lunes, 20 de agosto de 2018

«Balada de Caín», de Manuel Vicent


El autor 
(lalineadefuego.es)

Manuel Vicent, Balada de Caín, Barcelona, Destino, 1987.

            No sé qué les parecerá a ustedes, pero tengo la impresión de que antes se escribía mejor. Había otro nivel. Los escaparates de las librerías estaban tan atiborrados de libros como los de ahora —había más librerías, eso sí—, pero los libros que se reeditaban profusamente eran menos comerciales. Creo. Es el caso de Balada de Caín. Había recibido el Premio Nadal el años antes, y en diciembre de 1987 llevaba ya siete ediciones, un libro como este, rompedor, iconoclasta y nada amable con las concepciones religiosas tradicionales. Algunos pasajes me imagino que resultarían escandalosos para las mentes pacatas aunque acabo de recordar que los propietarios de esas mentes no leen libros, si acaso leen un solo libro. En 1987 existía aún en España una gran proporción de personas que habían recibido en su infancia una educación muy religiosa, como es mi caso, y estoy seguro de que muchos leerían la novela con regocijo y admiración a partes iguales. Leer esta novela en 2018 también resulta una experiencia iluminadora y, si es usted amante de la Literatura, muy grata.   
            Balada de Caín cuenta la vida de Caín, Abel, Adán, Eva y otros personajes bíblicos desde el punto de vista del primero. Este nos habla siempre en primera persona y va desgranando uno a uno los minutos de su vida desde que nació «una noche de luna llena bajo un sicomoro», lejos ya del Paraíso, hasta que desaparece dentro de la nave espacial que lo lleva a Ganimedes junto a sus amigos. Porque Caín tiene amigos. Caín es músico, toca el saxofón, y no es una persona malvada, ni rencorosa. Ama a su hermano Abel, a veces de manera física e incestuosa, e intenta protegerlo. Tiene celos de él por su belleza, Abel derrama atractivo sexual, pero en ningún momento piensa en agredirlo y por supuesto no lo hace. Abel muere en un bombardeo de la ciudad de Jaffa mientras su hermano Caín vive en Nueva York. Él no es en absoluto responsable de la muerte del hermano.
            Los atractivos de Balada de Caín, de lectura muy recomendable para buceadores de novelas, son, en mi humilde opinión, dos principalmente: el tratamiento del tiempo y el espacio y el lenguaje utilizado. Dentro de la obra parece que hubiera una puerta que comunicase el tiempo del Génesis con la edad contemporánea y el Creciente Fértil con la ciudad de Nueva York, exactamente con Manhattan. Esa puerta está siempre abierta para el narrador protagonista que la atraviesa cuando menos se lo espera el lector para hallarse en una situación parecida a la vivida instantes antes a miles de kilómetros y a varios milenios de tiempo. Recuerdo haber encontrado hallazgos parecidos en Saramago o en Bulgákov, pero esto no quita ningún interés a esta novela, todo lo contrario, la inserta dentro de una tradición privilegiada. De todas formas, El Evangelio según Jesucristo de Saramago, otro ejemplo de recreación de historias bíblicas, creo que es posterior a 1987, no recuerdo ahora. Sí, acabo de mirarlo: es de 1991.
            El otro gran atractivo de Balada de Caín es el estilo. Desde la primera página el lector se halla inserto en un espacio lingüístico, en una tierra, distinta que la sabe suya por haber pertenecido a sus ancestros pero que habitualmente no se encuentra al abrir un libro. Vicent transporta al lector a países lejanos y tiempos pasados sin necesidad de mover un dedo, sin artefacto mecánico alguno, solo con el uso de la palabra justa del castellano, donde habitan miles y miles de sustantivos que no solemos usar y sirven para nombrar con exactitud objetos que fueron o son pero cuyos nombres hemos olvidado. Una gozada. Me gusta también especialmente la construcción de la sicología de Caín, la descripción de su mundo mental y de su conciencia, siempre buena. Es como si Vicent le diera la vuelta a los personajes, los cambiara de sitio, intercambiara sus actitudes, y en muchos pasajes fuera Abel el insidioso y el aprovechado.
            La novela es también un homenaje a los músicos de Jazz que ama el autor, los cuales aparecen rodeando a Caín o personificados en los temas que interpreta con el saxo.

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