martes, 5 de mayo de 2015

Pedro Téllez-Girón, príncipe de Anglona (7)



Mapa francés de 1760
(Procedencia: corazonleon.blogspot.com.es)


A estas alturas de su vida, en 1814, Anglona tiene veintiocho años y acaba de obtener el grado de Teniente General, ascenso que se ha ganado a pulso en los seis años que ha durado la guerra contra las tropas napoleónicas. A diferencia de su hermano Francisco de Borja, duque de Osuna desde 1807, durante estos años Anglona pasó penalidades y vio peligrar su vida en multitud de ocasiones pero, al menos, todo lo pasado fue reconocido de manera oficial: las tropas de las que formaba parte, y que acabó mandando en sustitución de duque del Parque, se hicieron merecedoras de una condecoración especial, la llamada “Cruz de Distinción del Tercer Ejército”, creada por Fernando VII el 31 de marzo de 1815. Esta condecoración, que, por su forma y motivación, se asimila a las muchas que se crearon para premiar a los militares que lucharon contra las tropas napoleónicas, posee la particularidad de contener una orla en la cual pueden leerse las palabras “VENCEDOR DEL ESTRECHO AL PIRINEO”, frase muy acertada. De hecho, y según datos extraídos de diversas fuentes —el expediente personal de Anglona que se guarda en la “Sección Célebres” del Archivo General Militar de Segovia, la biografía ya mencionada escrita por el marqués de Miraflores y otras obras que no voy a detallar ahora pero podrán consultarse en la bibliografía final—, en el periodo comprendido entre mayo de 1808 y abril de 1814 Anglona había participado en acciones de guerra, al menos, en los siguientes lugares —aparecen por orden cronológico y localizadas en las provincias actuales, división administrativa creada con posterioridad a los hechos narrados, en 1833—: Utrera (Sevilla), Andújar (Jaén), Bailén (Jaén), Madrid (tras la huida de los franceses), Tudelilla (La Rioja), Calahorra (La Rioja), Uclés (Cuenca), Mora (Toledo), Ciudad Real, Talavera (Toledo), Tamames (Salamanca), San Fernando (Cádiz), Cádiz, Chiclana (Cádiz), Álora (Málaga), Campillos (Málaga), Bornos (Cádiz), Málaga, Osuna (Sevilla; segunda y definitiva entrada de las fuerzas antinapoleónicas), Tarifa (Cádiz), Granada, Antequera (Málaga), La Campana (Sevilla), Jaén, Carcagente (el actual Carcaixent, Valencia), Valencia, Tarragona, Tortosa (Tarragona), Pamplona, Irún (Guipúzcoa) y Bayona (ya en suelo francés). Como ya sabemos, en esta ciudad —donde se había redactado el “Estatuto de Bayona” (julio de 1808), que nombraba a José Napoleón “Rey de las Españas y de las Indias”—, se firma en el mes de abril de 1814 el armisticio que da fin a las hostilidades entre los dos bandos; según mis datos, Anglona se encuentra en la ciudad en ese momento.
            Del itinerario seguido por nuestro protagonista se deduce que durante los seis años se estuvo moviendo al ritmo que lo hacían los franceses, pues tras la derrota que sufrieron en Bailén, donde Anglona tomó parte activa y finalmente fue elegido para custodiar al vencido general Dupont, las tropas napoleónicas abandonaron Madrid y retrocedieron hasta la línea del Ebro, camino que sigue el hermano del duque de Osuna. Luego, en el mes de noviembre de 1809, los franceses vencen en la Batalla de Ocaña (Toledo) y bajan hacia el sur hasta dominar casi todo el territorio del país exceptuada la ciudad de Cádiz, que se convirtió a partir de febrero de 1810 en el refugio de los miembros de la nobleza española que no ocupaban plaza en el ejército. Precisamente, en esa ciudad y en ese año, aquel de los seis en el que se registran menos batallas, Anglona contrae matrimonio. Como curiosidad, y para que veamos que Mariano Téllez-Girón, “el manirroto”, tenía a quién salir, durante la estancia en Cádiz de la madre de Anglona y de sus hijos, y a pesar de que los franceses habían confiscado todas las rentas y propiedades ducales en territorio español, el número de sirvientes de la familia era de treinta y cuatro, lo que supone, incluyendo la familia política —las tres hijas y el duque estaban ya casados—, más de tres por persona. Quien quiera conocer más sobre el carácter derrochador de la condesa-duquesa de Benavente, madre de Anglona y, por lo tanto, abuela de Mariano, puede leer el capítulo V de la conocida biografía de Mariano Téllez Girón que escribió Antonio Marichalar, Riesgo y ventura del duque de Osuna; parece que esa afición a tirar el dinero tenía origen familiar, en un mal ejemplo de conducta, en la existencia de un modelo éticamente reprobable durante los años de la infancia. De todas formas, del uso de la ostentación y del despilfarro económico como manera de marcar diferencias sociales habría mucho que hablar, pues, aunque hoy nos pueda parecer mentira, en épocas anteriores de la historia este estilo de vida podía contribuir a dignificar a las personas, a prestigiarlas ante los demás. Así pues, no es de extrañar, por otra parte, que individuos como Mariano Téllez-Girón estuviesen rodeados siempre de personas que intentaban vivir a su costa, y seguro que muchos de ellos lo conseguían, creándose de esta manera un flujo inverso de la riqueza, basado en una especie de justicia social indirecta y protagonizado por personas cuyas vidas merecen, ciertamente, una recreación literaria. En general, la historia de la casa de Osuna durante los siglos XVIII y XIX presenta grandes atractivos para los escritores de novela, aunque por el momento pocos los hayan sabido aprovechar. Existen excepciones, como Almudena de Arteaga: su obra Capricho, publicada en 2012, novela el periodo de la vida de la madre de Anglona comprendido entre 1796 y 1814. Ojalá esta humilde serie de artículos sirva para que algún escritor con tiempo y talento suficientes se embarque en la empresa de escribir un nuevo libro con esta temática. Sería una gran satisfacción personal.
En el próximo número intentaremos adentrarnos en la época que los historiadores llaman el Sexenio Absolutista, que supuso la anulación de todos los logros de la Constitución de 1812.
(Continuará)

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