El autor, un melómano (leedor.com)
Haruki Murakami, Tokio Blues «Norwegian Wood», Barcelona, Tusquets, 2018. Traducción
del japonés de Lourdes Porta.
Publicada en lengua original
en 1987, esta novela cuenta una parte del proceso de maduración de un personaje
ficticio, Tōro Watanabe, que a poco que uno lea la biografía de Murakami
descubre que es una recreación de él mismo, y las andanzas de Watanabe una
recreación de las suyas.
La acción transcurre principalmente
en Tokio y en el bienio 1968-1970, pero el relato comienza diecisiete años
después. El narrador protagonista escucha por los altavoces de un avión que
acaba de aterrizar en Hamburgo una mala versión de Norwegian Wood —las alusiones a los Beatles son constantes durante
toda la novela— y, al modo proustiano —una sensación que despierta un recuerdo—,
rememora esos años tan difíciles de adolescencia. Su vida, como las de tantos
hombres en esa edad pletórica de fuerza pero muy escasa en experiencias, gira solo
alrededor del sexo y de él mismo. Watanabe sufre su particular bajada a los
infiernos y su redención gracias al consejo de una persona más experta, una
mujer.
El mayor mérito de la obra
está en su propia naturaleza. Se trata, según parece, de un relato inspirado
directamente en la vida del autor, narraciones, las de este tipo, que suelen
ser de más calidad por la veracidad con las que están contadas. Uno puede
escribir, por ejemplo, una novela histórica ambientada en la corte de Luis XVI
y María Antonieta, pasearse por las calles del París de la Convención,
encontrarse entre la muchedumbre que asiste a las decapitaciones de los
monarcas y todo eso. Eso está muy bien pero, en realidad, por mucho que uno se
documente sobre la época, son hechos no vividos. Ese relato nunca va a tener el
mismo grado de verosimilitud, y la misma garra, que si uno novela sus excesos
amoroso-sentimentales durante la primera juventud, o las decepciones y las
aceptaciones de su madurez, cualquier cosa vivida de verdad en primera persona.
Me ha gustado también el realismo de las descripciones de los encuentros
sexuales, a menudo llenas de romanticismo y al mismo tiempo muy excitantes. La
banda sonora de la novela, la tiene, está formada por autores de culto, desde
Bach hasta Thelonious Monk y Antonio Carlos Jobim. A destacar el relato
interpolado de las penurias sentimentales de Reiko, más o menos a mitad de la
novela.
En
cuanto a los aspectos negativos, resulta insufrible, al menos durante las cien primeras páginas —hasta que uno se acostumbra—, la minuciosidad del relato y la descripción de los actos pequeños, menores, secundarios, sin trascendencia alguna en la
historia. No sé si ese amor por el detalle se debe al carácter del autor o debo
pensar que es una tendencia a llenar páginas porque sí. Murakami lo CUENTA
ABSOLUTAMENTE TODO.
En cuanto al lenguaje, resulta
asequible para cualquier lector: oraciones cortas, poca subordinación y un
léxico bastante llano. Se trata de un superventas.
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