sábado, 26 de agosto de 2017

«La hija del sepulturero», de Joyce Carol Oates




OATES, Joyce Carol, La hija del sepulturero, Barcelona, Debolsillo, 2015; 682 págs. [The Gravedigger’s Daugther, 2007; traducción de José Luis López Muñoz].

            Vuelvo a la realidad y a la plaza pública después de una lectura fascinante.
           La hija del sepulturero recrea la vida de un personaje de ficción pero muy real. Este personaje, Rebecca Schwart, lucha desde que tiene uso de razón por lograr encontrar el sitio y la dignidad que tanto su infancia como su primera juventud le robaron. Víctima de malos tratos por parte de su padre —un alcohólico traumatizado por la persecución nazi y la emigración a un país que no entiende—, y también por parte del padre de su hijo, Rebecca conseguirá levantarse, protegerse de los hombres y hacer de su hijo una persona de mérito muy reconocido.
El punto de vista narrativo predominante es el de Rebecca. Quizá lo mejor de esta novela sea la creación de este personaje, una mujer resultante del mundo de abusos masculinos en los que se han movido las mujeres desde el principio de los tiempos. Rebecca es tan fuerte que sobrevive a todo y renace para dar al mundo una lección de inteligencia, resistencia e integridad moral.
            La acción transcurre en Estados Unidos y entre los años 1936 y 1998. La cronología del relato no es lineal. Paso a copiarles el esquemita que he confeccionado siguiendo los títulos de los capítulos:

I.               EN EL VALLE DEL CHAUTAUQUA
Prólogo (1959); págs. 11 y 12.
Chautauqua Falls, Nueva York (1959); págs. 13 a 71.
Milburn, Nueva York (1936-1959); págs. 71 a 401.

II.                EN EL MUNDO (1959-1971); págs. 401 a 611.

III.               MÁS ALLÁ (1971-1975); págs.. 611 a 653.

IV.               EPÍLOGO (1998-1999); págs.. 653 a 682.

Como puede verse, existen un salto hacia el pasado (analepsis) y un aparente vacío (elipsis) al final, ambas secuencias, salto y vacío, con la misma duración, veintitrés años, lo que no deja de ser curioso. El epílogo, por cierto, está escrito en formato epistolar.
Este tratamiento del tiempo resulta muy efectivo desde el punto de vista narrativo, sobre todo la analepsis: nos presenta de inicio a Rebecca con veintitrés años y sometida a una gran presión, en una situación de gran peligro, quizá una agresión inminente, y lo deja ahí para explicar, partiendo de su nacimiento, cómo ha podido llegar esa situación. El lector, totalmente intrigado, se bebe las páginas.
 El relato de la vida de Rebecca resulta tan atractivo que, una vez superadas las décadas más desgraciadas de la vida de la protagonista, el lector se mueve dócilmente en brazos de Oates hacia un futuro que espera sea mucho mejor que el pasado que ha tenido de niña y de jovencita.
     La novela, de lectura muy recomendable, recrea en varios de sus personajes principales el mundo de la música clásica y de los concertistas de piano, páginas que vienen a resarcir al lector de las sordideces pasadas. Todos los personajes, da igual el sexo, la edad o la extracción social, están admirablemente construidos.



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