viernes, 13 de abril de 2018

«La leyenda del Santo Bebedor», de Joseph Roth



El autor en 1926

Joseph Roth, La leyenda del Santo Bebedor, Barcelona, Anagrama, 2018 (12ª ed.; la 1ª es de 1981); 92 páginas. [Die Legende vom heiligen Trinker, 1939; traducción de Michael Faber-Kaiser].

Delicioso relato, lleno de ternura hacia los débiles. El protagonista es Andreas, un clochard originario de la Silesia polaca. La acción transcurre en París a comienzos de la primavera de 1934, cuando la ciudad está llena de personas muy afectadas por la crisis económica y empieza a acoger a huidos de la persecución nazi. Se aproximaban tiempos terribles que Roth no llegó a conocer.
Golpeado hasta la fecha muy duramente por la vida, Andreas ve cómo una serie de hechos afortunados, aparentes milagros, están a punto de sacarlo a flote, de devolverlo a la parte ‘bien pensante’ y laboriosa de la sociedad, pero su misma generosidad y su afición a la bebida le devuelven una y otra vez al lugar del que no puede salir. Incapaz de hacer mal a nadie, vive libre de convencionalismos y esclavitudes sociales, dedicado solo a sobrevivir con la ayuda de sus colegas. Como repite a menudo el narrador, lleva la vida que solo los pobres y los bebedores llevan.
La obra parece iniciar una necesaria tradición literaria de mirada humana hacia las personas sin hogar, de comprensión de sus vidas al margen de lo establecido por los poderes fácticos. Detrás de Roth vendrán otros muchos en la misma línea, seguro, pero a mí solo me viene ahora a la mente Cortázar. Los clochards son personas a menudo mal olientes, en ocasiones temibles, pero parecen poseedoras de un coraje que les permite vivir una vida libre de tantas imposiciones absurdas. Y Roth, que había tenido que huir de Alemania y disfrutaba de la bebida, se identifica con ellos, es en realidad uno de ellos al menos en espíritu.
Escrito con un estilo sencillo y directo, el relato va precedido de un prólogo de Carlos Barral en el que defiende con calor el consumo de alcohol y expresa la desconfianza que siente hacia los abstemios totales por convicción. No es el único.

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