Tomás de Iriarte
(Imagen tomada de biografiasyvidas.com)
Los miembros de la nobleza pudieron contar siempre entre sus
actividades el mecenazgo cultural. Otra cosa es que lo ejercieran. Para
ello eran necesarios medios económicos e inquietududes culturales o, al menos, deseos de
emulación. A lo largo de la historia se ha asistido a incontables casos en los
que los señores de la casa, a menudo la señora, protegían a artistas por no ser
menos que los señores de la casa rival. Fuese o no este el caso de María Josefa
Alonso Pimentel (1752-1834), condesa-duquesa de Benavente y duquesa de Osuna
entre otros muchos títulos, contó como habituales de sus tertulias, o como miembros
de su servicio, a personalidades de la talla de Tomás de Iriarte, Leandro
Fernández de Moratín, Ramón de la Cruz, Francisco de Goya o Luigi Boccherini. A muchos de ellos encargó obras y alguno, como Boccherini, estuvo a
su servicio de manera regular. Esta actividad de mecenazgo, referida sobre
todo al campo musical, ha sido detalladamente estudiada por el señor Juan Pablo
Fernández González, que nos ha dejado su encomiable obra El mecenazgo musical de las Casas de Osuna y Benavente (1733-1844). Un
estudio sobre el papel de la música en la alta nobleza española (Universidad
de Granada, 2005), y tratada de forma más ligera, y más accesible al común de
los lectores, por don Emilio Cotarelo y Mori en Iriarte y su época (Madrid, Sucesores de Rivadeneira,
1897). Dicha obra, y entre sus
páginas 478 y 483, contiene un texto de Iriarte dedicado a María Josefa que
puede considerarse uno de los mejores retratos que se le haya hecho nunca. Les
dejo ya con él.
Epístola jocoseria á la
Excma. Sra. Condesa de Benavente
Hubo un tiempo, señora, en
que solía
la nobleza española
amar tanto la noble poesía,
que Lope, Garcilaso y Argensola,
tal vez por agradar á un personaje
de grande autoridad y alto linaje,
la nobleza española
amar tanto la noble poesía,
que Lope, Garcilaso y Argensola,
tal vez por agradar á un personaje
de grande autoridad y alto linaje,
se quemaban las cejas,
las uñas se chupaban,
se rascaban la frente y las orejas
y los sesos también se devanaban
buscando un consonante, una sentencia
con que se divirtiese su Excelencia.
las uñas se chupaban,
se rascaban la frente y las orejas
y los sesos también se devanaban
buscando un consonante, una sentencia
con que se divirtiese su Excelencia.
Ya
en nadie sino en ti, Condesa amable,
puede hallar un discípulo de Apolo
los restos de costumbre tan loable,
pues que atiendes no sólo
al ameno, al fluido, inimitable
metro de Pedro Gil, mas aun al mío
que en su comparación es flojo, frío,
insípido, arrastrado y deplorable.
puede hallar un discípulo de Apolo
los restos de costumbre tan loable,
pues que atiendes no sólo
al ameno, al fluido, inimitable
metro de Pedro Gil, mas aun al mío
que en su comparación es flojo, frío,
insípido, arrastrado y deplorable.
Á tanto grado llega lo que estimas
á este vuestro menor versificante,
que en trasladar un tomo de sus rimas
apuras la paciencia de un copiante:
sea ya lo que mandas; pero siento
á este vuestro menor versificante,
que en trasladar un tomo de sus rimas
apuras la paciencia de un copiante:
sea ya lo que mandas; pero siento
que no me alcance el numen,
como alcanza el aliento,
para llenar otro mayor volumen
de sinceros loores
debidos á las prendas superiores
con que tu sexo ilustras y tu clase;
no haya miedo, no, que yo empezase
á estilo de vulgar dedicatoria;
porque es el escribir tu ejecutoria
asunto de poquísimos desvelos,
y el más simple erudito á la violeta,
cualquier pobre trompeta
que apenas deletree la Gaceta,
un bárbaro batueco ó masageta,
y hasta un niño de teta
(cuanto más un poeta),
no ignoran que viviendo don Fadrique,
Duque de Benavente,
hijo de don Enrique,
Conde de Trastamara,
ningún perrazo moro alzó la frente
ni se atrevió á chistar, y el que chistara
que el Duque la badana le zurrara.
como alcanza el aliento,
para llenar otro mayor volumen
de sinceros loores
debidos á las prendas superiores
con que tu sexo ilustras y tu clase;
no haya miedo, no, que yo empezase
á estilo de vulgar dedicatoria;
porque es el escribir tu ejecutoria
asunto de poquísimos desvelos,
y el más simple erudito á la violeta,
cualquier pobre trompeta
que apenas deletree la Gaceta,
un bárbaro batueco ó masageta,
y hasta un niño de teta
(cuanto más un poeta),
no ignoran que viviendo don Fadrique,
Duque de Benavente,
hijo de don Enrique,
Conde de Trastamara,
ningún perrazo moro alzó la frente
ni se atrevió á chistar, y el que chistara
que el Duque la badana le zurrara.
