El autor
Paolo
Cognetti, Las ocho montañas,
Barcelona, Random House, 2018. [Le otto
montagne, 2016. Traducción de César Palma]
Relato
en primera persona de los primeros cuarenta años de la vida de un hombre.
Nacido en una gran ciudad (Milán), es educado por unos padres muy amantes de la
montaña, sobre todo el padre, y esa infancia, acabada con las rebeldías y los
sentimientos «antipadre» corrientes a esa edad, le marca para siempre. Ignoro
la carga autobiográfica que posee la novela, tampoco me interesa. Solo sé que
las personas amantes de la montaña y el alpinismo van a disfrutar con ella.
Hacía tiempo, mucho tiempo, que una novela no me atrapaba así.
En
esencia, la novela está muy inspirada por los movimientos «antiurbanos» nacidos
con Walden, si no antes. Una persona
elige para vivir la soledad de la naturaleza y lo imprescindible para vivir en
ella, con la salvedad de que en Las ocho
montañas a las dificultades habituales hay que añadir los peligros y los
trabajos inherentes a la vida en altitud. En este caso, además, y también en oposición
al texto de Thoreau, la soledad es compartida con otra persona, un amigo de la
infancia, la única persona con la que podía compartir una soledad acompañada. Las ocho montañas es sobre todo un
homenaje a la amistad.
Ya en su primera juventud, el
narrador-protagonista analiza las peculiaridades de la afición a la montaña de
cada uno de los miembros de su familia: su madre disfruta en los bosques, él en
la zona que comienza en los dos mil metros —donde el bosque ya ha desparecido
pero aún no han comenzado las nieves— y el padre en la zona de glaciar y en la
competición por llegar antes a la cumbre, por realizar una ascensión que
distinga la suya de las demás. El protagonista huye de esa competitividad del
padre y con los años, las lecturas y los viajes descubre el misticismo de la
montaña. Resulta estremecedora la capacidad de Cognetti para transmitir al
lector esa poética de la montaña, de sus grandes e inhóspitos canchales, de los
picos entrevistos en la niebla, de los gélidos lagos alpinos. Cualquiera que
espere ansioso la llegada del verano para que se retiren las nieves y volver a
reencontrarse con la montaña solitaria sabe de lo que estoy hablando.
A
todo esto hay que sumar un estilo alejado de todo intelectualismo, sencillo y
directo, heredado de los autores norteamericanos amados por Paolo Cognetti.
Todo un descubrimiento.
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