DELILLO,
Don, Libra, Barcelona, Austral, 2014;
494 páginas. [Libra, 1980].
Traducción de Margarita Cavándoli.
La sensación de estar perdiéndome
algo valioso me ha llevado a leer esta novela, obra de mérito indudable pero
que a mí se me ha hecho larguísima a causa del tema —la preparación del
asesinato de JFK, el asesinato mismo y la muerte de los protagonistas—, algo que me parece demasiado visto y oído. Confieso que me precipité al elegir
la novela. Sabía que el autor era bueno, él sí merecía la pena, pero la novela no lo
tengo tan claro. La he acabado por esa especie de amor propio que me ha llevado
a leer desde el Amadís de Gaula, que
no es Tirant lo Blanc, hasta la Biblia o En busca del tiempo perdido. Creo, me he enterado después —estos
días—, que la novela fue un superventas, pero dudo mucho que la haya leído
mucha gente, al menos en Europa. A mí me queda el tema un poco lejano, como muy
de americano obsesionado con sus iconos nacionales. Ya de pequeñito, nací en
los sesenta, me atiborraron de imágenes de las calles de Dallas, de un
descapotable descomunal, de la cabeza del presidente caída, de la expresión de Oswald
en el momento de ser asesinado. Tuve bastante de ese asunto.
De todas formas, la novela tiene valores indudables. Uno de
ellos es la delicadeza, la ternura incluso, con la que trata a Oswald, al que
vemos como un ser desvalido, de físico débil, de comportamiento manejable,
influenciable, que se convierte en una marioneta en manos de intereses
anticastristas. La principal víctima de toda la historia, mucho más que el
mismo Kennedy, es él mismo. La segunda víctima, que emerge con mucha fuerza al
final, es su madre. Delillo realiza un paralelismo entre las figuras de Jesús y
María y la de Oswald y su madre, paralelismo al que alude de forma explícita.
El otro valor de la novela, el definitivo, es el lenguaje.
Las frases son cortas, perfectamente asimilables, sin apenas subordinaciones
sintácticas, y el léxico llano, muy en la línea de la prosa que más agradezco.
Puedo admirar a autores como Proust, Benet o el Sánchez Ferlosio de El testimonio de Yarfoz, pero será por
otras cuestiones, no por su gusto por los periodos inacabables y la prosa casi
incomprensible (sobre todo de Benet). Me gusta entender lo que leo sin
demasiados esfuerzos. Leo para disfrutar, no para estar haciendo cábalas
continuamente sobre qué es lo que el autor me está queriendo decir. Se me
olvidaba que la novela se llama así porque Libra era el signo zodiacal de
Oswald. El de Jack Ruby no sé cuál sería.
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