miércoles, 7 de febrero de 2018

«El periodista deportivo», de Richard Ford


(bloximages.chicago2.vip.townnews.com)

FORD, Richard, El periodista deportivo, Barcelona, Anagrama, 2016 (la 1ª ed. es de 1990). Traducción de Isabel Núñez y José Aguirre (The Sporswriter, NY, 1986).

            Novela de largo aliento —496 páginas— en la que un narrador-protagonista profesional de la escritura, Frank Bascombe, relata en primera persona acciones y emociones ejecutadas, presenciadas y sentidas durante el fin de semana de Pascua. La acción general trascurre a mediados de los años ochenta y principalmente en Haddam (Nueva Jersey). El relato es lineal. Frank tiene treinta y ocho años. Trabaja como periodista deportivo en Nueva York. Está divorciado y comparte con su ex mujer, X, la existencia de dos hijos, Clarissa y Paul, aunque es X la que realmente se ocupa de ellos. Un tercero, Ralph, el primogénito, había fallecido hacía unos años, hecho dramático que había precipitado el divorcio de la pareja y cuya superación es el motor de toda la historia. La novela, a nada que uno lea la biografía de Ford, es parcialmente autobiográfica, aunque díganme una que no lo sea. 
            Lo mejor de El periodista deportivo, a mi juicio, es la naturalidad del lenguaje y, sobre todo, su fluencia. Las frases, los párrafos y las páginas se suceden como si brotasen de un manantial sereno e inagotable, hecho que a mí, eterno aprendiz de escritor, me parece admirable. Los traductores tendrán que ver en esto. También llama la atención el optimismo del protagonista, que le ayuda a iluminar sus zonas más sombrías y a enfrentarse con éxito a las complicadas situaciones de la vida adulta. Frank parece estar siempre al borde del fracaso, de la tristeza, del abandono --razones objetivas tiene para ello-- pero siempre consigue salir. En ese sentido la novela, y el personaje mismo, presentan una «madurez vital» muy de agradecer para cualquier lector adulto, cercado a menudo por dilemas y catástrofes sentimentales parecidas. La novela finaliza con una exaltación de la infancia, del «estado niño», que deja un excelente sabor de boca y un puntito de agradable nostalgia.



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