sábado, 9 de febrero de 2019

Cómo me hice monja, de César Aira




César Aira, Cómo me hice monja, Barcelona, Mondadori, 1998.

Divertido relato en primera persona de un niño de seis años que vive en Rosario (Argentina). Olvídense de encontrar en él nada relacionado con monjas o iglesias: la ficción es una broma desde el comienzo hasta el final. Este último, además, es perfecto en sí mismo, el cierre de un círculo comenzado en la primera página. La novela, corta —como los libros que gusta escribir César Aira (Coronel Pringels, 1949), de apenas 20.000 palabras)—, cuenta un año de vida de un niño llamado César que a veces aparece, se ve o se sueña él, como niña. Es un niño introvertido y maquiavélico, calculador, capaz de hacer sufrir a sus padres, a los que ve objetivamente como personas responsables de su hijo pero a los que gusta marear con comportamientos desesperantes. No deseo contar a nadie cuáles son las ideítas que tiene el protagonista-narrador, pero adelanto que son realmente imprevisibles. A la vista del aire general de la ficción, parece que el autor ha recibido, y ha escrito bajo, interesantísimas influencias del arte vanguardista, tomando de este el gusto por el juego y, a veces, el amor por el absurdo. El final del relato es tan perfecto gracias a una licencia narrativa muy poco habitual, aquella que permite narrar a quien por definición no puede hacerlo. Y no digo más, que luego todo se sabe. Muy recomendable.

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