jueves, 21 de septiembre de 2017

«Suave es la noche», de F. S. Fitzgerald





FITZGERALD, Francis Scott, Suave es la noche, Madrid, Hermida Editores, 2015; 416 págs. [Tender is the night, 1934]. Prólogo y traducción de José Luis Piquero.

            Relato de una historia de amor y autodestrucción. La novela aparece dividida en tres partes cuyas acciones no son lineales. La primera, ambientada en la Costa Azul y París, transcurre en 1924; en ella predomina el punto de vista de Rosemary Hoyt, personaje que a partir de aquí va a mantenerse en un segundo plano pero cuya existencia va a ser determinante en la ficción. La segunda vuelve la vista hasta 1917 para entender cómo comienza la historia de amor entre los verdaderos protagonistas, los Diver, Nicole y Dick y, después de superar el momento de tensión en el que acabó la primera parte, avanza hasta 1928. Y la tercera, por fin, relata lo sucedido después de ese año, hasta un final abierto en el que se deja adivinar, pero no se cuenta, el final de Dick Diver.
            Méritos. En mi opinión, muchos. Es de las pocas novelas que haya leído, sobre todo escritas hace tantos años, en la que tiene un papel especial en la configuración de algún personaje el tema de los abusos sexuales en la infancia, por desgracia tan habituales y tan demoledores del mundo emocional. La resolución de este problema, que sigue siendo tabú por el machismo imperante en la sociedad —los abusadores son hombres en un porcentaje elevadísimo—, es una de las conquistas que nuestra sociedad tiene pendiente. En Suave es la noche, cuyo protagonista es psiquiatra, aparece también un tratamiento de la homosexualidad hasta cierto punto avanzado, pues critica, por inútiles, las terapias a las que algunos padres, aún hoy día, llevan a sus hijos homosexuales, a los que consideran enfermos de una dolencia curable.
            Aparte de esos apuntes del universo sexual, no podemos olvidar que la novela de la que hablamos es, como todas, un artefacto narrativo compuesto con ánimo de contar, atraer y deslumbrar. En este sentido la novela, ciertamente autobiográfica, tiene algunos pasajes realmente memorables. Destacaría sobre todos el capítulo dedicado al primer encuentro sexual entre Nicole y Tommy Barban, que transcurre en un hotelito en el que pasa absolutamente de todo y se narra con mucho sentido del humor. Teniendo en cuenta que Fitzgerald está novelando una de las infidelidades de Zelda, su mujer, el pasaje cobra aún más valor y parece todavía más lleno de frescura. Este capítulo, además, está situado casi al final del libro y ejerce un saludable contrapunto frente a la sordidez y oscuridad que ha invadido la vida íntima del matrimonio protagonista. 
            Otro de los atractivos de la novela es el acercamiento que procura al lector al mundo cinematográfico de aquella época, justo en la frontera entre el cine mudo y el sonoro. Aparecen mencionados actores y actrices reales, Norma Talmadge y Ronald Colman, así como un estudio de Gaumont en Montecarlo, ya en aquella época considerado antiguo.
            El mundo de los principales personajes es de los ricos, inmensamente ricos. En general aparecen como personas decadentes y ociosas. Sus días suelen acabar al amanecer y empezar al mediodía. Desayunan en la cama y se cambian de ropa varias veces al día. Fitzgerald retrata a la perfección ese tipo de seres, vacíos y egoístas, con frases como «En el hotel, sus potenciales modelos [habla de un fotógrafo] dormían hasta tarde en habitaciones a oscuras bajo los efectos de las pastillas consumidas al amanecer». (p. 411).Y uno se los imagina de tal manera que llega a compadecerlos.
            La novela retrata también el mundo de las clínicas psiquiátricas para ricos, que proliferaron en Europa Central y Estados Unidos durante aquella época. Italo Svevo, el talentoso escritor italiano descubierto por Joyce en Trieste, describe una de ellas en su divertida novela La conciencia de Zeno (1923), en su caso para dejar de fumar.
            Suave es la noche es una obra enriquecedora, escrita por necesidad, no por afán lucrativo. Para eso tenía Fitzgerald (1896-1940) las revistas semanales, que pagaban bien los relatos en aquella época, y los estudios de la Metro, que ponían a disposición de los escritores residencias en las que se debían dedicar a escribir guiones, su talento prostituido. Un novelista es humano y también come.
            La forma en la que llegué a esta novela no deja de ser curiosa por cinematográfica. Mi primer contacto con la obra de Fitzgerald fue la proyección en un cine de El gran Gatsby (1974), la versión interpretada por un elegantísimo Robert Redford, hace unos cuarenta años. Transcurrió el tiempo y fueron pasando libros entre mis manos sin volver a encontrarme con Fitzgerald hasta hace unos diez años, cuando leí El gran Gatsby (1925). Luego olvidé de nuevo a este novelista. Pero el cine, omnipresente, volvió a traérmelo con El editor de libros (2016), película norteamericana, cómo no, sobre los procesos de edición y escritura sobre todo de Thomas Wolfe, pero también de Hemingway y Fitzgerald. Esta película puede servir para acercarse a la figura del gran editor Max Perkins (1884-1947).
            Para acabar, mencionar que en Internet existen muchas páginas que ofrecen resúmenes de Tender is the nigth, lo que lleva a pensar que debe ser lectura obligatoria para algunos estudiantes de habla inglesa, seguramente norteamericanos.  

                

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