sábado, 13 de octubre de 2018

Una decoración de posguerra



     


Se trata de una fotografía que recoge las fachadas principales del Ayuntamiento y del Casino de Osuna. Fue escaneada de la Revista de Feria de Osuna de 1976. En dicha publicación no aparecía acompañada de fecha alguna, pero todo apunta a que debió ser tomada poco después de acabar la Guerra Civil. Los detalles que apoyan esa afirmación son, principalmente, dos. En primero lugar, la imagen propagandística de Franco. En ella el dictador aparece aún muy joven y en una disposición que parece inspirada directamente en modelos hitlerianos. En segundo lugar, la decoración de los edificios. En ella se advierten numerosos símbolos falangistas y tradicionalistas cuyo uso decayó paulatinamente cuando empezó a vislumbrarse la derrota del Eje en la 2ª Guerra Mundial. A partir de ese momento, el régimen franquista, necesitado de reconocimiento exterior, decidió que debía abandonar la parafernalia fascista si quería ser aceptado por los vencedores de la contienda mundial.
Si analizamos de arriba a abajo los distintos símbolos que llenan la fachada del edificio del Ayuntamiento, en primer lugar —y ocultando el reloj municipal— encontramos el escudo oficial del régimen. La poca calidad de la fotografía, ya deficiente en la revista de feria, impide advertir claramente la versión del escudo, si es la fijada en 1938 o la adoptada en 1945. A su derecha, dos banderas: una que parece la nacional sin escudo y otra perteneciente al partido o facción carlista, la cruz de Borgoña, dos troncos rojos cruzados sobre fondo blanco. Las banderas colocadas a la derecha del escudo son inidentificables.
Ya en el segundo piso, y acompañados por las palabras «Arriba España» —uno de los lemas del régimen franquista—, vemos el yugo y las flechas, símbolos del reinado de los Reyes Católicos adoptados por el partido falangista. Recuerdo a la perfección la versión juvenil de Falange, la OJE (siglas de «Organización Juvenil Española»), que en Osuna tenía su sede en una casa de la calle Alpechín, donde también tuvo la suya «Radio Juventud», emisora que radió muchos años y contó con locutores de la talla de Juan María Mansera Conde, contratado después por Radio Nacional de España. Juan María era hermano del novelista Emilio Mansera, y también él novelista. Ambos fueron galardonados con importantes premios literarios. Son ursaonenses de mérito poco conocidos en su localidad. Sigo con la descripción. Junto al yugo y las flechas, el retrato de Franco ya mencionado y, junto a este, un panel o telón con su apellido en el centro de una bandera de difícil identificación.
Para acabar con la fachada del Ayuntamiento, en los pisos inferiores aparecen divisas de diversos cuerpos del ejército español. En el primer piso, y de izquierda a derecha, las de Caballería, Regulares, Infantería, una irreconocible —que puede suponerse de Ingenieros, de Artillería o del Ejército del Aire— y la Legión. Por último, ya en el bajo, la de la Armada. La posición de esta última, en el lugar más bajo, y menos visible por tanto, puede relacionarse con el poco apoyo que el bando golpista recibió de la Armada durante la guerra, contingente militar que tuvo quizá mayor proporción que otros de mandos partidarios de la República. Es sólo una hipótesis. Cabe suponer que toda la parafernalia iconográfica que aparece en la foto estaba perfectamente normalizada, y se montaría siguiendo instrucciones claras que nadie se atrevería a desobedecer. No creo que la posición de cada divisa fuera aleatoria.
            Si fijamos nuestra atención ahora en la fachada del Casino, el edificio de la izquierda, en el piso superior vemos un cartel de “Auxilio Social”, una organización dependiente de Falange que intentaba paliar el hambre que se padecía en la época, principalmente el hambre infantil. A pesar de estas ayudas, aquellos fueron unos años durísimos para la gran mayoría de las personas, años de hambre y privaciones de todo tipo que, un tiempo después, provocarían una emigración masiva de ursaonenses a la búsqueda de unas condiciones de vida más dignas. Por el momento no dispongo de datos fiables para el año cuarenta pero, según las cifras que aparecen en la página web de la Diputación de Sevilla, Osuna pasó de tener  23.250 habitantes en 1950 a 16.047 en 1981. Uno de cada tres ursaonenses se vio obligado a abandonar su lugar de nacimiento y primera juventud, con todos los inconvenientes que esto supone. Igual fenómeno se observa en algunas de las principales poblaciones de la provincia de Sevilla. Siempre según los datos que proporciona en su página la Diputación de Sevilla —datos que extraje en junio de 2004—, y teniendo de referencia los mismo años, entre 1950 y 1981 Carmona pasó de 27.115 a 22.887 habitantes, Écija de 41.679 a 34.703 y Marchena de 20.326 a 16.159. Fenómenos parecidos, más o menos intensos, se observan en casi todos los pueblos de la provincia. El poco trabajo que había era agrícola y la mecanización del campo hacía muchos brazos prescindibles. Al mismo tiempo, el despegue económico de Cataluña y el País Vasco atraía a las personas con deseos de prosperidad. 