MANSERA
CONDE, Emilio, La crisopa, Barcelona,
Destino, 1977; 221 págs.
Novela ambientada en la España de los últimos años de la
Dictadura de Franco. Un grupo de empleados de la construcción intenta mejorar
sus condiciones laborales con ayuda del párroco de su pueblo, que los acoge en
su templo para protegerlos de la policía. A partir de ahí asistimos a la lucha
que ese párroco y su coadjutor entablan con los poderes civiles, y parte de los
eclesiásticos, que no están de acuerdo en que la Iglesia se implique en
cuestiones que no sean estrictamente religiosas.
El tiempo del relato es lineal, y su arranque magnífico, muy
cautivador. En cuanto a los escenarios, son varios que se van alternando para narrar
acciones simultáneas. Se describen con igual fidelidad las maneras de los
encerrados en el templo, personas que no han tenido acceso a la educación, y
las de los integrantes del cabildo de la Catedral a la que pertenece la
parroquia donde transcurre el encierro. Algunos diálogos, sobre todo los
mantenidos entre el doctoral y el vicario general o la mayoría de los que pasan
entre el párroco y el coadjutor, están muy centrados en cuestiones teológicas y
pueden cansar al lector medio. Obviamente no es una novela comercial.
La crisopa recuerda una época que viví en la adolescencia, cuando amplios sectores de la Iglesia Católica española defendían posturas muy progresistas, más cercanas al mensaje evangélico primitivo y partidarias de la innovación. Fueron los años de los curas obreros, que abrían por la noche la puerta a los opositores al Régimen y soñaban con un mañana mejor. Muchos de ellos, por desgracia para la Iglesia, acabaron abandonando el sacerdocio.
Emilio Mansera Conde (Osuna, 1929 – Madrid, 1980) vivió
aquella época con gran intensidad, conocía bien el movimiento sindicalista y
poseía una profunda cultura religiosa. Además de esta obvia cultura religiosa, de
algunas de las páginas de La crisopa se desprende un fuerte, aunque frustrado, sentimiento
religioso, inspirado muy probablemente en la vida del autor, que vivió una
infancia muy religiosa. A destacar la calidad literaria de su obra y la
condición de inéditos que conservan muchos de sus manuscritos, custodiados por el escritor ursaonense Enrique Soria Medina tras el fallecimiento de Mansera y hoy día conservados en la
Biblioteca Municipal de Osuna. La obra de Mansera, atormentada, es el
testimonio de una época y un carácter muy contradictorios, en los que entraron
en conflicto las nuevas y las viejas formas y creencias. En cualquier
caso, merece una lectura atenta y libre de prejuicios.
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