POE, Edgar Allan, Cuentos,
1, Madrid, Alianza Editorial, 2015 (6ª reim. de la 3ª ed.; la 1ª ed. es de
1970); 637 págs. Prólogo, traducción y notas de Julio Cortázar.
Llegué
a este libro por mediación de su traductor, don Julio Cortázar, concretamente
gracias a la entrevista que Joaquín Soler Serrano le realizó en A fondo, aquel excepcional programa de televisión.
En el transcurso de la conversación, Cortázar alude a este trabajo y esa
alusión hizo que me propusiera leerlo. No ha sido difícil de encontrar.
Se
trata de una edición de todos los relatos de Poe (1809-1949), célebre e
imprescindible autor norteamericano, en el orden que Cortázar cree que hubiera
establecido Poe de haber realizado él mismo una edición de todos sus cuentos.
Los relatos, sesenta y siete en total —editados en dos volúmenes—, aparecen
ordenados por afinidades temáticas y espirituales que el mismo Cortázar se
encarga de discernir y establecer, explicando en notas y prólogos la razón de
dicho orden. Las notas no son al pie, sino unos comentarios de cada cuento
situados al final de cada volumen.
“De manera general, los relatos aquí presentados pueden dividirse en ocho grupos sucesivos: cuentos de terror, de lo sobrenatural, de lo metafísico, analíticos, de anticipación y retrospección, de paisaje, de lo grotesco y satíricos”. (Pág. 610).
El primer volumen, el único que he
leído por el momento, contiene los relatos comprendidos en los cuatro primeros
grupos. Son treinta y tres. Todos fueron publicados entre 1832 y 1849, al igual
que los comprendidos en el segundo volumen. De ahí que uno de los primeros
obstáculos que tiene que salvar el lector de largo aliento sea precisamente ese
propósito: el deseo de leer el libro de manera continuada. Para empezar, creo que debía
olvidase de él. Los relatos, publicados originariamente sueltos en revistas de
diversas ciudades norteamericanas, fueron concebidos en su gran mayoría como
unidades completamente independientes, como obras en sí mismas, y llevaban la
intención de actuar sobre el ánimo y el intelecto de los lectores como objetos
literarios únicos, como obras originales e independientes. De ahí que una
lectura continuada de ellos como la que yo he hecho no sea recomendable. El
suscriptor de las revistas de la época, del Godey’s
Lady’s Book, por ejemplo —donde se publicaron relatos de Poe al menos
durante una década (“La cita”, enero de 1834; “La caja oblonga”, septiembre de
1844)— iba leyéndolos de uno en uno, conforme le llegaban, y luego tenía tiempo
para asimilarlos adecuadamente. De ahí que no creo aconsejable la lectura que
yo he hecho. Ahora, después de treinta y tres relatos, y aunque he ido tomando notas
durante la lectura, son tantas las sensaciones y los razonamientos que se
acumulan en mi cabeza que me resulta imposible hablarles de ellos con
propiedad. De ahí que aconseje una lectura sosegada del libro, relato a relato,
como la que realizaríamos de un libro de poemas.
No era esta la primera vez que me
acercaba a una obra narrativa de Poe. Los principales relatos suyos, la mayoría
muy célebres —“El tonel de amontillado”, “Los crímenes de la calle Morgue”, “El
escarabajo de oro”, etc.— forman parte ya de nuestro inconsciente cultural
colectivo, esa masa más o menos amorfa y siempre en crecimiento de sensaciones
y conocimientos que (casi) todos poseemos. Pero basta releerlos, y leer todos
los demás, para advertir cómo otros menos conocidos para el público medio, como
“El pozo y el péndulo” y “El entierro prematuro”, están también presentes en
nuestro imaginario común, sobre todo a través del cine, que ha venido a ocupar
parte del lugar que la lectura de evasión poseía de manera indiscutible durante
el siglo XIX.
En
cuanto a cuestiones narratológicas técnicas, muchos de los relatos han
constituido modelos para los más célebres narradores posteriores (Conrad,
Faulkner, el mismo Cortázar...): uso de la narración en primera persona para
dar más credibilidad a los hechos; comienzo in
media res —la acción ya iniciada— para atraer la atención de manera
poderosa desde el primer momento; finales sorpresivos, a menudo muy
inquietantes, y un largo etcétera que hacen su lectura muy recomendable.
Lectura reposada y reflexiva, eso sí, no como la mía.
En fin, la más fértil de las
imaginaciones y el mayor dominio de las técnicas narrativas dieron lugar a la
creación de un universo y de unos géneros (literatura de terror y policiaca)
que hoy día siguen dando obras de gran éxito. Todas ellas provienen de la mente
de un autor totalmente excepcional, cuya vida, desgraciada, marcada por la
falta de cariño, constituye en sí la más triste de las narraciones. La
biografía del autor escrita por Cortázar, que ocupa las primeras cincuenta y
seis páginas, ya es una pequeña obra de arte en sí misma. Habrá que releer con más sosiego.
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