Tampoco
ensartaría
aquella interminable letanía
de ducados, condados, marquesados,
y una, dos, tres etcétera por cola,
pues no me dan envidia tus estados.
sino tu acierto en gobernarlos sola.
¿Quién me manda emprender la inoportuna
narración de los dones
que debes á la suerte y á la cuna,
cuando los que posees por ti propia
sin tener á una ni á otra obligaciones
tan singulares son y en tanta copia?
aquella interminable letanía
de ducados, condados, marquesados,
y una, dos, tres etcétera por cola,
pues no me dan envidia tus estados.
sino tu acierto en gobernarlos sola.
¿Quién me manda emprender la inoportuna
narración de los dones
que debes á la suerte y á la cuna,
cuando los que posees por ti propia
sin tener á una ni á otra obligaciones
tan singulares son y en tanta copia?
Tu
generosidad, gracia y viveza,
desembarazo, espíritu, franqueza,
afable trato, igual y verdadero,
materia dan para un poema entero
Yo, pues, te pintaría
(cuando aspirar á tanto
pudiera la rastrera musa mía)
al bufete sentada
con secretario y contador al canto,
la pluma enarbolada,
para firmar las cuerdas providencias
en que al vasallo amparas,
ó para despachar correspondencias
de un pleito de tenuta
que algún letrado enreda y tú le aclaras;
desembarazo, espíritu, franqueza,
afable trato, igual y verdadero,
materia dan para un poema entero
Yo, pues, te pintaría
(cuando aspirar á tanto
pudiera la rastrera musa mía)
al bufete sentada
con secretario y contador al canto,
la pluma enarbolada,
para firmar las cuerdas providencias
en que al vasallo amparas,
ó para despachar correspondencias
de un pleito de tenuta
que algún letrado enreda y tú le aclaras;
ó escribir como sueles
á tus amigos fieles
cartas que nunca huelen á minuta,
según es el lenguaje terso y llano
y por cuatro costados castellano.
á tus amigos fieles
cartas que nunca huelen á minuta,
según es el lenguaje terso y llano
y por cuatro costados castellano.
Bien
pudiera si no representarte
presidiendo tal vez una Academia
presidiendo tal vez una Academia
de música sonora,
y siendo de aquel arte
el juez, la bienhechora
que á los que le profesan honra y premia;
y siendo de aquel arte
el juez, la bienhechora
que á los que le profesan honra y premia;
¿y extrañarán ahora,
cuando así te deleita la armonía,
cuando así te deleita la armonía,
que tu afición descubras igualmente
á su hermana carnal la poesía?
á su hermana carnal la poesía?
Justo
fuera también que descubriera
aquel gentil denuedo y continente
aquel gentil denuedo y continente
con que, haciendo de andante caballera,
te ciñes el botín, riges la brida,
y al bruto dócil oprimiendo el lomo
sin ser vista ni oída,
ya estás en la alameda,
llevando al gran Olmeda
por tu caballerizo, mayordomo,
ya estás en la alameda,
llevando al gran Olmeda
por tu caballerizo, mayordomo,
bastonero, trinchante,
escudero y perpetuo acompañante.
escudero y perpetuo acompañante.
Paréceme,
señora, que te veo
en aquel domicilio del recreo
en aquel domicilio del recreo
de amigos rodeada
que á ponderar su gratitud no aciertan;
que á ponderar su gratitud no aciertan;
cuando por tu bondad logras colmada
la diversión con que ellos se diviertan;
¿y cómo era posible,
á menos que no fuese un insensible,
á menos que no fuese un insensible,
un desagradecido y un grosero,
dejarme en el tintero
las solemnes y opíparas meriendas
las solemnes y opíparas meriendas
que en las Carnestolendas
solías dar á todo el mundo entero?
solías dar á todo el mundo entero?
¡Oh plausibles memorias!
¡Oh de la vida fugitivas glorias!
¡Oh de la vida fugitivas glorias!
