El autor en su madurez
Alejo Carpentier, El camino de Santiago, relato incluido en Cuentos, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1979, págs. 7 a 39.
Alejo
Carpentier (1904-1980) fue uno de los autores que despertó en mí el gusto por
el español de América. Su prosa es realmente luminosa, olorosa, sonora. Cualquiera de sus frases deja un poso cálido y dulce en el alma del lector,
un temblor de la otra orilla. Carpentier es amante de la historia y a menudo la
usa como armazón de sus narraciones. Su ambientación, fruto de una rigurosa documentación
fraguada a lo largo de incontables lecturas, está muy trabajada. En El camino de Santiago, primero de los
siete relatos que componen el libro, cuenta las andanzas de Juan, uno de los
muchos españoles jóvenes que a lo largo de los siglos XVI y XVII abandonaron su
pueblo para unirse a los Tercios de Flandes o probar suerte en las Indias. La acción
arranca en Amberes, pasa por ciudades francesas, españolas y americanas y termina
en Sevilla. Por ciertas referencias parece que transcurra durante el reinado de
Felipe II: el Elogio de la locura ya
es considerada una obra impía, el duque de Alba amedranta a los flamencos y los
calvinistas son perseguidos por la Inquisición. San Cristóbal de La Habana es
apenas una aldea de casas de madera y calles enfangadas donde hozan puercos oscuros.
Sus habitantes, supervivientes de accidentadas travesías y exóticas enfermedades,
viven enfrentados por la envidia y la maledicencia.
El
verdadero interés de este relato radica en un giro que, ya casi al final, da la
trama, convirtiéndose en cíclica. Usando una brillante licencia argumental, Carpentier
desdobla a Juan, el protagonista, y da sentido completo al relato. Juan es él
mismo, el muchacho aficionado a la música que salió de su pueblo atraído por la
vida militar, pero también es el indiano que ha vuelto desencantado y engaña a
los jóvenes inexpertos como Juan, todos embarcados en la inercia de conquista y
supuesto enriquecimiento que desangró gran parte de la juventud de aquella
impetuosa España, dominada por el impulso de frontera y la cultura del
enriquecimiento súbito.
En
cuanto al ejemplar del libro donde he leído el relato, casi novela corta por su
extensión —el tipo de letra parece un ocho y el interlineado sencillo—, lo
encontré en un comercio valenciano de libros usados. Es una edición barata, de
economía se subsistencia. De pastas de simple cartón, está mal encuadernado,
demasiada goma para pegar el cartón a los cuadernillos. Sus hojas huelen a
húmedo y sus páginas son ya amarillentas. Por una nota escrita a bolígrafo se
sabe que uno de sus anteriores dueños, Mercedes, lo compró en Budapest en el
verano de 1981. Posee un alma especial.
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