viernes, 26 de octubre de 2018

El camino de Santiago, de Alejo Carpentier



El autor en su madurez

Alejo Carpentier, El camino de Santiago, relato incluido en Cuentos, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1979, págs. 7 a 39.

         Alejo Carpentier (1904-1980) fue uno de los autores que despertó en mí el gusto por el español de América. Su prosa es realmente luminosa, olorosa, sonora. Cualquiera de sus frases deja un poso cálido y dulce en el alma del lector, un temblor de la otra orilla. Carpentier es amante de la historia y a menudo la usa como armazón de sus narraciones. Su ambientación, fruto de una rigurosa documentación fraguada a lo largo de incontables lecturas, está muy trabajada. En El camino de Santiago, primero de los siete relatos que componen el libro, cuenta las andanzas de Juan, uno de los muchos españoles jóvenes que a lo largo de los siglos XVI y XVII abandonaron su pueblo para unirse a los Tercios de Flandes o probar suerte en las Indias. La acción arranca en Amberes, pasa por ciudades francesas, españolas y americanas y termina en Sevilla. Por ciertas referencias parece que transcurra durante el reinado de Felipe II: el Elogio de la locura ya es considerada una obra impía, el duque de Alba amedranta a los flamencos y los calvinistas son perseguidos por la Inquisición. San Cristóbal de La Habana es apenas una aldea de casas de madera y calles enfangadas donde hozan puercos oscuros. Sus habitantes, supervivientes de accidentadas travesías y exóticas enfermedades, viven enfrentados por la envidia y la maledicencia.  
         El verdadero interés de este relato radica en un giro que, ya casi al final, da la trama, convirtiéndose en cíclica. Usando una brillante licencia argumental, Carpentier desdobla a Juan, el protagonista, y da sentido completo al relato. Juan es él mismo, el muchacho aficionado a la música que salió de su pueblo atraído por la vida militar, pero también es el indiano que ha vuelto desencantado y engaña a los jóvenes inexpertos como Juan, todos embarcados en la inercia de conquista y supuesto enriquecimiento que desangró gran parte de la juventud de aquella impetuosa España, dominada por el impulso de frontera y la cultura del enriquecimiento súbito.
         En cuanto al ejemplar del libro donde he leído el relato, casi novela corta por su extensión —el tipo de letra parece un ocho y el interlineado sencillo—, lo encontré en un comercio valenciano de libros usados. Es una edición barata, de economía se subsistencia. De pastas de simple cartón, está mal encuadernado, demasiada goma para pegar el cartón a los cuadernillos. Sus hojas huelen a húmedo y sus páginas son ya amarillentas. Por una nota escrita a bolígrafo se sabe que uno de sus anteriores dueños, Mercedes, lo compró en Budapest en el verano de 1981. Posee un alma especial.

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