Pasó
aquel tiempo afortunado
en que nuestra Condesa,
pródiga más que nunca de su agrado,
pródiga más que nunca de su agrado,
convocaba á su mesa
de Baco y de las Musas sus secuaces,
de Baco y de las Musas sus secuaces,
donde las permitía
que explayasen su alegre fantasía,
que explayasen su alegre fantasía,
pero con la notable circunstancia
de que el pesado, el necio cumplimiento
no tuvo atrevimiento
de pisar el umbral de aquella estancia,
apenas conoció la gentecilla
de que estaba compuesta la cuadrilla:
aun me acuerdo que tú, viendo su triste
y fea catadura, le dijiste:
«Bien puedes ya mudarte
á hacer tus ceremonias á otra parte.»
Y yo le eché un conjuro con cerveza
porque no me rompiera la cabeza.
Es el tal cumplimiento un avechucho
que ganáramos mucho
en que de un tabardillo se muriera,
ó que nunca su madre le pariera.
La cual fué, según dicen, una dama
llamada Urbanidad, que por descuido
con cierto galancete presumido
que artificio se llamaba,
produjo aquel bastardo señorito.
Además de lo mucho que incomoda
al linaje mortal, miente infinito;
y en todo baile, convite, duelo ó boda,
en cualquiera junta, pública o privada,
el siempre ha de meter su cucharada:
mas en queriendo que á cien leguas huya
basta una risa, una palabra tuya.
de pisar el umbral de aquella estancia,
apenas conoció la gentecilla
de que estaba compuesta la cuadrilla:
aun me acuerdo que tú, viendo su triste
y fea catadura, le dijiste:
«Bien puedes ya mudarte
á hacer tus ceremonias á otra parte.»
Y yo le eché un conjuro con cerveza
porque no me rompiera la cabeza.
Es el tal cumplimiento un avechucho
que ganáramos mucho
en que de un tabardillo se muriera,
ó que nunca su madre le pariera.
La cual fué, según dicen, una dama
llamada Urbanidad, que por descuido
con cierto galancete presumido
que artificio se llamaba,
produjo aquel bastardo señorito.
Además de lo mucho que incomoda
al linaje mortal, miente infinito;
y en todo baile, convite, duelo ó boda,
en cualquiera junta, pública o privada,
el siempre ha de meter su cucharada:
mas en queriendo que á cien leguas huya
basta una risa, una palabra tuya.
Para
llenar el tomo susodicho
sobran tantas ideas, que contemplo
no quedara poético capricho
que yo no recorriese; por ejemplo:
¿Cuantas odas podría
cantar sobre la intrépida osadía
con que tú, muchas veces olvidada
de aquel regalo blando,
propio de una crianza delicada,
te vas por esos mundos, penetrando
estrechos valles, empinadas sierras
sin temor de intemperie ni ladrones,
ni del trato maldito
y estrépito infernal de los mesones?
¿Ó bien de nuestras tierras
te alejas entregada á las infieles
ondas del baleárico distrito
en busca de laureles
que gustoso reparte
con su Venus amada el nuevo Marte?
Cuando cansado ya de tonos líricos
me aviniese mejor con los bucólicos,
dejando circunloquios hiperbólicos
en églogas te hiciera panegíricos.
sobran tantas ideas, que contemplo
no quedara poético capricho
que yo no recorriese; por ejemplo:
¿Cuantas odas podría
cantar sobre la intrépida osadía
con que tú, muchas veces olvidada
de aquel regalo blando,
propio de una crianza delicada,
te vas por esos mundos, penetrando
estrechos valles, empinadas sierras
sin temor de intemperie ni ladrones,
ni del trato maldito
y estrépito infernal de los mesones?
¿Ó bien de nuestras tierras
te alejas entregada á las infieles
ondas del baleárico distrito
en busca de laureles
que gustoso reparte
con su Venus amada el nuevo Marte?
Cuando cansado ya de tonos líricos
me aviniese mejor con los bucólicos,
dejando circunloquios hiperbólicos
en églogas te hiciera panegíricos.
Un pastor y un zagal introdujera
que entonasen en rústicos cantares
alternativamente en la ribera
del patrio Manzanares,
recostados al sol si era Febrero
recostados al sol si era Febrero
(pues no hay razón ni fuero
para que los bucólicos autores
para que los bucólicos autores
tiendan siempre á la sombra sus pastores).
El canto de los dos ensalzaría
a la próvida Ninfa cuya mano
puebla aquel sitio de una selva umbría
que el ardor les mitigue del verano
y haga que la frescura
de la verde espesura
las orillas fecunde
en que á la mansa grey el pasto abunde.
de la verde espesura
las orillas fecunde
en que á la mansa grey el pasto abunde.
