martes, 19 de junio de 2018

«Respiración artificial», de Ricardo Piglia



El autor sobre la treintena
(magicasruinas.com.ar)

Ricardo Piglia, Respiración artificial, Barcelona, Debolsillo, 2017.

            Novela publicada en Argentina en 1980. Cuenta los intentos de acercamiento de un joven novelista a un tío suyo escritor, personaje misterioso, escurridizo y de mala reputación. Este, a su vez, investiga desde hace años la vida de otro familiar, un personaje de la época del dictador Rosas, Enrique Ossorio, ficticio, por supuesto.  
            La novela está dividida en dos partes. La primera, más novelesca según lo que entendemos como novela —un género que no veo fácil de definir—, relata episodios de la vida de los tres personajes citados. En ella se hacen profundas observaciones sobre la radical importancia de la historia y la necesidad de tenerla presente para entender nuestra existencia. Se leen infinidad de frases antológicas sobre ella, la pasión, la búsqueda de la verdad y la escritura como elementos inseparables. En la segunda parte el centro de la acción se traslada de Buenos Aires a Concordia, donde se supone que el muchacho va a poder encontrarse con su tío. Aquí la técnica narrativa cambia. Si en la primera los cambios de punto de vista entre los tres personajes mencionados eran constantes, en la segunda predominan dos: los del sobrino (Renzi) y de un emigrado polaco de vida y personalidad realmente apabullantes (Tardewski), un hombre que ha buscado el fracaso casi desde que tiene uso de razón, que estaba llamado a hacer grandes cosas en el mundo académico pero ha preferido siempre, de manera inconsciente al principio —luego tiene su epifanía particular—, renunciar a ese futuro prometedor para ser solo él. Esta segunda parte resulta interesantísima para el amante de la literatura y de la filosofía por el número de observaciones que atesora sobre autores muy conocidos. De manera dialogada, al estilo de los antiguos maestros, los dos personajes exponen sus teorías sobre la historia de la literatura argentina (Hernández, Sarmiento, Lugones, Arlt, Borges, Bioy, etc.) y sobre la evolución de la filosofía occidental en el siglo XX. Aquí resultan llamativos los ataques que realiza a Ortega y Gasset y a García Morente, a los que no ve como ejemplos de nada —los llama asnos—, y el relato que hace en las páginas finales del encuentro, ficticio, por supuesto, más que encuentro convivencia, que hubo en Praga en 1910 entre un desconocido Adolf Hitler, que había huido de Austria para evitar su entrada en el ejército, y un joven Frank Kafka, que se sentirá impresionadísimo por la brutalidad de las teorías supremacistas del primero y, visionario, expondrá en sus libros la impotencia que le aguarda a la persona de principios humanitarios. Toda esa historia está relatada con tal verosimilitud que uno puede creer seriamente todo lo que está leyendo. La segunda parte contiene pasajes dialogados en los que la sintaxis, de puntuación obsesiva, medida al milímetro, llega a ser realmente llamativa por el uso de las comas, con un gusto especial por el juego rítmico. Contiene también un relato interpolado, interpolado a su vez en otro, de gran ternura y ejemplaridad de la bajeza a la que son capaces de llegar los escritorzuelos. Tardewski cuenta el relato que a un tal Marconi, una especie de héroe literario local de Concordia, poeta resabiado, le contó una mujer aspirante a escritora. Durante unas páginas oímos (leemos) un relato contenido en un relato contenido en un relato. Es maravilloso, un juego de muñecas rusas. Cuestiones técnicas aparte, esta peculiar construcción narrativa tiene como fin explicar cómo el tal Marconi, solo por envidia y miedo a perder su lugar preeminente entre los literatos locales, arruina la prometedora carrera literaria de la mujer, poseedora de un talento literario extraordinario pero muy insegura, dependiente de la opinión ajena. Son unas páginas antológicas. Y, por desgracia, realistas.    

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