miércoles, 31 de agosto de 2016

Pedro Téllez-Girón, príncipe de Anglona (37)




P. Téllez Girón, «Iglesia de Santa María in Cosmedin en Roma», 
h. 1848-1852, Museo del Prado, Madrid.
(Imagen tomada de etudesphotographiques.revues.org/3505)



A la hora de narrar y valorar la actuación del príncipe de Anglona como Capitán General de la isla de Cuba, nos encontramos con dos importantes obstáculos: la brevedad de su mandato, entre enero de 1840 y mayo de 1841, y la escasez de referencias documentales al mismo, en particular en los archivos nacionales españoles. No obstante, disponemos de algunos datos. En La Havana (París, 1844), obra de María de las Mercedes Beltrán Santa Cruz y Cárdenas Montalvo y O´Farrill, más conocida como condesa de Merlín, encontramos un balance general que, aunque muy resumido, nos da alguna información. Este es el párrafo que le dedica: 

«Aún citaremos de manera elogiosa al príncipe de Anglona, gobernador general; su administración, que siguió a la de Ezpeleta, se distinguió por sus muchas obras de utilidad pública y de embellecimiento de la localidad pero, sobre todo, por la valiente firmeza de su conducta hacia las autoridades británicas. A él se debe la reconstrucción y reparación del antiguo paseo denominado hoy día paseo de Anglona; en la actualidad la buena sociedad lo prefiere frente al de Tacón, al cual la animosidad pública parece perseguir hasta en sus obras». (Tomo II, p. 311; traducción nuestra). 

No hemos localizado ningún paseo que en la actualidad se denomine “de Anglona” en La Habana pero, leyendo acerca de estos espacios públicos de la capital cubana, hemos comprobado que en uno de ellos, llamado “Alameda de Paula”, se realizaron importantes obras de mejora en 1841, por lo que es posible que se trate del mismo; está situado al sureste de La Habana Vieja y en paralelo a la bahía. El “Paseo de Tacón”, denominación perdida hoy en favor de “Paseo del Prado”, debía su nombre al general Miguel Tacón y Rosique, Capitán General de la isla desde 1834 hasta 1838, célebre por la dureza de los métodos que empleó para asegurar el orden público; transcurre de sur a norte de la ciudad finalizando en el extremo septentrional del Malecón. En cuanto a las palabras “la valiente firmeza de su conducta hacia las autoridades británicas”, deben hacer referencia a la actividad antiesclavista de David Turnbull, cónsul británico en La Habana entre 1840 y 1842, personaje de gran talla humana que sería expulsado de la isla años después. Fuera o no Anglona partidario de la esclavitud, no podía permitir la ingerencia del representante de una potencia extranjera en los asuntos internos de su país y, seamos realistas, tampoco vería conveniente apoyar una medida que le haría muy impopular entre la clase alta de la isla, sus iguales al fin y al cabo. Tampoco podemos olvidar la clase social de la condesa de Merlín y, por tanto, el espíritu de defensa de clase que le impedía criticar de manera negativa la labor de uno de los suyos, al cual, además, debió conocer personalmente en Cuba en 1840.
Como ya comentamos en nuestro articulito del 13 de marzo de 2015, otro de los motivos por los que el príncipe de Anglona, Pedro Téllez-Girón, ha pasado a la historia de Cuba fue por la introducción de la fotografía en la isla. Así lo recogió un artículo del periódico El Noticioso y Lucero de La Habana del 5 de abril de 1840, del que copiamos algunos fragmentos: 

«El excelentísimo señor D. Pedro Téllez-Girón, hijo de nuestro digno Capitán General, joven ilustrado, conocedor entusiasta de las invenciones útiles, hizo venir de París un Daguerrotipo. […] El ilustre joven tuvo inmediatamente el placer de ver coronado su primer ensayo de aplicación por un éxito felicísimo copiando por medio del Daguerrotipo la vista de una parte de la Plaza de Armas, que representa el edificio de la Intendencia, parte del cuartel de la Fuerza, algunos árboles del centro de la misma plaza, y en último término el cerro que al este de la bahía contribuye a formar el puerto de La Habana, todo con una perfección en los detalles que es verdaderamente admirable». 

Sin embargo, el protagonismo de Anglona en la introducción de este adelanto no acaba en el hecho de ser el padre del autor de la primera fotografía tomada en tierras cubanas: también autorizó la difusión del nuevo y revolucionario invento. Así quedó reflejado en la Actas Capitulares de La Habana (sesión del 8 de enero de 1841), en las que existe constancia de su autorización a dos fotógrafos profesionales (George Washington Halsey y Federico Mialhe) para explotar la nueva técnica de manera comercial. En cuanto al hijo de Anglona fotógrafo, recientes investigaciones de  la profesora Helena Pérez Gallardo, que a su vez recogen el resultado de investigaciones anteriores, han fructificado en su artículo «Le prince Girón de Anglona. Un amateur espagnol à l’école romaine de la photographie» (Études Photographiques, n. 32, primavera de 2015), interesantísimo para el objeto de esta humilde serie de textos nuestros, pues su trabajo viene a demostrar la inclinación hacia el arte, y el mundo estético en general, que el Príncipe supo transmitir a todas las personas que lo rodeaban, principalmente a su heredero. Según se demuestra en dicho trabajo, Pedro Téllez-Girón y Fernández de Santillán, fallecido en 1900, pasó en Roma temporadas de varios años, una de ellas en 1850 junto a su hermano Tirso, y allí formó parte de una floreciente y muy vital sociedad artística que giraba alrededor del “Caffé Greco”, en Via Condotti, muy cerca de la Piazza di Spagna. Se le cita entre los miembros de la escuela romana de fotografía que practicaban el calotipo, primera e importantísima evolución del daguerrotipo, capaz de democratizar, dentro de lo posible, el nuevo invento.

«Situé dans un pôle d’attraction artistique, le Caffé Greco devint le lieu de la dite école romaine de photographie [así la denominan Anne Cartier-Bresson y Anita Margiotta en su obra Rome 1850. Le cercle des artistes photographes du Caffé Greco, (Rome, Electa, 2004)] composée d’artistes et d’amateurs qui pratiquent le calotype dès 1845, parmi lesquels Giacomo Caneva (1813-1890), Eugène Constant (avant 1820-après1860), le comte Fréderic Flachéron (1813-1883) auxquels se joignirent rapidement le photographe professionnel James Anderson (1813-1877), le prince "Giron des Anglonnes" (1812-1900) et l’architecte Alfred Nicolas Normand (1822-1909)». (El subrayado es nuestro).

Como verá el lector, el conocimiento del pasado de las innumerables ramificaciones del árbol de los Osuna está aún en mantillas. Todavía hay mucho que descubrir o, simplemente, dar a conocer, pues no todo va a ser la grotesca y vana existencia del pródigo Mariano. La historia de Osuna, de sus hombres y mujeres anónimos o conocidos, bien merece el estudio y el desvelo de los investigadores. El tiempo no para de contar y los hechos se desdibujan por la lejanía. Hay que fijarlos.





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