sábado, 17 de noviembre de 2018

El milagro del Prado, de José Calvo Poyato


(Musées d'art et d'histoire de Genève)

José Calvo Poyato, El milagro del Prado. La polémica evacuación de sus obras maestras durante la guerra civil española por el Gobierno de la República, Madrid, Arzalia Ediciones, 2018.

«No sabremos nunca si la intención de quienes tomaron aquella decisión era provocar una catástrofe de la que culpar a la aviación franquista, o simplemente no calibraron en su verdadera magnitud las consecuencias». Estas palabras, tomadas de las páginas finales de este ameno ensayo, resumen su espíritu. Obra objetiva y bien intencionada, El milagro del Prado narra las operaciones que llevó a cabo el Gobierno de la II República para sacar del Museo del Prado sus obras principales, cientos de ellas, que siguieron desde el otoño de 1936 el mismo camino que seguía el gobierno republicano. La decisión fue muy polémica desde el primer momento, sobre todo entre los amantes del arte. Contraviniendo las recomendaciones de los más altos organismos internacionales, que aconsejaban en tiempos de guerra la conservación de las obras de arte en los museos una vez protegidas de manera conveniente, personajes poco o nada preparados culturalmente e impulsados únicamente por cuestiones políticas, ordenaron, durante el gobierno de Largo Caballero, la saca del Prado de las obras de Rubens, Tiziano, Velázquez, Goya, etc. Desde el edificio del Museo del Prado, y en camiones pobremente acondicionados, los cuadros viajaron hasta Valencia, luego hasta Barcelona, después hasta los castillos de Figueras y Peralada, huyendo con el gobierno del ataque franquista. Una vez en el límite del país, cuando ya la guerra estaba perdida, autoridades del Gobierno de la República negociaron con un comité internacional de especialistas procedentes de los principales museos europeos y estadounidenses la continuación del viaje de las obras hasta Ginebra, donde debían ser depositadas en edificios controlados por la Sociedad de Naciones. Allí se celebraría una exposición temporal con la que se devolvería el dinero adelantado para el transporte desde la frontera por algunos de dichos especialistas internacionales. Cuando vino a celebrarse la exposición —cuyo cartel acompaña este texto—, el lugar del representante técnico de la República, Timoteo Pérez Rubio, ya había sido ocupado en el diálogo con los organismos internacionales por José María Sert y Eugenio D’Ors, representantes del Gobierno de Burgos, a punto de ser reconocido por el gobierno suizo. La exposición se celebró durante el verano de 1939, justo antes de comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Fue un éxito de público. Una vez acabada hubo el tiempo justo de organizar la vuelta de los cuadros a España. Hicieron el viaje en un tren especial que atravesó el territorio francés de noche y a oscuras para evitar posibles ataques de la aviación alemana. El 9 de septiembre estaban de vuelta en Madrid.
Después de conocer esta absurda odisea sufrida por las obras maestras del Prado, muchas de las cuales, sobre todo las de mayor formato, sufrieron graves deterioros —alguna de Goya llegó a quedar fragmentada en decenas de partes—, cuando volvamos al Museo del Prado debemos recordar que estamos en una importantísima pinacoteca cuyas obras se salvaron de milagro de los ataques a los que fue expuesta por la ignorancia y la ruindad de oscuros comisarios políticos. No lo olvidemos: la cultura y la política no deben ir de la mano, son universos distintos y excluyentes. No quiero dar nombres, están en el libro, pero algunos de los responsables de aquella barbaridad son muy conocidos y se han citado a menudo como representantes y defensores del arte.
Pero el libro de Calvo Poyato no queda ahí. Su lectura tiene que poner roja de vergüenza la cara de las personas que aún apoyan la gestión que se hizo de los bienes culturales en el territorio controlado por la República, donde los ataques al patrimonio de la Iglesia supuso la desaparición por vandalismo de obras de arte, archivos y bibliotecas, documentos y objetos ya irrecuperables. Lo mismo podría decirse de las colecciones del Museo Arqueológico Nacional cuyas piezas fueran de metales valiosos, muchas de ellas sujeto de sacas y trasporte al extranjero, donde se les perdió definitivamente la pista.
Un libro, en definitiva, para reafirmarse en la necesidad de ser pacifista, apolítico y, sobre todas las cosas, amante del arte. Todas las opciones políticas son responsables del deterioro del patrimonio cultural. Todas.

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