El autor en 1928
Mijaíl Bulgákov, Corazón de perro, Madrid, Alfaguara, 1989. Traducción de Helena S.
Kriúkova y Vicente Cazcarra.
Las
notas de lectura de esta novela del autor kievita Mijaíl Bulgákov (1891-1940)
me van a servir para reivindicar una vez más la figura del traductor y recordar
la importancia de mirar bien qué traducción leemos. No lean, háganme caso, la versión de la obra publicada por la
editorial norteamericana Plaza Editorial Inc. en 2013. Es realmente infumable.
Además, el nombre del traductor no aparece por ningún sitio en el librito, lo
que nos hace sospechar que tal desaguisado lingüístico fue perpetrado por
alguien sin oficio alguno o, también, tan avergonzado del resultado de su trabajo
que se negó a firmarlo. Afortunadamente existe la versión de Kriúkova y
Cazcarra, con la que el lector podrá disfrutar de esta joyita de la literatura
de resistencia antirrevolucionaria escrita en Moscú en los meses iniciales de
1925. El relato, una novela corta, circuló por la Unión Soviética en copias ilegales
desde los mismos años veinte pero no fue publicada hasta 1987, ya en tiempos de
Mijaíl Gorbachov. Al inglés había sido traducida en 1968.
Corazón de perro cuenta hechos acaecidos
en las pocas semanas que median entre la adopción de un perro callejero por
parte de un célebre médico, practicante de cirugías conducentes al
rejuvenecimiento de las personas, y el logro de la pacífica convivencia entre
ambos. Como en casi todas las obras que he leído de Bulgákov y he comentado
aquí —véase Lecturas—, en esta el sentido del humor es fundamental, el
humorismo como vía de escape de la dramática situación personal que vivía el
autor. Bulgákov es conocido por la oposición intelectual que presentó a Joseph
Stalin, dictador que le permitió seguir con vida, y en una relativa desahogada
posición económica, pero le impidió salir del país o publicar sus obras, muchas
de las cuales han visto la luz de forma póstuma. La obra es un claro
ejemplo de la maestría de Bulgákov en el uso de la ironía y, como en El maestro y Margarita, de su arrojo a
la hora de denunciar los abusos de los mandos intermedios y de la vida de
privilegios de los mandos superiores del establishment soviético.
Corazón de perro puede ser considerada
muestra del mismo subgénero de terror al que pertenece Frankenstein (1818), de Mary Shelley (1797-1851). Serían obras caracterizadas por dar un lugar importante a los conocimientos científicos y
despertar en el lector reflexiones de índole moral relativas a la atribución al
hombre de poderes divinos, un tema de gran actualidad en nuestros días debido a
la ingeniería genética.
Lectura muy recomendable.
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