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Nicola
Chiaromonte (1905-1972), pensador italiano, fue dueño de una mente privilegiada: crítica, analítica y poseedora de una admirable capacidad de memoria
y relación. No sé de dónde fue profesor, si lo fue, ni qué otras obras dejó escritas.
Tampoco creo que eso sea ahora importante. Su ideología era profundamente
socialista.
La paradoja de la historia es un ensayo
inspirado por una idea bondadosa: intentar alumbrar el camino del hombre, que
se mueve en tinieblas. El hombre está falto de fe en una creencia sólida desde
el inicio de la Primera Guerra Mundial, desastre que supuso la pérdida de la fe en la Dios —está ya venía de
antes— y la pérdida de la fe en el hombre mismo, en su progreso, que había
venido a sustituir a la fe anterior. De esa forma se abre paso el nihilismo, la
creencia en la no creencia, la desorientación más absoluta. Los medios de comunicación
de masas ayudan a la difusión de las «mentiras útiles», necesarias en la
retaguardia y en los frentes para mantener una sociedad proyectada hacia la consecución
de la victoria. Tras la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa, los
fascismos y la Segunda Guerra Mundial —el proceso es largo pero el inicio del
fin está marcado por el atentado de Sarajevo en el verano de 1914— ya no es
posible ningún tipo de credo. El hombre ha sustituido todas las creencias
anteriores por una fe ciega en la bondad de la posesión de bienes materiales,
en el valor de lo novedoso y en la necesidad del progreso tecnológico, acelerando
cada vez más un proceso de autodestrucción ya imparable. Que esto lo escriba
alguien en 2019, cuando las señales son visibles hasta para el más necio,
resulta esperable. Chiaromonte supo verlo mucho antes.
El
texto resulta muy atractivo y efectivo en su intención comunicativa porque
apoya su razonamiento en el análisis y comparación de varias obras ya clásicas
de la literatura de los últimos doscientos años. Principalmente se basa en
obras de Stendhal, Tolstoi, Martin du Gard, Malraux y Boris Pasternak, autores
a los que Chiaromonte admira. Tenía una gran confianza en la utilidad de la
ficción como ilustradora de las experiencias individuales, idea que aparece
reflejada en la página 9 y en la ilustración que acompaña esta reseña. La paradoja de la historia puede ser
considerado una antología de los mejores momentos del pensamiento contemporáneo
occidental. Uno nunca volverá a ver la historiografía clásica cómo la veía
antes de su lectura. Puede empezar a considerarla, aviso, como algo en realidad
vacuo, inexistente por la radical imposibilidad de conocer todos los procesos
vitales. La historia de los grandes nombres y las grandes batallas es solo una
pequeña muestra de lo acontecido. La historia real, integral, abarcadora, no
existe ni existirá nunca: es imposible. Chiaromonte no se refiere a la historia
de las personas humildes, anónimas y por tanto imposibles de mencionar, que
también, sino a la falsedad inherente al uso de un solo punto de vista en el relato.
La paradoja de la historia, tan
lúcida, es también profundamente pesimista, al menos ese es el sabor de boca
que me ha dejado. No todo ha a ser una comedia.
Nicola Chiaromonte, La paradoja de la historia, Cinco lecturas sobre el progreso: de
Stendhal a Pasternak, Barcelona, Acantilado, 2018. Traducción de Eduardo
Gil Bera.
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