viernes, 18 de enero de 2019

Mi vida querida, de Alice Munro


(Imagen de allontario.ca)

Alice Munro, Mi vida querida, Barcelona, DeBolsillo, 2013. (Dear Life, 2012; traducción de Eugenia Vázquez Nacarino).

         Munro, nacida en 1931, parece haberse dedicado de manera efectiva a la narrativa de ficción en edad relativamente avanzada. El primer libro suyo de relatos del que tengo noticia data de 1968, cuando estaba cerca de los cuarenta años. Un inicio tardío como el suyo supone una gran reserva de experiencias y lecturas, los dos pilares en los que parece basarse la constitución de un escritor valioso.
Mi vida querida es una colección de relatos, catorce en total, en los que se alterna el uso de la primera y la tercera persona, aunque finalmente predomina la primera. Las cuatro últimas narraciones, y según advertencia de la autora, son autobiográficas, las cuatro sobre episodios de su infancia. En todas ellas el lugar de la acción es la tierra de la autora, el Condado de Huron, territorio canadiense situado junto a los grandes lagos, cerca de Toronto y de la frontera. Sus protagonistas, personas normales, con las que resulta fácil identificarse, viven dramas complejos narrados de manera sencilla. Desde el punto de vista humano, los cuentos de Alice Munro poseen un gran valor, el de estar alejados de corrientes y modas comerciales. No existen grandes bellezas, ni hazañas sexuales o deportivas, ni tampoco casas lujosas, ni asesinatos, realidades ajenas a la inmensa mayoría de los lectores. Existen personas como usted y como yo, con su punto de ambición o de ingenuidad y su amor a la familia. Todas viven sus dramas personales de una manera perfectamente verosímil, tanto que el lector experimenta con su lectura un indudable efecto catártico. Este libro, además, no sé ahora si es el último suyo, contiene esas cuatro deliciosas piezas finales, todas resultantes de la relectura de su infancia que realiza una persona octogenaria y de una inteligencia envidiable, Alice Munro. Una de ellas da nombre al libro. En cuanto al lenguaje, es simple, directo y sencillo, un placer para el lector, que centra su atención en los dramas vividos y no tiene que estar pendiente del diccionario, actividad enriquecedora intelectualmente pero, a menudo, muy tediosa.  

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