lunes, 4 de febrero de 2019

Misterios de las noches y los días, de Juan Eduardo Zúñiga


Estatua del general O'Higgins en Buenos Aires

Juan Eduardo Zúñiga, Misterios de las noches y los días, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2013.

         Juan Eduardo Zúñiga (Madrid, 1919) dejó en este libro, publicado en 1992, una colección de relatos para la anhelante posteridad. Todos los que leen, afortunadamente muchos más de los que a menudo pensamos, están deseando encontrar libros que ayuden a mantener vivo en su interior el fuego que se encendió la primera vez que disfrutaron con una ficción. Leyendo los relatos de Misterios de las noches y los días ese fuego se reaviva y vuelve a iluminar el imaginario de aquellos cuentos. Aunque no aparece escrito al principio de estos relatos de Zúñiga, el «érase una vez» de nuestra infancia resuena en ellos y nos alegra el espíritu.
         Misterios de las noches y los días es una colección de cuarenta relatos cuya acción transcurre en lugares y tiempos no especificados, aunque muchos de ellos, por alusiones al nivel de desarrollo técnico o a actividades como los duelos de honor, pueden situarse en el siglo XIX. En un número considerable tienen un peso importante las diferencias sociales y en todos está muy presente el amor. El amor a la mujer, al hombre, al hermano, a los hijos, a los padres. En muchos el amor consigue triunfar sobre la muerte, gracias siempre a la portentosa imaginación de Zúñiga, que huye de la realidad en todos los relatos a partir de un giro hacia la fantasía y, en ocasiones, el terror. Creo que están muy patentes en estos relatos las influencias del imaginario romántico, quizá a través de los autores modernistas (palacios, estatuas, princesas, joyas), y de los cuentos de Poe, muy claro, en mi opinión, en el titulado El reloj. Las estatuas tienen un protagonismo especial en varios relatos, las estatuas, esos seres inanimados que pueblan parques y jardines y muy pocos imaginan en movimiento y con sentimientos. Otra de las constantes en algunos de los cuentos es la venganza. Otra la insatisfacción sexual de la mujer en el matrimonio, la casada insatisfecha, dejando este tema relatos de fino erotismo, como El quiosco y La camisa. Otro relato que destaca sobre los demás es La madre, una ficción centrada en la manera en que una mujer de condición humilde se venga del ejército, que se ha llevado a la guerra a su único hijo. Algunos son de un romanticismo enternecedor, como El secreto o La prisionera y todos, absolutamente todos, producto de una desbordante y delicada imaginación.
         En cuanto a la forma, los relatos son cortos, de apenas unas páginas, de títulos muy simples, ajenos, como el lenguaje en el que están escritos, muy sencillo, a la retórica mal entendida, a la ampulosidad, que tanto daño hacen a la comunicación fluida. La prosa es muy rítmica, agradable al oído.
Desde esta humilde página, y aunque sé que la posibilidad de que lea este artículo es una entre un billón, felicito al señor Zúñiga por su cumpleaños número cien y le deseo que cumpla muchos más. Gracias por sus obras.

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