domingo, 21 de abril de 2019

De paso


Évora, 2015. Foto: V. Espuny

            Y quedarán huellas de nuestro paso por el mundo. Quedarán hijos si los tuvimos y nos sobrevivieron, quedarán los libros que escribimos, los árboles que plantamos, aunque nuestro recuerdo se pierda en dos generaciones. En una. Nadie vendrá a visitar nuestra tumba, nuestras cenizas se perderán diluidas en los ríos. Abonarán plantas, alimentarán animales, acabarán en el organismo de los coetáneos de nuestros descendientes si los tuvimos y nos sobrevivieron, alimentados por nosotros mismos. Nuestros huesos, si se conservaron, servirán para construir capillas en húmedas ciudades portuguesas. Nadie sabrá quiénes fuimos.

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