miércoles, 13 de marzo de 2019

Intruso en el polvo, de William Faulkner


Foto de outsetnetwork.com

William Faulkner, Intruso en el polvo, Barcelona, Planeta, 2000. [Intruder in the dust, 1948]. Traducción de J. M. Álvarez Flores y Ángela J. Pérez.

         Una vez leída esta novela de Faulkner he procedido a realizar una consulta de otras páginas, de la obra de otros comentaristas, anotadores, reseñadores, autores de recensiones, críticos o cómo quiera llamárseles, lo hago a menudo, y he sido consciente de la bochornosa diferencia que existe entre lo que algunos han escrito sobre ella y lo que yo pueda escribir. Me refiero en particular al texto de Javier Avilés incluido en el «El lamento de Portnoy». Todos los lectores que queden insatisfechos con estas mis pobres palabras deben dirigirse a él.
         Intruso en el polvo es una de las novelas de Faulkner inspiradas por el amor que sentía hacia la humanidad en general, y en particular hacia los negros que convivían con los blancos en los estados sureños de los Estados Unidos. Como demuestra en la dedicatoria de Desciende, Moisés, Faulkner estuvo desde la infancia en estrecho contacto con ellos y los quiso —era consciente del amor y la protección que les debía, sobre todo a las mujeres—, de manera que estas novelas suyas en las que los defiende son, a mi entender, una forma de devolverles ese amor. Además son necesarias por simple humanidad.
         Lo que más admiro de la obra de Faulkner es la ligazón que une a la mayoría de sus novelas. En ellas narra los avatares de varias familias durante dos o tres generaciones, familias en las que las sangre blanca y negra —en realidad siempre es roja, todos los sabemos— se ha ido mezclando. Fruto de esa mezcla es Lucas Beauchamp, el personaje desencadenador de los hechos que se relatan, que no voy a contarles para no fastidiarles la lectura. Lucas es cabezota, generoso y señorial. Posee el atractivo de las personas que se sienten orgullosas de sus raíces. La novela está contada desde el punto de vista de un muchacho de dieciséis años. La acción trascurre durante una semana de finales de los años cuarenta en Jefferson, condado de Yoknapatawa, esa territorio ficticio creado por Faulkner.
         En cuanto al estilo, la lectura resulta a veces complicada, en algunos pasajes mucho, por la enrevesada sintaxis faulkneriana. Solo es apta para valientes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario