CONRAD,
Joseph, La línea de sombra. Una confesión,
Madrid, Alianza Editorial, 2016 (1ª ed. de 2004); 166 páginas. [The Shadow Line: A Confession, 1917].
Traducción de Javier Alfaya Bula y Javier Alfaya McShane.
Volvemos a encontrarnos con uno de
esos autores de vida ajetreada y aventurera cuya obra tiene una gran carga
autobiográfica. En ese sentido me recuerda a Jack London, por ejemplo, con el
que además guarda otras similitudes, como es el sometimiento del hombre,
hormiga indefensa, a las fuerzas de la naturaleza. Joseph Conrad (1857-1924) es
un novelista cuyas obras no pueden faltar en la biblioteca de alguien que
quiera penetrar con cierta profundidad en el género narrativo, que ha dado los
mejores libros que uno pueda echarse al coleto.
La
línea de sombra es una obra en la que se narra la afirmación de un joven en
la edad adulta, siendo esa línea de sombra la que separa, precisa y
nítidamente, una fase de la vida de otra. En palabras del autor:
“Uno avanza, al igual que el tiempo, hasta que más allá percibimos la línea de sombra que nos advierte que la región de la adolescencia, también, debe quedar atrás”. (Pág. 12).
Sobre Conrad y su novela se ha
escrito mucho, muchísimo, y no voy a ser yo quien vaya a ponerme ahora a
pontificar sobre él después de haber leído apenas cuatro o cinco novelas suyas,
pero es cierto que un lector consciente del poco tiempo que vamos a pasar en
este mundo y de la necesidad que tenemos, por tanto, de seleccionar lo que
leemos, no puede dejar su obra de lado. Pero no porque lo diga no sé quién, un
crítico famosísimo, sino por el placer que uno va a sentir leyendo sus novelas,
libros cuya lectura no puede abandonar en ningún momento, y si tiene que
hacerlo porque no le quede más remedio, porque también hay que trabajar, y
dormir y esas cosas, estará pensando siempre en volver a abrirlo por el lugar
donde lo dejó. La línea de sombra no
es una excepción. Después de un primer capítulo en el que asistimos al
planteamiento del que pensamos va a ser el motor de la obra, el motivo
principal del avance de la acción —el abandono, por parte del protagonista, de
su puesto en la marina mercante para volver a casa—, de buenas a primeras, al
final de ese primer capítulo, y después de haber ido dosificando la información
de manera sabia, despertando cada vez más nuestro interés, la vida del
protagonista sufre un giro que la aboca a vivir jornadas de una intensidad
dramática que el lector no puede ni imaginar, razón por la cual es incapaz de
soltar el libro ni para ir al cuarto de baño. Apasionante.
La obra está narrada en primera
persona, como corresponde a una confesión, y la voz se apoya a veces en la
lectura de páginas del diario del protagonista. Dichas páginas, escritas en
tiempo presente, tienen la virtud de envolver aún más al lector en la acción,
viéndose por momentos totalmente metido en ella, padeciendo y gozando como lo
hacen los personajes. El desarrollo del tiempo es lineal. El tiempo de lectura
demasiado corto.
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