En la madrugada del 22 de noviembre de
1968, un camión con exceso de altura produjo la ruina del edificio del
Ayuntamiento de Osuna. Las imágenes de aquel suceso aún están grabadas en la
memoria de muchos ursaonenses. Pronto se cumplirán cincuenta años.
Según
la información contenida en el legajo 221 del Archivo Municipal de Osuna, a las
dos y media de la madrugada del día 22 de noviembre de 1968, un camión
frigorífico que circulaba «por la carretera de Sevilla-Málaga-Granada y con
dirección a Sevilla […], al llegar al arco existente en el Ayuntamiento salida
a Plaza de España enganchó la parte de arriba del camión del último arco
viniéndose este abajo».
(Al decir «último arco» se
refiere al más cercano a la Plaza de España de los dos, o más arcos, que
delimitaban el único espacio en forma de arco disponible entonces. No está de
más tener en cuenta la impropiedad semántica de llamar arcos a estos lugares de
paso, como hacemos todos. Cuando decimos «el arco del Ayuntamiento» nos estamos refiriendo a uno de
los dos espacios que hoy día sirven de paso para vehículos y personas bajo el
edificio, cada uno de ellos delimitado por dos arcos y compuesto por tres, pues
existe uno central, más ancho. En cualquier caso, con la palabra arco nos
entendemos todos, que es lo importante).
Según se observa en la fotografía, la gran mayoría de las dovelas se vinieron abajo y fue necesario
reforzar de manera urgente el arco con puntales de madera, los disponibles
entonces. Para intentar impedir también el paso de viandantes, vehículos de dos
ruedas y caballerías, en los primeros momentos se colocó una escalera de mano
atravesada y en paralelo a la calzada, obstáculo fácil de evitar por los más jóvenes.
El arco siguió en pie, aunque, eso sí, sufrió graves desperfectos en su parte
central, punto de apoyo de las tensiones de toda esta parte de la fachada. En
la imagen se aprecian las columnas y los capiteles en las que se apoyaban las
piedras del arco. También se aprecian apuntalados los dos primeros arcos del primer piso.
Aparte del hecho de que una
carretera general pasase por la Carrera, lo que más llama la atención es que el
camión y su chófer se fueran de rositas y nadie respondiera del daño causado.
Al menos no tengo constancia de que así fuese. En su defensa, el chófer —vecino
de la Granja de San Ildefonso— pudo argüir la inexistencia de señales que
avisasen de la altura máxima permitida. Según puede leerse en las actas de la
sesión extraordinaria celebrada por el cabildo municipal el día 27 de noviembre
de 1968, el camión, aun con algunos desperfectos, pudo seguir su marcha,
mientras el Ayuntamiento tuvo que alquilar un inmueble —rotulado en la
actualidad con el número 2 de la Calle San Pedro— al que se trasladó en abril
de 1969, y no pudo volver al suyo hasta 1973, cuando finalizaron las largas y
costosas obras de reconstrucción. Durante esos años, y según leemos en una
carta que lleva fecha de enero de 1971 y que dirige el alcalde de Osuna, Manuel
Mazuelos Vela, al Director General de Bellas Artes, Florentino Pérez Embid, el
pueblo permanece «dividido en dos sectores prácticamente incomunicados, con la
consiguiente incomodidad para el vecindario, con un tráfico desviado que está
causando grandes destrozos en otras vías municipales». El problema era
evidente.
Los planos del proyecto de reforma que se
llevaría finalmente a cabo, conservados en el Archivo Municipal, están firmados por el arquitecto gaditano Rafael
Manzano Martos, responsable también de la reforma de la Plaza de España
contemporánea al accidente y de otras importantes obras llevadas a cabo en
Osuna durante estos años, principalmente la consolidación del edificio de la
Colegiata. Algunos de los elementos comprendidos en el proyecto, como un murete en el límite del tejado, desaparecieron en la obra ya acabada, decisión que produjo un intercambio de cartas entre el Ayuntamiento y la dirección de
Bellas Artes en Madrid, alguna de las cuales, como la citada antes, se
conservan en el legajo ya mencionado. En los planos puede observarse la idea de Manzano del doble arco, esta sí seguida con fidelidad.
La conservación de este
edificio histórico ursaonense se debe a Manuel Rodríguez-Buzón Calle, presente
en la sesión extraordinaria del 27 de noviembre en calidad de Teniente de
Alcalde. Rodríguez-Buzón fue el único miembro de la corporación que se opuso al
acuerdo que se quería tomar aquel día de derribar completamente esta parte del
edificio para facilitar la comunicación entre la calle Asistente Arjona y la
Plaza de España. Consciente de la pérdida patrimonial y artística que aquello
hubiera supuesto, pidió el dictamen del Arquitecto Titular de Bellas Artes, en
aquel momento, precisamente, Rafael Manzano, al que no se había podido
localizar desde el día del accidente. El empeño de Rodríguez-Buzón, que consiguió retrasar unos días la toma de una decisión, fue determinante. Resulta difícil imaginar el aspecto final del edificio si se hubiera derribado definitivamente toda esa parte. Se salvó por la fuerte voluntad de una persona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario