De izquierda a derecha, Álvaro Begines, Pepe Begines,
Pájaro y Salvador Romero. (Foto MCarmen).
El Auditorio Corbones se quedó ayer pequeño para acoger a los fervorosos seguidores de La Banda
de la Caja Negra y No me pises que
llevo chanclas. Contagiados por el entusiasmo que transmiten sus líderes —Andrés
Herrera («Pájaro») y el inefable Pepe Begines—, los asistentes estuvieron
bailando y coreando las canciones desde las once de la noche hasta cerca de las
tres, cuatro horas de música ininterrumpida. Algo memorable. Los músicos, a los que se veía muy
a gusto con aquel público tan entregado, fueron generosos y no dudaron en
volver al escenario tantas veces como se les pidió. La Puebla de Cazalla no es una localidad
cualquiera. Es un pueblo de intelectuales y artistas. Allí está el bar Zeppelin,
de José Paniagua, un local joven pero ya con solera, por donde pasan los
mejores grupos nacionales y donde la música en directo se mima y se respeta. En su escenario ofreció Silvio Fernández Melgarejo uno de sus últimos conciertos. Pájaro
lo sabe y en la Puebla se encuentra especialmente bien. Su banda fue la primera
en tocar. Era su formación versión rockera (batería, bajo y dos guitarras).
Interpretó lo que el público esperaba, las canciones del gran Silvio, que nos
emocionaron por estar su espíritu tan cerca, en la salida de la carretera de
Morón, el sitio del Zeppelin. También nos regaló un par de instrumentales
cañeros y delicados a un tiempo, con cálidos punteos inspirados en fraseos de
composiciones clásicas de aire andaluz.
Acabada su actuación, Pájaro dio paso
a Pepe y a los suyos. Y ahí nos divertimos todos como si fuéramos niños de
nuevo. Con su habitual talento para hacer reír y pensar con sus temas, Begines,
acompañado de batería, bajo y dos guitarras, cantó todas sus composiciones más conocidas,
sobre todos las de su potentísimo primer disco, No me pises que llevo chanclas (Agropop) (1989). Ese trabajo contiene
«An ca Conil», quizá uno de los temas que mejor representa su estilo. Ya no
se suben al escenario nueve personas como entonces, pero el directo de la banda
sigue siendo igual de brillante y potente. Begines homenajeó a algunos de sus
amigos y colegas más cercanos, como el mismo Pájaro —que volvió al escenario
para poner un talentoso punteo a «No veo na»— y Kiko Veneno, de quien los
Chanclas interpretaron su tierno «Joselito».
En fin, un concierto memorable en un
auditorio único en muchos kilómetros a la redonda. Copien su traza, señores
alcaldes, y los amantes de la música y el teatro les querrán al menos un
poquito. Piénsenlo.
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