sábado, 4 de noviembre de 2017

«Géronimo a mal au dos», de Guy Goffette




GOFFETTE, Guy, Géronimo a mal au dos, Éditions Gallimard, 2013; 181 páginas.

            Alguien me trajo de Bélgica este libro. La persona, muy amable, se había ofrecido a proporcionarme alguna lectura belga y yo le había pedido algo ligero, que me hiciera reír. Claro que no había tenido en cuenta que mi amigo no entiende francés. Así, nada más iniciada la lectura me hallé junto a un hombre que acudía al entierro de su padre, exactamente a la vela de su cadáver, dispuesto en un ataúd en el salón de la casa familiar. No había risas.
            Géronimo a mal au dos me ha subyugado. Es una novela que puede adscribirse al subgénero funerario-revanchístico, en el que los lectores situarán perfectamente la genial Cinco horas con Mario, de Delibes. Este subgénero consistiría en un monólogo en el que alguien muy unido al fallecido por lazos familiares aprovecha los últimos momentos visibles del cadáver para echarle en cara lo mal que este se ha portado con él (o con ella, en el caso de Delibes), detallando una lista de agravios. En esta ocasión se trata del primogénito de un empleado de una cantera en la Europa central de los años cincuenta, seguramente en la misma Bélgica. El muchacho ha crecido en un pueblecito y en una familia donde parece haber muy poco lugar para la ternura, sobre todo por parte del padre, un hombre frío y violento. Empeñado en que el hijo estudie, este se revela fuerte, creativo y lleno de inquietudes artísticas y logra forjar su propia existencia lejos del hogar paterno, en un mundo, el de la creación artística, muy distinto del sórdido ambiente donde transcurrieron su infancia y su adolescencia. Nada de risas; no había espacio para ellas. Por momentos, la figura del padre nos parece poco verosímil porque cuesta trabajo imaginar una persona con tan poca sensibilidad, pero es obvio que ha tenido que existir gente así. Y aún existirán.
            Espero que alguien con los conocimientos y el tiempo necesarios traduzca pronto esta obra, pues creo que no está publicada en castellano. A pesar de lo triste del argumento, la lectura merece mucho por la pena sobre todo por los pasajes en los que se desborda el lirismo de Guy Goffettemás poeta que novelista. Los dos capítulos dedicados al fallecimiento de su abuela son enternecedores (págs. 117-123), así como ciertas pinceladas descriptivas. La casa era «un petit enfer domestique» (p. 63). La pasión por la lectura le viene al protagonista por la necesidad de evasión, como a tanta gente: «Mon premier livre, mes premièrs ailes» (p. 63). El padre era un hombre autoritario, callado y frío: «Mon père comme un bloc de marbre sur sa chaise» (p. 86).

            La carga autobiográfica de la obra parece indudable. Nadie puede expresar con tanta exactitud algo que no ha sentido.

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