miércoles, 26 de diciembre de 2018

La Cruz de los Caídos





         Esta fotografía es muy válida para comprender hasta qué punto ha cambiado la zona que hoy conocemos como Cuesta del Mesón, establecimiento de hostelería ursaonense construido alrededor de 1964. Uno de los vehículos estacionados junto a la acera del Ayuntamiento, la Vespa, resulta fundamental para su datación. Según testimonios de personas mayores, la primera Vespa que hubo en Osuna llegó a principios de los años cincuenta, por lo que podemos asegurar que la fotografía es posterior a esa fecha. Para datar la imagen por abajo tenemos el elemento que más llama la atención a los que no vivimos la guerra: la Cruz de los Caídos. Este monumento fue construido como homenaje a los ursaonenses fallecidos mientras luchaban a favor de uno de los bandos de aquella desgraciada guerra, el bando que resultó vencedor, y era muy similar a los millares de ellos que se construyeron por toda la geografía española. Según puede leerse en las Actas Capitulares del Ayuntamiento de Osuna, el monumento que contemplamos fue diseñado por técnicos de Falange especializados en cuestiones artísticas y ya estaba en construcción a mediados de marzo de 1939, con la guerra aún no acabada oficialmente pero a punto de finalizar. En la sesión del 18 de marzo de ese año se aprueba el pago del viaje desde Sevilla y regreso del «Jefe de Propaganda y del Delegado de Plástica de F.E.T. y de las J.O.N.S. en visita de inspección a la Cruz de los Caídos», que en ese momento se estaba construyendo.




En esta otra imagen el monumento puede contemplarse con más detalle. La construcción era muy simple. Se accedía a ella por una escalera de nueve escalones flanqueada por dos muretes, cada uno de los cuales soportaba un pequeño pilar cúbico coronado por una farola. El mal estado de una de ellas, la de la izquierda, un poco inclinada, parece indicarnos que esta fotografía debe ser posterior a la que ya hemos visto. Tras subir la escalera se accedía a un terreno alisado desde el que podía contemplarse un muro de considerable altura rematado por almenas diminutas, todo ello construido en sillares. Según parece, la cruz, casi tan alta como el muro, estaba empotrada o sujeta en él, y a los dos lados de ella figuraban los nombres y los apellidos de los fallecidos.
         De esta fotografía llaman también la atención las palabras que pueden leerse en la fachada principal de la Colegiata, «José Antonio Primo de Rivera, Presente», perfectamente visibles desde la Plaza de España. Dichas palabras no necesitan ningún comentario para los mayores de cincuenta años. Para los más jóvenes, diré que este hombre llamado José Antonio era hijo del general Miguel Primo de Rivera y uno de los principales creadores de Falange, una organización política inspirada en modelos fascistas italianos y alemanes. José Antonio fue detenido el 5 de junio de 1936 y, tras haber sido juzgado, fusilado el 20 de noviembre del mismo año. Su muerte, así como la de los generales Mola y Sanjurjo, facilitó el liderazgo absoluto de Franco en los cuarenta años siguientes. Con la frase que podía leerse en la fachada de la Colegiata, el gobierno de Franco homenajeaba su memoria y conseguía el apoyo de los primorriveristas. Estos eran muy numerosos. En una época de fuerte crisis económica y falta de seguridad ciudadana, José Antonio, una persona de discurso populista y palabra muy fácil y apasionada, había conseguido ganar para su partido a multitud de personas, sobre todo a los más jóvenes. En la España de los años cuarenta y cincuenta, casi cualquier padre de familia que no tuviera antecedentes políticos de izquierda y quisiera ser respetado, admitido en sociedad o, simplemente, conseguir trabajo, se afilió a esta organización. El poder de Falange, sobre todo en zonas rurales y durante la Posguerra, fue inmenso. Incluso de manera simbólica, siempre estaba presente. Allá, en lo alto.


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