FITZGERALD,
Francis Scott, Suave es la noche,
Madrid, Hermida Editores, 2015; 416 págs. [Tender
is the night, 1934]. Prólogo y traducción de José Luis Piquero.
Relato de una historia de amor y
autodestrucción. La novela aparece dividida en tres partes cuyas acciones no
son lineales. La primera, ambientada en la Costa Azul y París, transcurre en
1924; en ella predomina el punto de vista de Rosemary Hoyt, personaje que a
partir de aquí va a mantenerse en un segundo plano pero cuya existencia va a
ser determinante en la ficción. La segunda vuelve la vista hasta 1917 para
entender cómo comienza la historia de amor entre los verdaderos protagonistas,
los Diver, Nicole y Dick y, después de superar el momento de tensión en el que
acabó la primera parte, avanza hasta 1928. Y la tercera, por fin, relata lo
sucedido después de ese año, hasta un final abierto en el que se deja adivinar,
pero no se cuenta, el final de Dick Diver.
Méritos. En mi opinión, muchos. Es
de las pocas novelas que haya leído, sobre todo escritas hace tantos años, en
la que tiene un papel especial en la configuración de algún personaje el tema
de los abusos sexuales en la infancia, por desgracia tan habituales y tan
demoledores del mundo emocional. La resolución de este problema, que sigue
siendo tabú por el machismo imperante en la sociedad —los abusadores son
hombres en un porcentaje elevadísimo—, es una de las conquistas que nuestra
sociedad tiene pendiente. En Suave es la
noche, cuyo protagonista es psiquiatra, aparece también un tratamiento de
la homosexualidad hasta cierto punto avanzado, pues critica, por inútiles, las
terapias a las que algunos padres, aún hoy día, llevan a sus hijos homosexuales,
a los que consideran enfermos de una dolencia curable.
Aparte de esos apuntes del universo sexual,
no podemos olvidar que la novela de la que hablamos es, como todas, un
artefacto narrativo compuesto con ánimo de contar, atraer y deslumbrar. En este
sentido la novela, ciertamente autobiográfica, tiene algunos pasajes realmente
memorables. Destacaría sobre todos el capítulo dedicado al primer encuentro
sexual entre Nicole y Tommy Barban, que transcurre en un hotelito en el que
pasa absolutamente de todo y se narra con mucho sentido del humor. Teniendo en
cuenta que Fitzgerald está novelando una de las infidelidades de Zelda, su
mujer, el pasaje cobra aún más valor y parece todavía más lleno de frescura. Este
capítulo, además, está situado casi al final del libro y ejerce un
saludable contrapunto frente a la sordidez y oscuridad que ha invadido la vida
íntima del matrimonio protagonista.
Otro de los atractivos de la novela
es el acercamiento que procura al lector al mundo cinematográfico de aquella
época, justo en la frontera entre el cine mudo y el sonoro. Aparecen
mencionados actores y actrices reales, Norma Talmadge y Ronald Colman, así como
un estudio de Gaumont en Montecarlo, ya en aquella época considerado antiguo.
El mundo de los principales
personajes es de los ricos, inmensamente ricos. En general aparecen como
personas decadentes y ociosas. Sus días suelen acabar al amanecer y empezar al
mediodía. Desayunan en la cama y se cambian de ropa varias veces al día.
Fitzgerald retrata a la perfección ese tipo de seres, vacíos y egoístas, con
frases como «En el hotel, sus potenciales modelos [habla de un fotógrafo]
dormían hasta tarde en habitaciones a oscuras bajo los efectos de las pastillas
consumidas al amanecer». (p. 411).Y uno se los imagina de tal manera que llega
a compadecerlos.
La novela retrata también el mundo
de las clínicas psiquiátricas para ricos, que proliferaron en Europa Central y
Estados Unidos durante aquella época. Italo Svevo, el talentoso escritor
italiano descubierto por Joyce en Trieste, describe una de ellas en su
divertida novela La conciencia de Zeno
(1923), en su caso para dejar de fumar.
Suave
es la noche es una obra enriquecedora, escrita por necesidad, no por afán
lucrativo. Para eso tenía Fitzgerald (1896-1940) las revistas semanales, que
pagaban bien los relatos en aquella época, y los estudios de la Metro, que
ponían a disposición de los escritores residencias en las que se debían dedicar
a escribir guiones, su talento prostituido. Un novelista es humano y también
come.
La forma en la que llegué a esta
novela no deja de ser curiosa por cinematográfica. Mi primer contacto con la
obra de Fitzgerald fue la proyección en un cine de El gran Gatsby (1974), la versión interpretada por un elegantísimo Robert
Redford, hace unos cuarenta años. Transcurrió el tiempo y fueron pasando libros
entre mis manos sin volver a encontrarme con Fitzgerald hasta hace unos diez
años, cuando leí El gran Gatsby (1925).
Luego olvidé de nuevo a este novelista. Pero el cine, omnipresente, volvió a
traérmelo con El editor de libros (2016),
película norteamericana, cómo no, sobre los procesos de edición y escritura sobre
todo de Thomas Wolfe, pero también de Hemingway y Fitzgerald. Esta película puede
servir para acercarse a la figura del gran editor Max Perkins (1884-1947).
Para acabar, mencionar que en Internet
existen muchas páginas que ofrecen resúmenes de Tender is the nigth, lo que lleva a pensar que debe ser lectura
obligatoria para algunos estudiantes de habla inglesa, seguramente
norteamericanos.
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