Como ha ocurrido con otros
cambios de régimen político, la llegada de la Segunda República
supuso una nueva rotulación de la mayoría de las calles y plazas españolas. Osuna
no fue una excepción. Así, por ejemplo, la calle San Agustín pasó a llamarse
Indalecio Prieto; la Plaza
de la Constitución, Plaza de la República; la calle de la Cruz, Joaquín Costa;
la calle Carretería, Pablo Iglesias, etc. En el pie de la foto que contemplamos
se lee «Avenida de la Libertad», nombre que, según las Actas Capitulares del Ayuntamiento, recibió oficialmente la Carrera de Tetuán a partir
del 17 de junio de 1931. Por lo tanto, se puede asegurar que esta foto es
posterior a esa fecha y anterior a julio de 1936. Atendiendo a otros detalles
—la orientación de las sombras, el follaje de los árboles y el cierre del
comercio textil de la derecha—, puede aventurarse que la imagen fue tomada durante
la tarde de un domingo de primavera. O también, por supuesto, un día de diario
a primera hora de la tarde. Son solo hipótesis.
Fijemos nuestra atención en
el grupo de hombres que aparece sentado en la acera del Café de Galerón, establecimiento que
tenía su entrada al comienzo de la calle Luis de Molina, más o menos donde hoy
la tiene una sucursal bancaria. El aspecto de la clientela del establecimiento —hombres
tocados con gorras, prenda popular, y vestidos con ropa de tejido basto— presentaría
un acusado contraste con el de los habituales del Casino, que ocupaban su lugar
a sólo unos metros. De hecho, en el ángulo inferior derecho de la fotografía se
observa un hombre tocado con un sombrero que formaría parte del otro grupo. Esta
gran diferencia es una pequeña muestra de la que había en la sociedad de la época, muy acusada
en localidades de larga tradición señorial como Osuna.
También
llama la atención el aspecto que presentaban los edificios de la acera de la
derecha. Destaca la casa de Manuel Calle. Puede observarse la puerta de la
farmacia en la planta baja, una entrada de madera de color oscuro situada
después del tercer gran cierro blanco. Aunque no tengo el dato exacto de cuándo
se construyó esta bella fachada perdida en los años setenta del siglo XX, pudo
ser en la década de los veinte o a principios de los treinta, época en la que
Osuna, que se ha transformado siempre a impulsos urbanísticos intensos en
cortos periodos de tiempo, tuvo una gran actividad constructora. De estos años
datan también, entre otras obras, la ampliación del Casino, la casa «del
rincón» de la Plaza de la Constitución, valioso ejemplo de arquitectura
regionalista, y la construcción de la caseta del parque, esta última fácilmente
fechable (1927) gracias a una lápida conservada en su interior. La casa
llamada «del rincón», según tengo entendido, fue obra de algún arquitecto cercano a Aníbal González. Parece que el responsable de su construcción fue un
procurador muy impopular debido a la rigurosidad con la que ejecutaba los embargos
judiciales. De hecho, y según recoge El
Paleto nº 1304 (10 de octubre de 1931) en su página 3, en aquellos días
recibió un disparo de una persona sujeta a uno de ellos.
Por último, observen, por
favor, una muestra de cómo era el alumbrado público: una bombilla con pantalla
circular suspendida sobre la calle. En la imagen se ven varias. La
compañía proveedora de electricidad de aquellos años se denominaba “Sociedad
Hidroeléctrica del Genil”. En sesión celebrada el 15 de julio de 1931, el
Ayuntamiento de Osuna acuerda dirigirse a ella para pedirle, por motivos de
seguridad, el soterramiento de los cables que pasaban junto a
la Colegiata. La
compañía eléctrica respondió un mes después diciendo que la línea existía tal
cual estaba desde 1904 y aún no había ocurrido nada, algo que no era cierto:
según se recoge en las Actas Capitulares,
en 1928 había fallecido electrocutado un chiquillo. Han pasado ya ciento
catorce años y los postes de esta línea, siempre antiestéticos y más en un lugar como la zona monumental de Osuna,
siguen estando ahí para recordarnos el gran poder que tiene la compañía eléctrica
de turno, que hoy día podría realizar la
obra como un acto propagandístico de mecenazgo cultural. Quizá alguien
podría hacerle llegar la idea a sus gestores. Desaparecerían los mazos de cables y los postes de hormigón que tanto afean la Cuesta de Marruecos, o los metálicos que bordean el edificio de la Universidad por su lado noreste, así como uno muy deteriorado emplazado junto al muro noreste del hotel situado en la zona y perfectamente visible desde el Camino de Buena Vista. La mejora estética sería evidente. Piénsenlo.
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