CHÉJOV,
Antón, El beso y otros cuentos, Madrid,
Alianza Editorial, 2017 (2ª ed.); 349 páginas. Selección, introducción y traducción
de Ricardo San Vicente.
Se trata de una selección de relatos
escritos por Chéjov (1860-1904) entre 1886 y 1903. Aparecen por orden temporal
y precedidos de una introducción y una cronología de la vida del autor. Sobre
la introducción debo decir que resulta muy interesante por contener las claves
del estilo del autor así como muchas otras valiosas observaciones. Por
supuesto, debe ser leída al acabar la lectura de los cuentos, no antes. Yo, al
menos, siempre dejo las presentaciones para el final: así la lectura no está mediatizada por observaciones ajenas. Prefiero siempre una lectura ingenua,
limpia de prejuicios. Al leer la introducción, acabo de hacerlo, me he llevado
la sorpresa de encontrarme con el relato que Olga Knipper-Chéjova hizo de las
últimas horas de vida de su marido. Son un par de páginas de una intensidad
y una ternura extraordinarias. Nos llevan a entender un poco cómo era en la intimidad ese ser excepcional llamado Antón Chéjov. Las páginas
pertenecen a la obra de Olga Knipper titulada Recuerdos (1921, 1933). Ignoro si está traducida.
En total, los relatos contenidos en
el libro son trece. Su lectura le deja a uno la sensación de encontrarse ante
la producción artística de alguien capaz de entender a cualquiera, de ponerse
en el lugar tanto de un príncipe como del más pobre e inculto campesino. He
encontrado relatos que transcurren en aldeas perdidas de la Rusia profunda,
donde los desheredados, ahora supuestamente libres, malvivían en unas
condiciones higiénicas deplorables, embrutecidos y minados por el alcoholismo. Son
los casos de «Campesinos», «La Nueva dacha» o «Por asuntos del servicio». Otros
transcurren en balnearios, centros de salud que Chéjov conoció para intentar
curar su tisis, y son protagonizados por personas de clase acomodada. Es el
caso, por ejemplo, del «La dama del perrito», un canto al amor entre una mujer
y un hombre cuyas relaciones matrimoniales son insatisfactorias. Este relato
sirvió de base para Ojos negros (1987),
aquella emocionante película, repleta de lirismo, interpretada por Marcello Mastroianni
y Elena Safonova, una de esas pelis que uno recuerda siempre por ser fruto de
la sensibilidad y el amor por la naturaleza y los inmensos campos rusos. Chéjov
es contemporáneo de paisajistas como Levitán y Shishkin y, a veces, leyendo las
pinceladas de los paisajes en Chéjov, a uno le parece estar contemplando
algunos de sus cuadros.
Mención aparte de todos estos cuentos
merece el enternecedor «Vanka» (1886), de apenas seis páginas. Se trata del relato de las desgracias de un huérfano
de nueve años que es sacado de su aldea y llevado a Moscú para que haga de
aprendiz de zapatero. Vanka escribe una carta a Konstantín Makarich, su abuelo,
el día de Navidad. El texto de la carta, entrecomillado, es triste, desgarrador.
En él cuenta el maltrato que está sufriendo por parte de la familia del
zapatero y le ruega a su abuelo que venga por él y lo saque de allí. El desgarro del texto,
la impresión que produce, se potencia por aparecer fragmentado, entre
observaciones de un narrador en tercera persona que da pinceladas alegres de
cómo era la vida del niño en la aldea. El comienzo del segundo párrafo de la
carta, «Ayer me dieron una paliza», se le clava en el alma al lector, suponiendo,
espero no sea mucho suponer, que el lector albergue buenos sentimientos hacia
los débiles. El niño está indefenso, lejos de su abuelo, el único que podría
protegerlo. Poco a poco la tristeza, esa tristeza tan necesaria para
preocuparnos por los que lo necesitan, va invadiendo el ánimo del lector hasta
llegar al momento en el que,
«Después de pensarlo, mojó la plumilla y escribió la dirección: “A la aldea de mi abuelo”. Después se rascó, pensó otro poco y añadió “Para Konstantín Makarich”».
Y uno ve que ese niño está perdido, que la carta no ve a
llegar a su destino y nadie va a venir a ayudarlo.
Su lectura me ha recordado la de «Pipá», de Leopoldo Alas, otra
emocionante denuncia del maltrato infantil. AQUÍ tienen el texto del
escritor español.
Estas son unas simples notas de lectura, un texto que viene a
complementar la lectura a posteriori, nunca a precederla ni, por supuesto, a sustituirla. Espero no haber estropeado a nadie el disfrute de «Vanka».
El libro acaba con «La novia» (1903), un canto a la libertad de la mujer. Las vicisitudes de salud de uno de sus personajes principales, Sasha, parecen inspiradas directamente en los últimos años de la vida de Chéjov. Era médico y veía su final.
No conocia nada de ese autor.
ResponderEliminarGracias por la explicación.
De nada. Para mí es un placer contribuir a divulgar la obra de Antón Chéjov, un autor imprescindible.
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