miércoles, 4 de octubre de 2017

«Las almas muertas», de NIkolái V. Gógol





GÓGOL, Nikolái V., Las almas muertas, Barcelona, Seix Barral, 1971; 449 págs. (Мёртвые души, 1842). Traducción de María Ángeles Hernández.

            Se trata de la célebre novela de Gógol (1809-1852). La he leído en una edición un poco antigua y en un ejemplar tan deteriorado que, si pudiera hablar, a saber qué historias nos contaba, los viajes que ha hecho, las manos por las que ha pasado hasta llegar a las mías. 
            El doctor Alfredo Hermosillo López ha dedicada años de estudio, incontables lecturas, a la recepción y las traducciones de Almas muertas al español —Hermosillo menciona el título sin artículo, seguramente con más propiedad—, así que remito a sus obras a los interesados en las dificultades de traducción de esta novela.
            Se trata de las andanzas de un vividor llamado Pavel Ivanovich Chichikov por la Rusia rural de la primera mitad del XIX. Apoyado en modales aristocráticos y un vestuario a la moda de San Petersburgo, intenta seducir a los propietarios de fincas, y, por lo tanto, también de aldeas y de sus ocupantes —almas—, para que le cedan la propiedad de los fallecidos, siervos que ya no producen y son una carga para el propietario, obligado a seguir pagando impuestos por los muertos debido a la falta de actualización de los censos. La visión del sistema social ruso no puede ser menos complaciente.
            Apoyándose en una premisa fantástica —el interés por la posesión de siervos muertos—, el autor crea una especie de novela de camino en la que asistimos a las aventuras que Chichikov corre moviéndose por los interminables campos rusos, de horizontes infinitos, de una propiedad a otra, intentando convencer a sus dueños de lo conveniente que sería para ellos deshacerse de sus almas muertas. Y esto siempre en compañía de un cochero borracho y despistado.
La visión de Gógol de la sociedad rusa es muy crítica. Los mujiks aparecen como víctimas de un sistema social terriblemente injusto, repleto de resabios feudales. La clase media, sobre todo funcionarios, está integrada por personas venales, muy corruptas. Y los propietarios son a menudo personas viciosas, dadas a los placeres y al despilfarro, muchos de ellos de extrañas costumbres generadas por la soledad en la que se encuentran en sus explotaciones agrícolas. Quiero destacar a uno de ellos, Pliuchkin (pág. 125 y ss.), por el parecido que guarda con la señorita Havisham de Grandes esperanzas. Ambos personajes parecen olvidados de sí mismos y viven rodeados de los ruinosos y polvorientos recuerdos de sus vidas. La obra de Dickens es veinte años posterior pero ignoro la fecha de la primera traducción inglesa de Las almas muertas. Es solo una conjetura.
            La segunda parte de la novela, de tono menos humorístico y más moralista, está incompleta debido, según he leído, al intento que hizo Gógol de destuir su manuscrito.
             La lectura de la primera parte me ha recordado al Chévoj y al Bulgákov más creativos y humorísticos. La primera parte, mucho más vitalista, tiene como uno de sus principales personajes al narrador. Este toma distancia de la obra, la analiza y «dialoga» con el lector sobre sus faltas o sus virtudes. Creo que son rasgos de gran modernidad para la época en la que escribía. El pasaje siguiente resulta ejemplar:

            «Pero es muy otra la suerte del escritor que se atreve a sacar a la superficie todas las bajezas de nuestra vida, que penetra en el abismo de los seres fríos, mezquinos, vulgares —que encontramos a cada paso en nuestro camino, a veces triste y amargo— y que con un inexorable cincel pone de relieve todo lo que nuestros ojos se niegan a ver… […] no podrá liberarse del juicio de sus contemporáneos hipócritas e insensibles, que considerarán sus amadas creaciones como obras deleznables y extravagantes, le atribuirán los defectos de sus héroes y le negarán toda cualidad del corazón y del alma, así como la llama divina del talento». (Pág. 145).


            Novela, en fin, de gran interés para los interesados en acercarse un poco más al apasionado y fogoso universo ruso, un mundo a nuestro alcance gracias a los libros. 

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