jueves, 17 de diciembre de 2015

Pedro Téllez-Girón, príncipe de Anglona (27)



Exterior de la Colegiata de Osuna. 
Francisco Murillo, 1922. 
(Fototeca de la Universidad de Sevilla)


Como decíamos al final del artículo anterior, nuestro protagonista abandona el país al inicio del periodo histórico que los especialistas suelen denominar “Década Ominosa” (1823-1833), diez años durante los cuales el rey Fernando, una vez abolida por segunda vez la Constitución de 1812, vuelve a reinar como monarca absoluto, a la manera del Antiguo Régimen. La recuperación de su poder, recuperación sólo parcial como luego veremos, había sido posible gracias a la intervención de Francia, país recién salido de una revolución muy radical y gobernado ahora por personas que representaban unos intereses a los que no convenía en manera alguna la existencia en el país vecino de una nueva revolución. El ejército galo, obedeciendo las órdenes de Luís XVIII, el cual había acordado con el rey Fernando la intervención armada, invade el país en la primavera de 1823. Al final del verano de ese año ya es dueño de casi todo el territorio nacional y ha conseguido la restauración monárquica; sin embargo, privado el rey español de un ejército propio en el que poder confiar —ya tenía suficientes pruebas de ello—, las tropas francesas serán su respaldo y no volverán a su país hasta 1828.
En La ocupación francesa de España (1823-1828), Gonzalo Butrón Prida da la cifra de 40.742 soldados franceses en noviembre de 1824, 24.552 de los cuales aún permanecían al sur de los Pirineos en septiembre de 1828. Si tenemos en cuenta que la población total en aquellos años era de unos 11 millones de personas, a finales de 1824 había un soldado francés por cada 270 habitantes, cifra media para todo el país que disfraza una presencia mucho mayor del ejército ocupante en poblaciones como Cádiz, donde en 1827 aún había 10.633 militares franceses para una población aproximada de 60.000 personas. Si tenemos en cuenta que el padrón de 1801 arrojaba una cifra de 723 personas de nacionalidad francesa residentes en la ciudad (dato extraído de Ramón Solís, El Cádiz de las Cortes, Madrid, 2000; pág 78), el dato resulta aún más esclarecedor de la alteración de la vida social que tuvo que suponer en muchas poblaciones la presencia de las tropas francesas.
Aunque por el momento no tengamos datos del contingente francés destinado en Osuna en aquellos años, si consideramos la extensión del distrito militar ursaonense en época napoleónica, una circunferencia imperfecta cuyo diámetro oscilaba entre 66 y 86 kilómetros, parece lógico pensar que alcanzaría un número considerable. Las primeras Actas Capitulares de la “Década Ominosa”, (Archivo Municipal de Osuna, Actas Capitulares, sign. 108, sesiones de 11 y 12 de junio de 1823), reflejan la lógica preocupación que provocaban las noticias de la inminente llegada del ejército de ocupación:

“Considerando el Ayuntamiento la proximidad del enemigo, que después de haber entrado en la Capital del Reyno, y establecido una Regencia de él se halla ya en la Mancha con dirección a esta Andalucía, diciéndose también que vienen dos divisiones por Granada y Extremadura, cuyas noticias son de una funesta influencia en los ánimos de estos naturales por faltarle el respeto debido a su autoridad […]: acuérdase que para mañana en la noche, 12 del actual mes, á la oración en punto [toque de campanas que se daba al anochecer], se convoque en la Iglesia llamada de la Compañía una Junta compuesta de las personas visibles del pueblo, y que tengan más influencia en la opinión de estos naturales, para tratar en unión con el Ayuntamiento de todas las medidas y precauciones que hay que tomar para asegurar la tranquilidad pública […]".

Y al día siguiente:

"Acta.- En la villa de Osuna en doce de junio de mil ochocientos veinte y tres, reunidos los Señores Alcaldes y varios individuos del Ayuntamiento en la Iglesia de la Compañía; en unión de los Sres. Rector de esta universidad, el Dr. Don Diego Ramírez, Don José de Torres Linero, Don José Jurado, el R. P. Guardián de San Francisco, Don Juan Domínguez, Don Felipe Cepeda, Don José de Castro y Don Antonio Palacios, convocados en el día de hoy para conferenciar sobre los medios más acertados de conservar la tranquilidad y el orden público en las difíciles circunstancias en que se halla el pueblo, amenazado de una invasión de tropas extranjeras, y partidas auxiliares, habiéndose hecho varias reflexiones sobre este interesante negocio […], [acuérdase:] Que se nombre una Junta compuesta de diez personas de las que tengan más ascendiente e influencia en la opinión pública […], la qual quedará desde ahora suficientemente autorizada para autorizar todas las disposiciones convenientes para la conservación del orden público, aun quando para ello tenga que desempeñar algunas funciones propias de la autoridad económica o gubernativa”.

Las actas municipales reflejan el temor que tenían los ursaonenses a verse de nuevo en manos de los franceses. La ocupación de la localidad por tropas de la misma nacionalidad entre 1810 y 1812 estaba aún muy reciente en el ánimo de sus habitantes, que no querían que se repitiesen los abusos sufridos, sobre todo de índole económica. Ya nos referimos a esta ocupación en los capítulos anteriores, aunque no en profundidad. Los lectores interesados en saber más sobre este episodio de la historia local tienen a su disposición Osuna napoleónica (1810-1812), la excelente obra de Francisco Luis Díaz Torrejón.
No obstante, dejando a un lado una división tajante entre buenos y malos, existen pruebas incontestables de la acción moderadora del elemento francés, pues, contrario como era Luís XVIII a consentir una dura represión, siempre impopular, a cambio de la permanencia de su ejército consiguió del rey Fernando el compromiso de no abusar de su poder y, por cierto, el pago de dos millones de francos mensuales. (Datos, estos últimos, extraídos de M. Artola, La España de Fernando VII, Madrid, 1999; pág, 667 y ss.).
(Continuará).

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