Fotografía de Atín Aya, de su trabajo Marismas del Guadalquivir
Joaquín Aya Abaurre
(1955-2007), más conocido como Atín Aya,
era un sevillano licenciado en Ciencias de la Educación y en Psicología pero,
sobre todo, era fotoperiodista y persona. Persona de una gran sensibilidad. Dejó
miles de imágenes de esos hombres y mujeres cuyos nombres y apellidos no suelen
pasar a los libros de historia, las personas anónimas que construyen día a día
el edificio de la vida de las aldeas, los pueblos y las ciudades. Son
fotografías donde Aya estudia la distribución de objetos y volúmenes como si se tratase de
cuadros, y donde la luz juega un papel esencial. Fotografías en blanco y negro,
por supuesto. Si Atín Aya paseaba por
Sevilla, fotografiaba al mendigo, al músico callejero, a la carbonera, a la más
humilde kiosquera. Si se movía por las Marismas del Guadalquivir, fotografiaba
al cazador, al segador, al pastor, al pescador y también, cómo no, esos
inmensos paisajes marismeños, donde la horizontalidad condiciona
irremediablemente cualquier composición fotográfica. Y Alberto Rodríguez,
director de cine sevillano, enamorado de estas fotografías marismeñas de Atín Aya, ha querido tributar un
homenaje a su autor dedicándole todo un largometraje, inspirándose en su obra
para filmar una película de cine negro con sabor, paisaje, alma y espíritu
andaluces, una película que ha resultado una verdadera obra de arte y en la
cual, mire usted por dónde, tiene un papel Ángela Vega, ursaonense, cuya
mirada, profunda y escrutadora, llena por completo la pantalla, atraviesa los
cuerpos y logra desvelar los secretos más íntimos de las personas. Señora de su
isla flotante, Ángela desempeña un papel corto, pero crucial, en la historia.
Cuando tengan tiempo, y si todavía no lo han hecho, háganse
un favor: vean esta película y procuren no perderse un detalle. Los planos
cenitales del principio, alucinados y alucinantes, geniales, altísimos, nos muestran unas perspectivas
totalmente nuevas de las marismas. Son planos que muestran la pequeñez y la
debilidad de la gran mayoría de los personajes, enfrentados a una existencia
cruda y problemática. Esos planos están inspirados en la obra del fotógrafo onubense
Héctor Garrido.
¡Ah, por cierto!: la Isla
Mínima existe, pasé por ella hace un par de días, cerca de los Palacios,
volviendo de Cádiz. Mientras conducía, vi algo. Mari Carmen iba dormida y no
quise despertarla, pero estaban ahí, muy cerca de la carretera, los distinguí perfectamente: dos hombres oscuros caminaban hacia la inmensidad de la marisma
con sendos sacos a la espalda. A saber lo que llevaban.
(Publicado en El Pespunte el 4 de octubre de 2014).
No hay comentarios:
Publicar un comentario