Bruselas, 2014.
La atmósfera era pesada.
Del norte de África llegaba un tórrido ábrego nocturno. Por la ventana, abierta
a una calle políglota frecuentada por gozosos exiliados, entraba el alegre
quejido de un acordeón vocinglero. Había querido huir de ti, diablo
de ojos de gema, pero me seguiste persistiendo en nuestro nomadismo
suicida. Y entonces sentí que solo podría vivir si era contigo, que solo
viviría si era sin ti.
No hay comentarios:
Publicar un comentario