lunes, 3 de diciembre de 2018

La verdadera vida de Sebastian Knight, de Vladimir Nabokov



Nabokov en 1973

Vladimir Nabokov, La verdadera vida de Sebastian Knight, Barcelona, Anagrama, 2018 (1ª ed. 1988). Traducción de Enrique Pezzoni (The Real Life of Sebastian Knight, 1941).

         Esta novela narra, siempre en primera persona y desde un único punto de vista, los trabajos previos a la redacción de una biografía. Es complicado de explicar. El futuro autor de la biografía es también el protagonista-narrador de La verdadera vida de Sebastian Knight. Sebastian Knight, fallecido meses antes, era un escritor medio hermano del narrador. Este último confiesa haberse lanzado a escribir la biografía de Sebastian debido a la necesidad de reivindicar la memoria de su hermano, vilipendiada por un biógrafo mediocre, egoísta, ignorante y ramplón. Preocupado por la integridad del hermano biógrafo, que viaja continuamente por la Europa de 1936, el lector asiste intrigado a la investigación de la identidad de cierta persona, personaje vital en la trama. Salvo en aquellos capítulos dedicados a la explicación de las novelas escritas por Knight, la narración es muy ágil.
         La verdadera vida de Sebastian Knight fue la primera novela escrita en inglés por Nabokov y está claramente inspirada en la desaparición de su hermano Sergei, que fallecería en el campo de concentración de Neuengamme en 1945. Dada la empresa que tuvo que suponer para el autor escribir en una lengua distinta a la materna, por mucho que la dominase, en esta su primera novela en inglés aparecen, siempre referidas a las novelas de Sebastian Knight, iluminadoras referencias a los problemas lingüísticos a los que Nabokov se enfrentaba, así como a las inseguridades que su intento le causaba. Me imagino, no lo sé, que en el cambio de idioma de escritura tuvo mucho que ver su llegada a los Estados Unidos en 1940 huyendo de Europa.
La verdadera vida de Sebastian Knight constituye un prodigio de identificación autor-narrador-protagonista, una artística fusión de los tres, y un canto entrañable al amor fraternal, siempre necesario.

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