jueves, 1 de noviembre de 2018

En nuestro tiempo, de Ernest Hemingway


El autor en 1923

Ernest Hemingway, En nuestro tiempo, Barcelona, Lumen, 2018. Traducción de Rolando Costa Picazo. (In Our Time, 1925).

         Volumen de cuentos protagonizados en su mayoría por Nick Adams, al que debe suponérsele, yo al menos lo hago, la condición del alter ego del autor. Puede que me equivoque porque no he tenido la previsión de releer la biografía de Hemingway antes de ponerme a escribir estas líneas, simples notas de lectura, pero muchos de los cuentos presuponen un conocimiento experiencial de lo narrado. Recuerdo lo esencial de su biografía, que viajó mucho por Europa, que era pescador, vivió guerras y murió suicidado, pero de su infancia, esa etapa de la existencia humana tan definitoria de nuestros gustos y actitudes antes la vida, no tengo ni idea. Tampoco es imprescindible tenerla para disfrutar de la lectura, obviamente. Parece que la mejor forma de hacerlo es no saber nada de su autor, ni preocuparse lo más mínimo por saberlo. Ser capaz de separar totalmente al autor de la obra o, mejor aún, a la crítica de la obra. Solo después de leerla, y si a uno le apetece, puede leer sobre ella. Creo que es mejor así. Esta edición de En nuestro tiempo, la primera traducción al castellano según parece, viene acompañada por un interesantísimo prólogo de Ricardo Piglia, quizá uno de los últimos trabajos de la vida del novelista argentino.
         En nuestro tiempo está compuesto por unos treinta relatos, la mitad de ellos de extensión apreciable —quince, veinte páginas— y la otra mitad de extensión mínima, un par de párrafos. Los de uno y otro tipo van intercalados. Muchos de los del tipo mínimo son impresionantes por la capacidad que tienen de sugerir, de abrir la ventana a un mundo de emociones y sensaciones fuertes solo durante unos segundos. Algunos de estos relatos cortísimos, no sé si llamarlos microrrelatos, están inspirados en el mundo de la tauromaquia. Describen momentos tanto de la corrida como de la vida de los toreros, teniendo especial predilección por los cuadros más violentos o sangrientos, como aquel que describe de forma fría, casi de científico, cómo se mueve el caballo del picador después de haber sido corneado por el toro en el abdomen, época aquella de las corridas conocida por el autor en la que los equinos aún no llevaban peto protector. Pueden imaginar algo.
         Hemingway ambienta sus cuentos en España, en Italia, en Grecia, en medio de los bosques norteamericanos o en una reserva india. El protagonista habitual es Nick. Nick niño, Nick jovencito y Nick ya hecho hombre. Los relatos del libro protagonizados por niños son especialmente interesantes como muestra de cómo ponerse en su piel, cómo contar la historia desde su punto de vista, algo que no nos debía costar mucho esfuerzo porque todos hemos sido niños, aunque algunos parezcan haber nacido ya avejentados y sin imaginación. A menudo las situaciones narradas son violentas, reflejos de mundos crueles y descarnados.
         El relato titulado El luchador comienza de manera sumamente seductora. Lo hace, por supuesto, in media res, la forma más efectiva de hacerlo. En este caso se trata de aquel en el que alguien del que no sabemos nada —solo que acaba de ser expulsado de noche de un tren en marcha—, se incorpora junto a la vía y comienza a hacer balance de daños. Otros relatos, los dos últimos, cuentan la historia del hombre que busca la soledad de la naturaleza para curar sus heridas anímicas. Alguno está ambientado en el mundo de los hipódromos y el amaño de carreras. El libro ofrece una gran variedad. Pero lo mejor de todo, como subraya Piglia, es el estilo. La concisión es su principal rasgo. Las frases son cortas. No hay adornos, metáforas, adjetivos y otras «delicadezas». Hemingway describe un mundo duro, cruel, con un lenguaje lo más alejado que pueda imaginarse del amaneramiento. Es directo. A veces brutal. Pero tiene la virtud de llegar siempre de manera rápida a la mente del lector, que no necesita esforzarse en desenredar frases de sintaxis inextricable.
Una lectura placentera para personas de acción obligadas a vivir de manera sedentaria, como muchos de nosotros.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario