jueves, 18 de octubre de 2018

«El párroco de Vejlby», de Steen Steensen Blicher


El autor
(arkivet.thorvaldsensmuseum.dk)


Steen Steensen Blicher, El párroco de Vejlby, Madrid, Editorial Ardicia, 2018. Traducción de Blanca Ortiz Ostalé

Escrita en 1829 y en Dinamarca, El párroco de Vejlby nos puede parecer de entrada una antigualla aburrida y lejana, quizá fría y cerebral. Pero nada más lejos de la realidad. La modernidad de esta novela corta, inspirada en los mismos hechos reales que llevaron a Mark Twain a escribir Tom Sawyer, detective, resulta cautivadora. Durante la lectura, se acaba en una tarde —apenas tiene ochenta páginas—, uno cree estar ante un texto de un narrador actual por la economía expresiva, las elipsis y el uso de distintos narradores y puntos de vista, elementos que podemos pensar exclusivos de la novela escrita a partir de las primeras décadas del siglo XX. Quizá el problema que tengamos, ese es mi caso al menos, sea más bien la falta de traducciones al español de obras escritas en lenguas no dominantes, pues todos aquellos avances técnicos de novelistas europeos y norteamericanos no surgieron de la nada. Hubo precedentes inspiradores. La obra de Blicher no fue traducida al inglés hasta 1928, pero había visto la luz en alemán muy poco después del original danés. Para la traducción española han hecho falta dos siglos.
El párraco de Vejlby cuenta las tribulaciones padecidas por las personas afectadas directamente por un hecho homicida. Uno de los protagonistas, y narradores, es el juez Erik Sørensen. Poseedor de una clara rectitud moral, el personaje parece inspirado en modelos éticos puritanos. Sus conocimientos sobre asuntos legales sirven para recrear escenas judiciales cuyo gusto pensamos descubierto por el cine norteamericano, productor de un verdadero subgénero judicial. Esas películas, exceptuadas las genialidades, a menudo pecan de estáticas y llenas de tecnicismos, aburridas, demasiado limitadas a espacios cerrados donde se suceden largos parlamentos forenses. Más de cien años antes, Steen Steensen Blicher (1782-1848), un pastor protestante danés, escribió un relato con parecidos ingredientes pero ágil y subyugante. La felicidad del juez, perfectamente despejada y brillante en las primeras páginas, se va nublando poco a poco y acaba oprimida y medrosa bajo negros nubarrones de tormenta, todo ello en un lento proceso sabiamente dosificado. La narración gana en atracción tras cada página y desemboca en un final funesto, inopinado y redondo, de iconografía puramente romántica. Estimulante sorpresa.

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