Quizá
que por variar composiciones
también me propasara
á componer satíricas lecciones;
también me propasara
á componer satíricas lecciones;
pero parecería cosa rara
que en versos destinados á elogiarte
que en versos destinados á elogiarte
tengan cabida sátiras algunas,
bien que las hay dispuestas con tal arte
que incluyen alabanzas oportunas.
Hiciera verbigracia una invectiva
acomodable á ciertos poderosos,
que ya porque el buen gusto
sus ánimos no aviva
(nobles por otra parte y generosos),
sus ánimos no aviva
(nobles por otra parte y generosos),
ó ya por no formar concepto justo
de lo que es la grandeza verdadera
no te imitan, señora, en el empeño
de ocupar los artífices peritos,
y adornar tu vivienda de manera
que el menor de sus muebles exquisitos
indica la excelencia de su dueño.
Y á la verdad en vano
supo el ingenio humano
descubrir á millares
en las útiles artes los primores,
supo el ingenio humano
descubrir á millares
en las útiles artes los primores,
si sus apreciadores
han de ser sólo espíritus vulgares,
han de ser sólo espíritus vulgares,
ó los que no nacieron en estado
de proteger al hábil y aplicado;
para un sermón satírico, pregunto:
¿no es este un provechoso y digno asunto?
¿no es este un provechoso y digno asunto?
Y si la melancólica elegía
prestarme quiere el lastimero acento,
prestarme quiere el lastimero acento,
¿que más tierno argumento
puede ofrecerse á la tristeza mía
puede ofrecerse á la tristeza mía
que tu fatal ausencia
y la suma impaciencia
con que de su remate aguardo el día?
Día que siempre viene y nunca llega;
y á fe que es buen testigo
la encaramada Puerta de la Vega[1]
de que tu ausente amigo
ni á mirarla se atreve, y si la mira
es una compasión lo que suspira;
pues como se figura
que ve en aquella altura
alguno de los cerros del Parnaso
y ya le considera tan desierto,
ciego se queda, ó por lo menos tuerto,
de llorar el funesto y grave caso.
y la suma impaciencia
con que de su remate aguardo el día?
Día que siempre viene y nunca llega;
y á fe que es buen testigo
la encaramada Puerta de la Vega[1]
de que tu ausente amigo
ni á mirarla se atreve, y si la mira
es una compasión lo que suspira;
pues como se figura
que ve en aquella altura
alguno de los cerros del Parnaso
y ya le considera tan desierto,
ciego se queda, ó por lo menos tuerto,
de llorar el funesto y grave caso.
Pero
amanecerá la grata aurora
que á Madrid restituya el bien perdido,
y el Parnaso de nuevo establecido
escuchará armonía más canora;
cuando en la cuna el sucesor futuro,
aun más que de tu casa de tus prendas,
reciba las poéticas ofrendas
que desde hoy para entonces te aseguro.
que á Madrid restituya el bien perdido,
y el Parnaso de nuevo establecido
escuchará armonía más canora;
cuando en la cuna el sucesor futuro,
aun más que de tu casa de tus prendas,
reciba las poéticas ofrendas
que desde hoy para entonces te aseguro.
Yo,
señora, al presente
ofuscado con ímprobas tareas
y estudio muy diverso
del que piden las métricas ideas,
hallo difícilmente
once silabas juntas para un verso;
andan los consonantes muy tirados
y me he jugado el numen á los dados
Pero al cabo tan fuerte
ha sido en mí el anhelo
de acreditarte mi ardiente celo,
y de alguna manera complacerte,
que él me fué sugiriendo estos renglones
pares á veces y otras veces nones.
ofuscado con ímprobas tareas
y estudio muy diverso
del que piden las métricas ideas,
hallo difícilmente
once silabas juntas para un verso;
andan los consonantes muy tirados
y me he jugado el numen á los dados
Pero al cabo tan fuerte
ha sido en mí el anhelo
de acreditarte mi ardiente celo,
y de alguna manera complacerte,
que él me fué sugiriendo estos renglones
pares á veces y otras veces nones.
Si
de algo bueno tienen
será sólo una cosa,
que aunque versos, contienen
tanta verdad como si fueran prosa.
será sólo una cosa,
que aunque versos, contienen
tanta verdad como si fueran prosa.
(Biblioteca
Nacional, S-418.)
[1]
«Alude
á que S. E. vive en una calle alta que va á parar á la Puerta de la Vega , que va fuera de Madrid.»
— (Nota de Iriarte.)
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