sábado, 18 de agosto de 2018

Avenida de la Libertad



Como ha ocurrido con otros cambios de régimen político, la llegada de la Segunda República supuso una nueva rotulación de la mayoría de las calles y plazas españolas. Osuna no fue una excepción. Así, por ejemplo, la calle San Agustín pasó a llamarse Indalecio Prieto; la Plaza de la Constitución, Plaza de la República; la calle de la Cruz, Joaquín Costa; la calle Carretería, Pablo Iglesias, etc. En el pie de la foto que contemplamos se lee «Avenida de la Libertad», nombre que, según las Actas Capitulares del Ayuntamiento, recibió oficialmente la Carrera de Tetuán a partir del 17 de junio de 1931. Por lo tanto, se puede asegurar que esta foto es posterior a esa fecha y anterior a julio de 1936. Atendiendo a otros detalles —la orientación de las sombras, el follaje de los árboles y el cierre del comercio textil de la derecha—, puede aventurarse que la imagen fue tomada durante la tarde de un domingo de primavera. O también, por supuesto, un día de diario a primera hora de la tarde. Son solo hipótesis.
Fijemos nuestra atención en el grupo de hombres que aparece sentado en la acera del Café de Galerón, establecimiento que tenía su entrada al comienzo de la calle Luis de Molina, más o menos donde hoy la tiene una sucursal bancaria. El aspecto de la clientela del establecimiento —hombres tocados con gorras, prenda popular, y vestidos con ropa de tejido basto— presentaría un acusado contraste con el de los habituales del Casino, que ocupaban su lugar a sólo unos metros. De hecho, en el ángulo inferior derecho de la fotografía se observa un hombre tocado con un sombrero que formaría parte del otro grupo. Esta gran diferencia es una pequeña muestra de la que había en la sociedad de la época, muy acusada en localidades de larga tradición señorial como Osuna.
            También llama la atención el aspecto que presentaban los edificios de la acera de la derecha. Destaca la casa de Manuel Calle. Puede observarse la puerta de la farmacia en la planta baja, una entrada de madera de color oscuro situada después del tercer gran cierro blanco. Aunque no tengo el dato exacto de cuándo se construyó esta bella fachada perdida en los años setenta del siglo XX, pudo ser en la década de los veinte o a principios de los treinta, época en la que Osuna, que se ha transformado siempre a impulsos urbanísticos intensos en cortos periodos de tiempo, tuvo una gran actividad constructora. De estos años datan también, entre otras obras, la ampliación del Casino, la casa «del rincón» de la Plaza de la Constitución, valioso ejemplo de arquitectura regionalista, y la construcción de la caseta del parque, esta última fácilmente fechable (1927) gracias a una lápida conservada en su interior. La casa llamada «del rincón», según tengo entendido, fue obra de algún arquitecto cercano a Aníbal González. Parece que el responsable de su construcción fue un procurador muy impopular debido a la rigurosidad con la que ejecutaba los embargos judiciales. De hecho, y según recoge El Paleto nº 1304 (10 de octubre de 1931) en su página 3, en aquellos días recibió un disparo de una persona sujeta a uno de ellos.
Por último, observen, por favor, una muestra de cómo era el alumbrado público: una bombilla con pantalla circular suspendida sobre la calle. En la imagen se ven varias. La compañía proveedora de electricidad de aquellos años se denominaba “Sociedad Hidroeléctrica del Genil”. En sesión celebrada el 15 de julio de 1931, el Ayuntamiento de Osuna acuerda dirigirse a ella para pedirle, por motivos de seguridad, el soterramiento de los cables que pasaban junto a la Colegiata. La compañía eléctrica respondió un mes después diciendo que la línea existía tal cual estaba desde 1904 y aún no había ocurrido nada, algo que no era cierto: según se recoge en las Actas Capitulares, en 1928 había fallecido electrocutado un chiquillo. Han pasado ya ciento catorce años y los postes de esta línea, siempre antiestéticos y más en un lugar como la zona monumental de Osuna, siguen estando ahí para recordarnos el gran poder que tiene la compañía eléctrica de turno, que hoy día podría realizar la obra como un acto propagandístico de mecenazgo cultural. Quizá alguien podría hacerle llegar la idea a sus gestores. Desaparecerían los mazos de cables y los postes de hormigón que tanto afean la Cuesta de Marruecos, o los metálicos que bordean el edificio de la Universidad por su lado noreste, así como uno muy deteriorado emplazado junto al muro noreste del hotel situado en la zona y perfectamente visible desde el Camino de Buena Vista. La mejora estética sería evidente. Piénsenlo. 

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