A estas alturas de su vida, mediados de 1841, Pedro Téllez Girón y Alonso
Pimentel va camino de cumplir cincuenta y cinco años. Acaba de llegar a París
procedente de La Habana ,
donde, como sabemos, ha ejercido la más alta representación del gobierno de
Madrid, y debe llegar cansado ya de tanto exilio y con la salud un tanto
maltrecha. De no ser así, no se explicaría que dos años después, el 2 de abril
de 1843, realizara una disposición testamentaria, acto formalizado, según Gutiérrez
Núñez[1], en
forma de declaratoria militar en la embajada española de la capital francesa.
Según el autor citado, a quien sigo casi al pie de la letra para la
cuestión testamentaria, en dicho documento Anglona reconocía como hijos suyos y
herederos por partes iguales, a Pedro, Manuel y Tirso. Como parece lógico, en
el escrito sólo se nombran los hijos sobrevivientes; otros dos, Enrique Ignacio
y Mario Joaquín, habían fallecido con seis y cinco años respectivamente y,
además, el mismo día, el 14 de febrero de 1821 (dato obtenido de grandesp.org.uk/).
De los tres primeros, el segundo, Manuel, aún vivía en 1842, aunque su padre
declaraba que estaba “afligido de la dolencia que le priva de razón”.
Imagen del antiguo Mercado de la Encarnación (Sevilla)
Fotografía de Melchor Cano, h. 1950.
(Fototeca del Laboratorio de Arte
de la Universidad de Sevilla)
Con respecto a su esposa, Anglona dejó una serie de disposiciones para
favorecerla. En primer lugar, la mejoraba en el quinto de todos sus bienes
libres. En segundo, declaraba el derecho que ella tenía por gananciales a la
parte que le correspondiera de la “Plaza de Abastos de la ciudad de Sevilla,
llamada de la Encarnación ”;
seguía expresando que había creado aquella finca durante su matrimonio y era
“libre”: “como obra de utilidad pública, aunque en terreno de Mayorazgo, al que
pertenece el censo correspondiente, como debe constar en la Administración de
mis bienes en Sevilla” y declaraba el derecho de ella a reclamar las cantidades
que él percibió por vía de legítima de aquella. En tercero, declaraba que eran
propiedad de su esposa los muebles y objetos que existían en su habitación de
la casa de la calle Segovia, y otras habitaciones, “esperando que mis queridos
hijos no pondrán el menor obstáculo para que su madre apropie para sí los demás
que fueren de su agrado y utilidad”. Por último, solicitaba a sus hijos que a
su fallecimiento respetaran cuanto pudiera ser propiedad de su esposa, “siendo
muy conforme a su debido amor por aquella”, dando a entender, como todo padre que se precie, su preocupación por el futuro afectivo de la familia.
El Palacio de Anglona (Madrid)
La mitad de los bienes que tenía “amayorazgados” habían sido declarados
libres, y les pedía a sus hijos que realizaran división y adjudicación
correspondiente, “con la avenencia tan propia entre tales personas”. Si el
primogénito, Pedro, con la aprobación de su madre y hermanos, se adjudicaba el
todo o parte de la otra mitad de bienes aún “amayorazgados”, le pedía que en
tal caso, los satisficiera “por capital a renta la cantidad estimulativa [sic] (...)
de lo que perteneciere por razón de libertad de aquellos bienes, conforme a lo
actualmente dispuesto”.
El amor que profesó durante su vida por “las artes”, algo manifiesto como hemos ido viendo, lo dejó también expresado en su testamento al solicitar a su esposa e hijos que procuraran conservar
reunidas, “si no del todo, al menos en su principal”, las colecciones de
pinturas, objetos de arte y antigüedades. La razón no era económica “pues a
más de no ser siempre renta productiva en proporción a su estimación, paréceme
muy digno el aprecio prestado a tales cosas”. No se olvidaría de otorgarle un
legado a su hermana Doña Joaquina Téllez Girón, marquesa de Santa Cruz. Pedía
que de uno de sus objetos “de cualquier clase”, su hermana tomara el que
quisiera y agradara, “en memoria del tierno cariño que siempre le he
profesado”.
Durante su estancia en París, y por
voluntad expresa de la
Reina Madre , Anglona y su mujer posaron para ser retratados
por Valentín Carderera. Sus retratos forman parte de un álbum que fue reproducido en fascículos por La Ilustración Española y Americana en 1912. Su título original es Álbum de retratos históricos de los hombres políticos más importantes
que siguieron en su emigración, de 1841 a 1843, a Su Majestad la Reina
Gobernadora Doña María Cristina de Borbón y que S. M. hizo formar en París, en
preciosas acuarelas, a los celebrados pintores D. Valentín Carderera, D. Luis
López, Gairoz, Yaguani y Rivera. En él, y según Gonzalo Anés y Álvarez de
Castrillón[2], aparecen,
entre otros muchos, Cea Bermúdez, O’Donnell, Narváez, Donoso Cortés y Martínez
de la Rosa. Dicha publicación es una de esas joyas bibliográficas de muy
difícil consulta.
Nota relacionada con la fotografía del
Mercado de la Encarnación. Ruego a cualquier lector que tenga información
sobre los cines cuyas carteleras aparecen en la imagen sea tan amable de compartirla
con los lectores. Hay nombres que se leen fácilmente, como “CAPITOL”, él único
que puedo leer. Dicha sala, que debía ser muy entretenida, se encontraba, según la
información localizada AQUÍ —siempre que entendamos “Cine Capital”
como una errata, algo muy posible teniendo en cuenta el éxito que tenía a
mediados de siglo XX el nombre CAPITOL para los cines—, en la calle María
Auxiliadora, 18 B, en un tablao flamenco llamado "El Palacio Andaluz", aún existente.
(Continuará).
[1] GUTIÉRREZ NÚÑEZ, Francisco Javier, “D.
Pedro de Alcántara Téllez Girón y Alfonso Pimentel. Teniente General, Príncipe
de Anglona y Marqués de Jabalquinto (1786-1851): Vencedor desde el Estrecho al
Pirineo”. Fue leído en las XII Jornadas
Nacionales de Historia Militar. Las Guerras en el primer tercio del s. XIX en
España y América (Sevilla 8-12 de noviembre de 2004), Cátedra “General
Castaños” R. M. Sur.
[2] ANÉS
Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN, Gonzalo, Economía,
Sociedad, Política y Cultura en la España de Isabel II, Madrid, Real
Academia de la Historia, 2004; pp. 67-69.
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