Jim Harrison en 1972
(Fotografía de CSU Archives / Everett)
Jim Harrison, Leyendas de otoño, Barcelona, Ediciones B, 1997. Traducción de Luis
Alvear.
Novela publicada junto a otras
dos del mismo autor, Venganza y El hombre que renunció a su nombre. Las
tres vieron la luz juntas en Estados Unidos en 1979 con el nombre Legends of the Fall, título que aquí en España
se cambió por Leyendas de pasión, más
comercial por llevar inmediatamente al cliente potencial a la película. De
hecho, la portada del libro es un fotograma de la misma. Como ya habrá
imaginado el lector, el film es una adaptación de esta novela y su versión original se titula Legends of the Fall.
La lectura de la novela, que
empecé un poco desganado —sin saber bien qué me iba a encontrar—, ha sido una
experiencia más intensa que volver a ver el film. Todo es mejor. El
título, que en la versión española del libro es solo comercial, en la novela
cobra un significado especial por la recurrencia de hechos trascendentales sucedidos
en otoño, exactamente en el mes de octubre. En octubre de 1914 se van los
hermanos a Europa para participar en la Gran Guerra. Siete años después, y en
octubre, se casan Tristan e Isabel Dos. Otros siete años después, y también en
octubre, muere Isabel Dos por aquella maldita bala rebotada, un hecho tan cruel
e injusto que la primera vez que uno ve la película no puede creer que haya ocurrido.
Y en octubre aparecen unos policías para llevarse a Tristan y ser encarcelado (película)
o asesinado (novela), hombres vestidos de policía a los que el padre, en apariencia
un viejo inválido, mata para salvar a su hijo.
Las diferencias argumentales entre
el relato original y el fílmico son muchas. La novela comienza con la salida
hacia la guerra de los tres hermanos y termina con un epílogo que cuenta cómo fueron la madurez y la vejez de Tristan, que fallece en 1977 a los ochenta y
cuatro años (pág. 263). Isabel, la madre, vive en la ciudad, alejada del marido y los
hijos, sí, pero en la novela se entretiene con amantes que cambia según le
parece. Tristan realiza sus viajes en el barco de su abuelo, el padre de su
padre, quien tiene peso en la novela, y esos viajes están mucho mejor y más relatados,
quiero decir que ocupan mucha más extensión en la narración final. Isabel Dos
se entrega sexualmente a Tristan de una manera más explícita y atrevida.
Osos, que en la película poseen mucho más protagonismo, solo aparecen una vez y
de pasada. Esa pelea con un oso magnífico, que parece inspirada en un relato, o
una novela corta —no recuerdo ahora—, de Faulkner, no aparece por ningún sitio.
La voz narrativa del One Stab, el indio que protege y educó a Tristan, su punto
de vista, no existe. Toda la parte de la película en la que Samuel aparece con
una novia, Susannah, simplemente es una invención: ella es novia de Tristan
desde el principio. Alfred no colabora en la salvación de la vida de Tristan al
final de la película oponiéndose a unos policías venales, todo lo hace el
padre. En general, Alfred sale peor parado en la novela, parece más calculador,
y el comportamiento de Tristan es más comprensible. Cuando le escribe a
Susannah diciéndole que rehaga su vida, que no va a volver, lo hace porque tiene
la seguridad de que va a morir al día siguiente en un
enfrentamiento. Los viajes de Tristan no son lúdicos o, simplemente, están
dictados por su afán de ver mundo, sino que forman parte de misiones militares
o comerciales. Como resultado de ellos Tristan consigue hacerse un patrimonio
fuera de los Estados Unidos, en el Caribe, y la goleta de su abuelo queda
siempre en su poder, fondeada en la costa y a punto para ser utilizada. De
hecho, la emplea en su negocio de contrabando de alcohol, iniciativa en la que
choca con un clan de irlandeses que en la película, según recuerdo, ni siquiera
aparece. Podría estar así hasta mañana.
Si alguien me pregunta qué
relato prefiero, es la novela, claramente, sobre todo por la construcción del
personaje de Tristan, mucho más creíble. La película, que también me gusta y he
visto quizá diez veces —la última hará dos años—, es
también más comme il faut, menos
cruda, de planteamientos y comportamientos menos extremos. Imagínense la
novela.
No hay comentarios:
Publicar un comentario