BULGÁKOV,
Mijaíl, Los huevos fatídicos, Editorial
Nevsky Prospects, 2016 (1ª ed.); 154 páginas. Traducción de Marta Sánchez-Nieves.
Novela corta, demasiado —la acabas
en un rato, y luego la echas de menos—, de lectura muy amena. Fue escrita con el
gran sentido del humor que tenía Bulgákov, condenado a estar toda su vida en un
país al que amaba profundamente y del que, a pesar de ello —y debido al
panorama político-social de la rusa estalinista—, quiso salir sin conseguirlo,
muriendo en él sin haber cumplido los cincuenta años. Como señal de su fortaleza, (casi
todas) las novelas que escribió te hacen sonreír, ver la realidad con otros ojos, a veces con el ramalazo de lúcida demencia propio de los grandes creadores. No
podemos saber cómo hubiera sido su carrera literaria fuera de la URSS, si su
genio se hubiese visto avivado de la misma manera, pero sí sabemos que llevó
una vida desgraciada, aislado en aquel régimen provinciano y corto de miras,
una persona como él, que estaba encaminado a brillar en los foros culturales más
importantes. En cierto sentido, sin embargo, tuvo más suerte que otros autores,
como Victor Kibalchich (Victor Serge) o Alexandr Solzhenitsyn, pues no fue
enviado a ningún gulag, aunque ellos, al menos, pudieron salir de la URSS, y el
segundo, incluso, recibir un Nobel.
Aunque pueda parecer imposible, Los huevos fatídicos (1924), novela
futurista y luminosa, aunque pesimista, fue escrita en el mismo periodo de
tiempo que La guardia blanca, obra esta última realista, oscura, a veces muy desagradable por describir
fielmente las atrocidades de las que son capaces los hombres durante las
guerras. En Los huevos fatídicos el
protagonista es un científico que ve cómo el estado se adueña del gran
descubrimiento que ha efectuado y hace un uso catastrófico de él, todo contado
con un gran sentido del humor y dejando caer continuamente críticas a la
situación del país. El protagonista, el profesor de zoología Vladímir
Ipátievich Pérsikov, es un personaje del que nos enamoramos desde el primer
momento, un hombre de ciencia, despistado y clarividente, que intenta luchar contra
la inepcia de los gobernantes. Esta novela debe tener muchos puntos de
contacto, similitudes, con Corazón de
perro (1925), novela de Bulgákov que espero leer pronto.
Los
huevos fatídicos posee un narrador en tercera persona y omnisciente,
clásico. El desarrollo de la acción es lineal. A veces se intercalan capítulos,
o largos pasajes, que podríamos llamar situacionales o panorámicos. En ellos se
describe el estado de la ciudad, la región o el país sin tener en cuenta la
presencia o no de personajes del relato. Tal es el caso por ejemplo del
capítulo sexto, titulado “Moscú en junio de 1928”. Por necesidades de la trama,
la acción transcurre en verano.
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