martes, 26 de mayo de 2015

Pedro Téllez-Girón, príncipe de Anglona (9)



Edificios del West Side vistos desde Central Park



Anglona no fue duque de Osuna como su padre —el título y propiedades anejas recaían siempre en el primogénito—, aunque sí fue, sucesivamente, hijo, hermano, tío y, debido a la falta de descendencia de sus dos sobrinos Pedro y Mariano, acabó siendo padre de un duque de Osuna, un duque de Osuna totalmente arruinado debido a la actuación de su primo Mariano, personaje histórico que mejor hubiera sido de ficción si pudiera existir el novelista capaz de crearlo; tan increíble fue su vida. Volvamos a Anglona, una persona mucho más centrada y responsable. Vivió durante reinados tan determinantes para la Historia de España como fueron los de Carlos IV, José I, Fernando VII e Isabel II. Durante dichos reinados, sobre todo el isabelino, ocupó cargos tan importantes como: Director del Museo del Prado —llamado entonces “Real Museo de Pintura y Escultura”—, Capitán General de Andalucía, Gobernador de Cuba y Vicepresidente del Senado, asamblea creada en 1834 y llamada en un principio “Estamento de Próceres”. A pesar de todos estos y otros muchos e indudables méritos —pues, a pesar de haber vivido en una época en la que los nobles copaban los altos cargos directivos de todas las instituciones, en su caso los ocupó sobre todo por su propia valía—, apenas se ha escrito sobre él, por lo que su vida permanece desconocida para los ursaonenses y para el resto de los españoles, entre los cuales, y a pesar de estar la inmensa mayoría abducida por los medios de comunicación y la contemplación de pantallas varias, se encuentran muchos amantes de la lectura y del conocimiento de la Historia de España. Según parece, sobre la vida de Anglona sólo existen dos textos: una biografía muy parcial escrita justo después de su muerte por un íntimo amigo suyo, el marqués de Miraflores, y un artículo muy bien documentado de Francisco Javier Gutiérrez Núñez, historiador sevillano actual; las referencias bibliográficas de ambas publicaciones las encontrará el lector en la “Bibliografía” final de esta serie de artículos. En las ciento sesenta páginas de Riesgo y ventura del Duque de Osuna, Marichalar sólo dice de él que en las comidas que daba el duque se sentaba a la derecha de éste y “que se distinguía en todas partes por su mal genio” (pág. 24; Madrid, 1959, 5ª ed.), palabras que Marichalar cita de Mis memorias íntimas (Madrid, 1886-1889), obra de Fernando Fernández de Córdova, marqués de Mendigorría, preciosa fuente de datos para el conocimiento de la España del siglo XIX. Busco a diario en las páginas de importantes archivos disponibles en Internet, cuyo número crece continuamente, y creo poder afirmar que no existe nada más sobre él [me refiero al momento de redacción de este artículo, en 2005], razón por la que muchos periodos de su vida, como el “Sexenio absolutista” (1814-1820), van a permanecer en la noche de la historia hasta que un servidor o cualquier otro apasionado de la historia los investigue y desvele. Para el Sexenio, además, y como ya indiqué en el artículo anterior, existe el obstáculo añadido que supone la falta de transparencia en el gobierno y, por lo tanto, de documentación disponible en los archivos.
Aunque la lectura de relaciones de títulos nobiliarios pueda resultar tediosa para los no iniciados —para mí lo era hasta que descubrí en la Colegiata de Osuna la que figura en los laterales del sepulcro de Mariano—, las informaciones que dichas relaciones aportan son fundamentales para entender el lugar que ocupaba en la sociedad del Antiguo Régimen un personaje histórico concreto. En el caso de los progenitores de Anglona, y según Joaquín Ezquerra del Bayo en su obra Retratos de la familia Téllez-Girón, novenos duques de Osuna (Madrid, 1934), su madre poseía, entre otros, los títulos siguientes: XV condesa y XII duquesa de Benavente, VIII marquesa de Jabalquinto, XIII duquesa de Béjar, princesa de Anglona y de Squilache, XIV duquesa de Gandía y XII duquesa de Arcos, título este último que incluía posesiones tanto rústicas como urbanas en Marchena que serían vendidas unas y vendidas y desmanteladas otras —valga como ejemplo un artesonado que se encuentra en Sevilla, coronando la escalera noble del palacio de la marquesa de Lebrija— a la muerte del ya citado Mariano Téllez-Girón, XII duque de Osuna, quizá el peor titular, desde el punto de vista de la gestión económica, que haya conocido la nobleza europea. Prueba de ello es que los ecos de la ruina de la Casa de Osuna llegaron a centros financieros tan lejanos e importantes como Nueva York, donde el New York Times publicó diversas crónicas sobre el particular en fechas tan tempranas como 1896 (7 de junio, Art treasures sold at Madrid) y, sobre todo, 1884 (11 de mayo, The duke of Ossuna’s Library). Las dos recogen hechos puntuales de la desmembración y subsiguiente dispersión del patrimonio cultural de la Casa de Osuna, parte importante del cual viajó al otro lado del Atlántico, como, por ejemplo, el retrato del padre de Anglona, pintado por Goya, que se encuentra en la Frick Collection de Nueva York. Sin embargo, y por suerte para los españoles amantes de la cultura, la biblioteca y el archivo de la Casa de Osuna, quizás los más importante del país, fueron comprados por el Estado Español y pasaron a formar parte, respectivamente, de los fondos de la Biblioteca Nacional (Madrid) y de la sección “Nobleza” del Archivo Histórico Nacional, actualmente custodiada en Toledo.
(Continuará). 

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