Ricardo Piglia (1941-2017)
(Fotografía de Mariana Eliano)
PIGLIA,
Ricardo, Blanco nocturno, Barcelona,
Anagrama, 2010.
Novela policiaca sobre un asesinato
cometido en un núcleo rural de la provincia de Buenos Aires a principios de los
años 70. Al contrario de otros relatos del mismo género, el
lector no llega a conclusiones firmes sobre los móviles del asesinato y la
identidad del asesino. Todo está envuelto, velado, por un desconocimiento más propio de la vida real. En nuestra vida de todos los días sabemos que se determinan
culpables porque la sociedad pide que se les señale, y paguen por lo que se
dice que han hecho, pero, en el fondo, y salvo en contadas ocasiones, muchos
crímenes son atribuidos a la persona equivocada, a menudo para encubrir a
individuos poderosos (y peligrosos). Casi nunca conocemos al verdadero culpable.
La novela es muy amena, acaparadora,
absorbente, de las que sabes que tienes que acabar para poder dormir
esa noche. Los diálogos están escritos por un argentino justo en el idioma que
hablan los argentinos, con sus peculiaridades léxicas y morfológicas, de manera
que uno lee y cree estar oyéndoles hablar. La acción transcurre en la Pampa,
ese territorio infinito poblado por personas ferozmente
individualistas. El gaucho aparece pero siempre como telón de
fondo de lo que ocurre, como una persona que está de paso, un tanto huraña y
distanciada. Blanco nocturno, entre
otras muchas cosas, es un homenaje al gaucho, a su fortaleza, a su dominio del
medio donde vive, tan inhóspito. Y de forma implícita es también un homenaje a
la literatura gauchesca. También lo es a las personas emprendedoras. Luca Belladona
resulta ser un hombre de gran empuje creativo —«Su obra estaba hecha con la
materia de sus sueños» (pág. 293)— y empresarial, pero dotado de una conciencia
moral realmente admirable. O no: todo es interpretable. Lo que para unos resulta
plausible y hasta digno de encomio, para otros puede ser ridículo, incluso
risible. El mismo título de la novela puede sugerir un final de Luca muy
distinto del narrado.
En esta novela son varios los puntos
de vista narrativos, pero casi siempre es un hombre el que mira y cuenta. El
caso de Sofía Belladona es excepcional. El mundo del gaucho, de la Pampa, la
cultura argentina en general, siempre ha sido muy masculina.
En cuanto a técnicas narrativas, existe un desdoblamiento
narrativo propio de Faulkner: por un lado el narrador, digamos, primigenio, que
nos habla directamente, y por otro lado, señalados por la letra cursiva, los
pasajes en los que dialogan Sofía Belladona y el gran Emilio Renzi, celebrados
siempre en el mismo lugar y en un tiempo inidentificado pero continuo.
Por último, destacar una curiosa lista de autores muy
prolíficos (pág. 201), algunos desconocidos por el gran público español; tomo
nota de ellos: Giorgio Bassani, Edith Wharton, Jean Giono, Carson
McCullers, Ivy Compton-Burnett y David Goodis. Se pueden abrir campos de
lectura.
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