudad en ese momento.
Del itinerario seguido por nuestro
protagonista se deduce que durante los seis años se estuvo moviendo al ritmo
que lo hacían los franceses, pues tras la derrota que sufrieron en Bailén,
donde Anglona tomó parte activa y finalmente fue elegido para custodiar al
vencido general Dupont, las tropas napoleónicas abandonaron Madrid y
retrocedieron hasta la línea del Ebro, camino que sigue el hermano del duque de
Osuna. Luego, en el mes de noviembre de 1809, los franceses vencen en la Batalla de Ocaña (Toledo) y
bajan hacia el sur hasta dominar casi todo el territorio del país exceptuada la
ciudad de Cádiz, que se convirtió a partir de febrero de 1810 en el refugio de
los miembros de la nobleza española que no ocupaban plaza en el ejército.
Precisamente, en esa ciudad y en ese año, aquel de los seis en el que se
registran menos batallas, Anglona contrae matrimonio. Como curiosidad, y para
que veamos que Mariano Téllez-Girón, “el manirroto”, tenía a quién salir,
durante la estancia en Cádiz de la madre de Anglona y de sus hijos, y a pesar
de que los franceses habían confiscado todas las rentas y propiedades ducales
en territorio español, el número de sirvientes de la familia era de treinta y
cuatro, lo que supone, incluyendo la familia política —las tres hijas y el
duque estaban ya casados—, más de tres por persona. Quien quiera conocer más
sobre el carácter derrochador de la condesa-duquesa de Benavente, madre de
Anglona y, por lo tanto, abuela de Mariano, puede leer el capítulo V de la
conocida biografía de Mariano Téllez Girón que escribió Antonio Marichalar, Riesgo y ventura del duque de Osuna;
parece que esa afición a tirar el dinero tenía origen familiar, en un mal
ejemplo de conducta, en la existencia de un modelo éticamente reprobable
durante los años de la infancia. De todas formas, del uso de la ostentación y
del despilfarro económico como manera de marcar diferencias sociales habría
mucho que hablar, pues, aunque hoy nos pueda parecer mentira, en épocas
anteriores de la historia este estilo de vida podía contribuir a dignificar a
las personas, a prestigiarlas ante los demás. Así pues, no es de extrañar, por
otra parte, que individuos como Mariano Téllez-Girón estuviesen rodeados
siempre de personas que intentaban vivir a su costa, y seguro que muchos de
ellos lo conseguían, creándose de esta manera un flujo inverso de la riqueza,
basado en una especie de justicia social indirecta y protagonizado por personas
cuyas vidas merecen, ciertamente, una recreación literaria. En general, la
historia de la casa de Osuna durante los siglos XVIII y XIX presenta grandes
atractivos para los escritores de novela, aunque por el momento pocos los hayan
sabido aprovechar. Existen excepciones, como Almudena de Arteaga: su obra Capricho, publicada en 2012, novela el
periodo de la vida de la madre de Anglona comprendido entre 1796 y 1814. Ojalá
esta humilde serie de artículos sirva para que algún escritor con tiempo y
talento suficientes se embarque en la empresa de escribir un nuevo libro con
esta temática. Sería una gran satisfacción personal.
En el próximo número intentaremos adentrarnos en la época que los
historiadores llaman el Sexenio Absolutista, que supuso la anulación de todos
los logros de la
Constitución de 1812.
(Continuará)
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