1975 arroja datos escalofriantes. En relación al año anterior, Écija perdió el 10.11% de la población, Carmona el 11.05%, Marchena el 12.25%, Morón de la Frontera el 14.16% y Osuna el 14.49%. El efecto llamada fue muy poderoso. Esta emigración masiva constituye un drama humano que ha recibido poca atención por los historiadores, quizá por ser muy reciente. Los pueblos mencionados se vaciaron de muchos de sus individuos más jóvenes y activos. A los que se sientan alejados o ajenos a estas experiencias les recomiendo una lectura. Se trata de la novela Espuelas de papel  (Alfaguara, 2004), escrita por Olga Merino. La autora es hija de emigrantes ursaonenses a Cataluña. En esta novela queda reflejada la vida en las muchas casas de vecinos que había en Osuna y los problemas de adaptación de los emigrantes a la vida en una población como Barcelona. Osuna no aparece en la novela con su nombre sino con el nombre ficticio «Puebla del Acebuche», aunque se reconoce perfectamente la Osuna de los años treinta y cuarenta. Frutos de esa verdadera diáspora son también personajes como el cantante Antonio Orozco, el cineasta Juan Antonio Bayona y muchos otros descendientes de ursaonenses, que en lugares más dinámicos encontraron apoyo y estímulo para sus potencialidades creativas. Igualmente, resulta muy emotiva e iluminadora la visita o pertenencia a grupos de redes sociales formados por ursaonenses emigrados, los cuales se sienten muy orgullosos de sus raíces y sueñan con volver a pisar las calles de un pueblo que guardan fosilizado e idealizado en su memoria. Recuerdan comercios y personajes populares desaparecidos hace años. La emigración supuso la pérdida casi absoluta de sus hábitos sociales y la asunción más o menos afortunada de códigos ajenos.
Volviendo a la fotografía, por la fachada del Casino aparecen repartidas más banderas falangistas y tradicionalistas y, a nivel de la calle, se ve una tribuna para autoridades adornada con la bandera nacional, detalle por el que debemos deducir que ese día se había celebrado o se iba a celebrar un desfile de algún tipo, seguramente militar. Desde luego, habría que descartar que todo este despliegue decorativo se debiera a una visita de Franco pues, aunque es cierto que estuvo en Osuna en tres ocasiones y una de ellas fue a principios de los años 40, en esos años su seguridad estaba amenazada por posibles atentados, por lo que nunca se anunciaba su visita a ningún sitio con antelación suficiente como para que diera tiempo a montar toda esta decoración. Se tiene constancia de su paso por la Iglesia de la Victoria en 1943. Así lo refleja una lápida existente, aunque oculta, en la capilla de Jesús Nazareno. En ella se lee: «El día 8 de mayo de 1943, y a su paso por esta villa, oró ante la peregrina imagen de N.tro Padre Jesús Nazareno S. E. el Generalísimo Don Francisco Franco, caudillo de España y Hermano Mayor Honorario de esta cofradía». El hecho de que Franco fuera hermano mayor honorario de Jesús no debe extrañar, pues se realizaron homenajes similares al Jefe del Estado de aquella época en todo el país.  
            Un dato fundamental para datar la fotografía es el hecho de que el edificio del Ayuntamiento haya sido ya ampliado. En todas las imágenes de finales del siglo XIX y principios del XX aparece una arcada con solo cuatro arcos, no con los siete que contemplamos. No he hallado en las Actas Capitulares del Archivo Municipal de Osuna la referencia exacta a la fecha de la ampliación del edificio, que fue proyectada durante la II República, exactamente a principios de 1934, siendo alcalde Manuel Rodríguez García. Puede que se conserve entre los expedientes de obras. Es muy probable que la reforma del edificio —su ampliación a costa de inmuebles vecinos— fuera llevada a cabo en plena guerra, pues en este periodo de tiempo se realizaron muchas obras públicas en Osuna, como puede leerse en las Actas Capitulares a partir del 29 de enero de 1937, fecha en la que también se realiza el acostumbrado cambio oficial de los nombres de las calles más importantes, que pasan a llamarse General Franco, General Mola, General Moscardó, Queipo de Llano, etc., etc.
A falta de una prueba definitiva puede concluirse que la fotografía, tomada en uno de los primeros años de la posguerra, corresponde a la celebración del «Día de la Victoria», el 1 de abril, fecha en el que se conmemoraba el final de la Guerra Civil, o bien del «18 de julio», aniversario de su comienzo. Desde luego, no es un día de invierno. Las personas que mejor se ven en la imagen, esos dos niños que van cogidos de la mano y quizá vivían todo esto como una fiesta, van vestidos con ropa ligera. Y los adultos del fondo se mantienen a la sombra. Podría ser julio, un 18 de julio.
            La imagen, realmente, impresiona.


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