miércoles, 6 de septiembre de 2017

«El beso y otros cuentos», de Antón Chéjov





CHÉJOV, Antón, El beso y otros cuentos, Madrid, Alianza Editorial, 2017 (2ª ed.); 349 páginas. Selección, introducción y traducción de Ricardo San Vicente.

            Se trata de una selección de relatos escritos por Chéjov (1860-1904) entre 1886 y 1903. Aparecen por orden temporal y precedidos de una introducción y una cronología de la vida del autor. Sobre la introducción debo decir que resulta muy interesante por contener las claves del estilo del autor así como muchas otras valiosas observaciones. Por supuesto, debe ser leída al acabar la lectura de los cuentos, no antes. Yo, al menos, siempre dejo las presentaciones para el final: así la lectura no está mediatizada por observaciones ajenas. Prefiero siempre una lectura ingenua, limpia de prejuicios. Al leer la introducción, acabo de hacerlo, me he llevado la sorpresa de encontrarme con el relato que Olga Knipper-Chéjova hizo de las últimas horas de vida de su marido. Son un par de páginas de una intensidad y una ternura extraordinarias. Nos llevan a entender un poco cómo era en la intimidad ese ser excepcional llamado Antón Chéjov. Las páginas pertenecen a la obra de Olga Knipper titulada Recuerdos (1921, 1933). Ignoro si está traducida.
            En total, los relatos contenidos en el libro son trece. Su lectura le deja a uno la sensación de encontrarse ante la producción artística de alguien capaz de entender a cualquiera, de ponerse en el lugar tanto de un príncipe como del más pobre e inculto campesino. He encontrado relatos que transcurren en aldeas perdidas de la Rusia profunda, donde los desheredados, ahora supuestamente libres, malvivían en unas condiciones higiénicas deplorables, embrutecidos y minados por el alcoholismo. Son los casos de «Campesinos», «La Nueva dacha» o «Por asuntos del servicio». Otros transcurren en balnearios, centros de salud que Chéjov conoció para intentar curar su tisis, y son protagonizados por personas de clase acomodada. Es el caso, por ejemplo, del «La dama del perrito», un canto al amor entre una mujer y un hombre cuyas relaciones matrimoniales son insatisfactorias. Este relato sirvió de base para Ojos negros (1987), aquella emocionante película, repleta de lirismo, interpretada por Marcello Mastroianni y Elena Safonova, una de esas pelis que uno recuerda siempre por ser fruto de la sensibilidad y el amor por la naturaleza y los inmensos campos rusos. Chéjov es contemporáneo de paisajistas como Levitán y Shishkin y, a veces, leyendo las pinceladas de los paisajes en Chéjov, a uno le parece estar contemplando algunos de sus cuadros.  
            Mención aparte de todos estos cuentos merece el enternecedor «Vanka» (1886), de apenas seis páginas. Se trata del relato de las desgracias de un huérfano de nueve años que es sacado de su aldea y llevado a Moscú para que haga de aprendiz de zapatero. Vanka escribe una carta a Konstantín Makarich, su abuelo, el día de Navidad. El texto de la carta, entrecomillado, es triste, desgarrador. En él cuenta el maltrato que está sufriendo por parte de la familia del zapatero y le ruega a su abuelo que venga por él y lo saque de allí. El desgarro del texto, la impresión que produce, se potencia por aparecer fragmentado, entre observaciones de un narrador en tercera persona que da pinceladas alegres de cómo era la vida del niño en la aldea. El comienzo del segundo párrafo de la carta, «Ayer me dieron una paliza», se le clava en el alma al lector, suponiendo, espero no sea mucho suponer, que el lector albergue buenos sentimientos hacia los débiles. El niño está indefenso, lejos de su abuelo, el único que podría protegerlo. Poco a poco la tristeza, esa tristeza tan necesaria para preocuparnos por los que lo necesitan, va invadiendo el ánimo del lector hasta llegar al momento en el que,

«Después de pensarlo, mojó la plumilla y escribió la dirección: “A la aldea de mi abuelo”. Después se rascó, pensó otro poco y añadió “Para Konstantín Makarich”».

Y uno ve que ese niño está perdido, que la carta no ve a llegar a su destino y nadie va a venir a ayudarlo. 
Su lectura me ha recordado la de «Pipá», de Leopoldo Alas, otra emocionante denuncia del maltrato infantil. AQUÍ tienen el texto del escritor español.

 Estas son unas simples notas de lectura, un texto que viene a complementar la lectura a posteriori, nunca a precederla ni, por supuesto, a sustituirla. Espero no haber estropeado a nadie el disfrute de «Vanka».

El libro acaba con «La novia» (1903), un canto a la libertad de la mujer. Las vicisitudes de salud de uno de sus personajes principales, Sasha, parecen inspiradas directamente en los últimos años de la vida de Chéjov. Era médico y veía su final. 


2 comentarios:

  1. No conocia nada de ese autor.
    Gracias por la explicación.

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    1. De nada. Para mí es un placer contribuir a divulgar la obra de Antón Chéjov, un autor imprescindible.

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